Totalmente de acuerdo con la crítica de THORNHILL de la página 25, salvo en el retrato que hace del protagonista como "adolescente" frente a la curranta y realista vendedora de flores. Precisamente la grandeza del personaje de él está, en mi opinión -y al margen del indiscutible talento musical-, en que, a pesar del dolor y de las bofetadas que ya le ha dado la vida, sigue siendo idealista y optimista. No hay que olvidar que ha vuelto al hogar paterno tras la muerte de la madre para ayudarle y cuidarle (si bien al final el propio padre lo animará a que se vaya a Londres para labrarse una carrera musical).
Junto a la escena en que ella está poniéndole letra a la canción mientras camina por la calle, para mí la otra escena memorable y profundamente emocionante es la última: la del regalo del piano y la despedida (o hasta luego?).