La atmósfera, cargada de inquietud y tejida con la trama de entidades que podría haber ideado Stephen King, invoca al espectador a tejer su propia imagen del mal a lo largo del filme.

El guión de esta película lideró la lista de Sangre en 2018, un reconocimiento que señala su posición entre los más destacados del género de terror en ese año.

En un pequeño pueblo, susurros antes de Halloween, esta perturbadora trama desenvuelve en una casa en apariencia corriente. Ahí, un niño flemático que padece el flagelo del abuso escolar, está aislado de las gratificaciones del mundo moderno. Las noches le susurran con golpeteos aterradores que parecen materializarse desde lo profundo de los muros.

En medio de un delirio paranormal, el joven comienza a entrever que sus padres ocultan un oscuro secreto. Él nota cómo sus progenitores comparten una actividad peculiar: el cultivo del huerto de calabazas. Sin embargo, cuando Peter murmura sobre estos ruidos misteriosos, su padre lo relega al sótano.

La estética orquesta un escenario inquietante, urdido por la fotografía, el juego de claroscuros, los encuadres y la puesta en escena, tejidos todos ellos para mantener la tensión sutil pero persistente.

La trama macabra despliega tres líneas argumentales siniestras. En un comienzo, nos abruma la interrogante sobre si los padres yacen en la penumbra de la psicosis. Luego, si la entidad que se asoma es verdaderamente demoníaca o si el niño, engendro de padres psicóticos, sufre de una enfermedad más oscura que sus antecesores, y la entidad es solo un eco de su propia psicosis.

La película despliega escenas inquietantes y perturbadoras que arrojan un malestar perenne y provocan taquicardias asfixiantes, trastocando el lento compás previo al sobresalto. Los efectos sonoros ocultos intensifican la sorpresa en los encuentros con la entidad.

El elenco se sincroniza de manera impecable, creando un ambiente insólito que nos arrastra hacia la mente de alguien que lucha contra delirios paranóicos, intensificados por la cercanía de Halloween.

Un acierto en cuanto a técnica, respetuosa frente a la obra magistral de Ridley Scott, pero nada arriesgada, tibia, acomodaticia, cobardona. Repite la fórmula de los sustos cada tanto tiempo. Parece más bien un remake de “Alien”, solo que en “Romulus” la mayoría de los actores serán olvidados, excepto el rumano Robert Bobroczkyi de casi 3 metros. Es entendible la euforia, después de “Alien” casi todas las secuelas se fueron en declive.