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Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
10 de mayo de 2017
37 de 65 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me aventuro en ésta, mi primera crítica para filmaffinity, con una crítica de la saga que quizá me ha marcado más, como fan e incluso coleccionista de (casi) todo lo derivado de su universo. Y he de decir que he salido bastante contento del cine. Me temía, sobre todo a raíz de haber leído las críticas, otro “Despertar de la Fuerza” o remake encubierto. Pero afortunadamente, la crítica profesional y un servidor no han visto la misma película.

¿Por dónde empezar? ¿Por la fotografía, siempre tan pulcra y demasiado nítida como viene siendo defecto y virtud en el cine de Scott? ¿La actuación? No, mejor empezar por el mensaje, aquello tan criticado por pretencioso en la denostada “Prometheus”.

No fue la anterior cinta de mi entero agrado, pero su atmósfera me llego, así como sus frases demoledoras acerca de la vida, la muerte y la carga del creador. Pues es en estos temas donde veo que “Alien: Covenant” profundiza, al igual que hiciera “Prometheus”, mejorándola por reducir la carga de mensajes y acompañarlos de perturbadoras imágenes. Voy a aventurarme un poco con una pequeña teoría personal; Scott tiene ya una edad y como todo hombre que repasa su vida, ve el final cerca y así lo plasma en su cinematografía reciente (y más desde la muerte de su hermano). Para mí, todo el díptico “Prometheus” y “A: Covenant” reposa sobre la dualidad vida y muerte. Un universo separado por su carga existencialista de la lógica anti mercantilista de las primeras entregas y su omnipresente compañía. Un universo donde los personajes creyentes tienen cierta vergüenza de mostrar sus convicciones en un mundo en el cual el materialismo impera. Carne y espíritu, xenoformos y humanos, David y Walter. Scott lo enmarca a mi entender, en la búsqueda humana (demasiado humana) de respuesta y creadores, pero la certidumbre y rebelión del hombre contra su destino mortal rebosa por todos los porros del largometraje. Es más, reconozco que este mensaje a varios niveles funciona mejor de cara al gran público, no tan dispuesto a tratar temas de este angustioso calado, que en su predecesora.

También cabe hablar de los amos de la función, recuperados para el título de nuevo. Los aliens, el organismo perfecto para David, obedecen a una mente colectiva y no se preocupan por sus egos individuales, por su futura finitud. No hay en ellos ápice de ese Sr. Weyland preocupado por esa posible nada que lo aguarda detrás de la última puerta. No están obsesionados con la eternidad ni con nuevos comienzos que puedan purgar pecados pasados. Los xenoformos simplemente se lanzan a la conquista de nuevos mundos como una única y no dubitativa mente.

Dicho esto, personalmente creo que los creadores han cumplido su objetivo, dotando de alma a una película que tenía la losa de su confusa predecesora sobre sus hombros. Y para mí, el fan reenganchado, eso es un bonus. Que si los actores palidecen en su mayoría frente a un estupendo Fassbender y su trabajo vocal frente a un pasmado Crudup. Que le importa a un fan que el tercer acto quede algo cojo y otro detalle que comentaré en el spoiler. Alien ha vuelto, y lo celebro.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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Olvidémonos de todos y cada uno de los estupendos cómics publicados por Dark Horse, como el universo Legends de Star Wars. Atrás quedan los estupendos orígenes de historietas como “Aliens: Female Wars”. Incluso me temo que quizá estemos diciendo adiós a la genial idea de dotar de una reina a los xenoformos. Espero que esta duda sea resuelta en futuras entregas.

Por otra parte, tenemos un prólogo estupendo y reminiscencias del poema Ozymandias de Shelley ya usado por Moore en “Watchmen” que enmarcan perfectamente el tono que enunciase algunas líneas más arriba (así como las imágenes de la obra de Giger, no os perdáis su museo en Gruyère). Eso sí, el final quizá sea un homenaje algo pasado de rosca a la primera entrega. Nadie es perfecto.
11 de mayo de 2017 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Qué es un clásico? ¿Cuándo y cómo se determina que una película haya alcanzado o no tal consideración? Modestamente, para el aquí firmante, ello no depende ni de los años, largos o cortos, transcurridos desde el estreno de la misma, ni aún menos de los implicados en ella. La “clasicidad” de una película está ligada al algo más, digamos, profundo, esto es, su espíritu (el Geist que dirían los germanófonos). La intemporalidad de una obra reside en su capacidad y habilidad para plantearnos los viejos conflictos que siempre han perturbado la mente humana.

En el artículo de hoy, comentaré una de las dos obras maestras que, en opinión mía, ha rodado Clint Eastwood, el otrora “hombre sin rostro” que cabalgase por el paisaje almeriense. Mystic River (por si algún curioso quiere adivinar cuál es la otra obra maestra, mi única pista será que no se trata de una cinta de habla inglesa, imitando la nomenclatura utilizada en Premios de la Academia). Una historia cruda, impregnada doquiera por el malsano ambiente de los bajos fondos bostonianos. Es decir, una historia verosímil, de esas que, una vez acabado el visionado, el amigo o pariente de turno califica con el manido símil de “eso le podría pasar a cualquiera…”.
Es complicado no revelar nada de la trama que del largo, habida cuenta del poderoso desenlace que, literalmente, estalla delante de nuestros ojos. Final que no por esperado o asumible, deja de helarnos el corazón, cada vez que pasa delante de nosotros. La triste historia de Dave Boyle es el relato de cualquiera de nosotros, de cómo, en ocasiones, no nos recuperamos de ese salto cualitativo que supone dejar de ser un niño y adentrarse en el mundo de los hombres. En un mundo en el cual ya no hay ni tiempo ni razones para jugar (no puedo dejar de evocar el improvisado hockey callejero al que jugaban despreocupadamente Dave y sus amigos de niños).

Eastwood, quizás por la amplitud de miras que otorga la edad, o más sencillamente, por su lírica forma de retratar a los perdedores y demás desheredados del mundo (véasen Sin Perdón, Cartas desde Iwo Jima, Cazador Blanco, Corazón Negro o Bird), plasma de manera extraordinaria los sufrimientos que las dos familias principales padecen, o cómo los conflictos, que surgieran en ese nebuloso terreno que es el paso a la madurez, siguen latentes.

Porque no nos engañemos, ese es el tema principal Mystic River. Dave es el niño que todos hemos sido alguna vez y que nos gustaría volver a ser, un niño al que no le dejaron disfrutar de su infancia. Un niño que tuvo que crecer por obligación. También nos recuerda que los secretos, lo que cada uno guarda en su ser más profundo, están ahí por una sencilla razón: si los demás los descubriesen, podrían utilizarlos en nuestra contra, para herirnos y no dejarnos olvidar jamás lo que verdaderamente somos.

Quizá no todos aquellos que vean o hayan visto Mystic River saquen estas mismas conclusiones, tal vez solamente vean en ella una estupendísima cinta, entre el cine negro y el drama familiar. Revisadla pues, si disponéis de tiempo, y os aseguro que no os arrepentiréis.

De igual manera, no podría dejaros sin mi habitual recomendación, hoy se trata de otra película basada en una novela de Dennis Lehane (autor de la que aquí nos concierne), Gone Baby Gone (debut como director del, ahora y antes, oscarizado Ben Affleck). Ambas incitan a la reflexión, sobre la maldad, la venganza, sobre la vida misma. Así que la próxima vez que veáis a Dave Boyle, preguntaos cuándo fue la última vez que le visteis verdaderamente.
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Todos somos Dave Boyle, y Sean Penn no escatimará en su venganza.
11 de mayo de 2017 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
He aquí mi segunda crítica, y parece, que ya le voy cogiendo, sino práctica, algo de gusto al asunto.
Simplemente, deseos mostraros, en estas líneas, una película que ha tocado mi corazón. En el fondo, soy como Loquillo, todo un sentimental.

La cinta de Haneke nos presenta el tema más perenne al que jamás se haya enfrentado y enfrentará nuestro género, la muerte. Esa justicia injusta, si se me permite el pleonasmo, que nos iguala a todos. No olvidemos que nuestras vidas son como una película, cuyo final tendemos a olvidar. Los dos protagonistas (¡tranquilos, no voy a revelar absolutamente nada del argumento, al lector de verla, faltaría menos!), ancianos profesores de música, se enfrenta al dolor del fin y de la enfermedad. Estamos ante una película de crudo realismo, no hay héroe alguno que venga al rescate de nuestros dos octogenarios. No, en la vida, nadie acaba comiendo perdices. Así de triste es.

Puede que con estas aseveraciones haya espantado a los pocos que pretendían verla, pero allá vosotros. Nunca está mal que nos recuerden el comprenderlo que es el vivir, el no girarse al pasado y mirar el presente, que al momento se vuelve pretérito. Además, tenemos a una actriz, la gala Emmanuelle Riva, que no está en estado de gracia, es que ella misma es gracia divina. Lamentablemente, nos dejo hace poco y quizá, sin el debido reconocimiento que hubiera merecido. La temporada de premios suelen tener olvidos imperdonables. Lloraréis y mucho, pero serán lágrimas que habrán merecido la pena.

Mirando al pasado, cuidado, ¡que hablando de cine es algo estupendo y muy necesario!, cualquier aficionado a la cinematografía europea sabrá que el director bávaro es un cabronazo, así, tal cual. Rueda como pocos el agobio (“Funny Games”, “Caché”) o el mal en su vertiente más pura , por lo tanto, humana (“La Cinta Blanca”), y lo que es más importante, nos atrapa con temas que en manos de otros serían sacos repletos de tópicos (Baz Luhrmann, Tom Hooper, Terrence Malick, os miro a vosotros, ¡y mucho!). Lo dicho, hay que ir a verla, aunque no interese el argumento, pero por la simple reflexión a la que nos incitará.

En resumidas cuentas, una película dura y quizá no abierta para el gran público, pero necesaria. No vendría mal que la pusieran en el último año de bachillerato.
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Asimismo, si no os estoy convenciendo para que vayáis a verla, os dejo una perla de la cinta. En cierta escena, cuando unos de los personas es cuestionado sobre qué es lo peor de la senectud, éste espeta todo un “el acordarse de la juventud”. Eso, muy señores míos, es humanidad, es cine con mayúsculas
11 de mayo de 2017 Sé el primero en valorar esta crítica
Otra vez Jason, otra vez un grupo de adolescente "hormonados". Asesinatos a base de machetazo limpio, incluso un invitadísimo David Cronenberg sufre a manos de nuestro "mentally challenged boy" preferido, pero para los viejos seguidores de la saga, quizá falte algo más de mordiente (me extiendo más en el spoiler).

Siempre disfruto con las películas de terror de este estilo, tan precursoras del buenrollismo hollywoodiense de cásting interraciales y tan loablemente pioneras en introducir protagonistas femeninas de fuerte y resolutivo carácter. Que los mencionados sean buenos actores o simples seres que pululan por los escenarios de un guión mil veces repetido, ya da igual. Hemos de reconocer lo fundacional del slasher en particular y del cine de terror adolescente en general, en lo que a igualdad se refiere.

Pero ni las mejores intenciones o la voluntad de dotar de nuevos escenarios a una saga que ya no pudo dar más de sí hace una década (esperemos que alguien la rescate pronto), puede salvar una película anodina. Yo me trago de todo, desde Godzilla años setenta a un integral "Viernes 13", pero no perdono que me aburran o que pequen de recatados. No son películas que tengan otra virtud más allá de un evasión casi cómica de lo cotidiano. Marcus Nispel supo dotar a su versión de más vida.

Sigo en zona spoiler, aunque en una película de estas características, no creo que importe lo más mínimo. Reconozcámoslo, todos los buenos aficionados sabemos quién va a morir antes incluso de que el personaje en cuestión pronuncie sus primeras líneas.
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Cuando hablo de mordiente, me refiero a la poca chicha de algunos asesinatos, demasiado genéricos y vistos. Es que, ¡joder, es el puñetero Jason Vorhees como dicen en la película y está en el espacio! Deberían haberse aprovechado mejor esa condición. Eso sí, como buena película de ciencia ficción, no pueden evitar soltar una pequeña e innecesaria en un largo de estas características, puya anti capitalista. ¡Qué esto no es Ken Loach, córcholis!

Además, echo de menos ver la muerte de la chica que es engullida por el cristal roto de la nave con un mayor detalle. También hay una obvia ausencia de carnalidad y mocedad yaciente, quizá para evitar la tan temida -17, pero cuya carencia no salvó al filme de ser un absoluto desastre en la taquilla. No cubrir el presupuesto con este tipo de cintas es difícil.

Dicho lo cual, estos son los motivos de mi nota, pues para que engañarnos, no queremos ni buscamos calidad con estos productos. Queremos lo de siempre mejorado para pasar un buen, y aquí pese a la incursión espacial, tenemos muertes genéricas, exceso de puritanismo que ni unos muy dignos efectos especiales (véase la destrucción de la base espacial) pueden mejorar. Lamentablemente, de un seis-cinco (de acuerdo con los cánones de este tipo de cine), pasamos a un tres.
11 de mayo de 2017 1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine de terror y las sensaciones que cualquier buena obra de este género ha de suscitarnos son dos realidades intrínsecamente ligadas. Seamos, pues sinceros: una buena “película de miedo” lo es en la medida que pueda o no causarnos cierto desasosiego, malsana turbación o cuanto menos, sembrar en nosotros dudas. Sí, de sobras sé que el artículo se dirige mayoritariamente a un público urbanita, descreído, que no se “suele creer ni una sola escena de tales filmes”. ¡El miedo es para los niños!, dirán. Puede que así sea, por ello, volvamos a nuestra infancia, a ese miedo perenne a lo siniestro y a lo desconocido.
La anterior referencia al miedo no es, para nada gratuita. Hará unos años, volví a sentir miedo en la butaca de un cine. Y se trataba de un miedo real, aquél que no te permite mirar cómodamente la pantalla, con los ojos entrecerrados, queriendo evitar las perturbadoras imágenes que se proyectaban. Mas, no ha sido un debut a la usanza, puesto que el amigo Muschietti no ha hecho otra cosa que adaptar su propio cortometraje, que rodase allá por 2008 bajo el mismo título (e igualmente recomendable e inquietante).
Volvamos de nuevo a la brecha, que escribiese Shakespeare. ¿Por qué Mamá, cinta que, a primera vista, no parece nada del otro jueves es tremendamente aconsejable (siempre que se quiera pasar algo de canguelo, sobreentiéndase)? Simple y llanamente, como he escrito unas líneas más arriba, tiempo hacía que no me sentía tan indefenso viendo una película. Más de un año, quizá. ¿Y, preguntaréis, cuál fue esa otra película? Insidious os habré de responder. Asimismo, anteriormente, un largo silencio. Fui de aquellos que sufrieron en silencio el “relativo chasco” tanto de Prometheus como de la tercera y cuarta entrega de nuestra saga patria de horror preferida, Rec. Cierto es que no he sido franco, pero, en lo relativo al cine de terror, me sitúo del lado de aquellos “extremistas” que muy nítidamente separan el thriller (o suspense como lo llaman por algunos lares), thriller con elementos de horror y el terror propiamente dicho. Terror que, casi exclusivamente, para tales puristas, ha de tener un elemento sobrenatural, o al menos, evocarlo sutilmente, dejando al libre arbitrio del espectador el deducir si se cruzaron o no las fronteras de este mundo.
Dicho todo esto, no queda más que recomendar a los aficionados al género que vayan, lanzados, a ver Mamá. Me arriesgo a aventurar que no se sentirán defraudados.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Con cuasi ligero riesgo de desvelar parte de la trama, pero me veo obligado para con el lector, he de reconocer que Mamá peca del mismo defecto que la antes citada Insidious, un final demasiado, digámoslo suavemente, “pirotécnico”.
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