Una película prácticamente redonda. Con diferencia, la que más me ha gustado de la cartelera actual (de las que cuentan con mayor puntaje sólo me queda por ver “La Toma”).

El comienzo ya es estupendo. Desde los títulos de crédito hasta las imágenes que en pantalla dividida compiten entre sí como luego lo harán los personajes que aparecen en ellas.

Muy acertada fotografía de Alfredo Mayo, con una tonalidad acerada muy apropiada para el clima del filme.

El recital de los actores es impresionante. Eduard Fernández, Ernesto Alterio, Pablo Echarri, Carmelo Gómez, Adriana Ozores… todos están muy bien, y si consiguen tan alto nivel, además de por méritos propios, es porque cuentan con un estupendo guión y una dirección extraordinaria.

Desde los primeros segundos la tensión se masca en cada plano y no acabará hasta que aparezcan los créditos finales.

“El método” aparece como un retrato del más despiadado sector empresarial, pero bien vista, encontramos en ella muchos paradigmas de nuestra sociedad, del mundo que estamos construyendo.

La fui a ver sin demasiadas expectativas y creo haberme encontrado con una de las mejores películas del año. No se la pierdan.

Gianni Amelio vuelve a deleitarnos con su saber hacer en esta mirada sobre la paternidad, sobre todo lo que tiene de bello, de doloroso, de enriquecedor...

Muy interesante el juego que la historia plantea entre los personajes, no sólo entre padre e hijo, sino especialmente entre Kim Rossi Stuart y una madurísima Charlotte Rampling.

Seguramente no tenga la fuerza de otros títulos de su director, pero resulta muy recomendable.

Desde el guión hasta las interpretaciones pasando por la dirección, todo deja mucho que desear en esta triste y torpe entrega de Torrente.

Lo mejor de las tres pelis continúan siendo los minutos iniciales de "El brazo tonto de la ley". Allí se presenta un personaje gamberro y casposo que, dentro de ciertas variables, podría dar un juego interesante, pero a Segura los largometrajes se le hacen muy largos. Lo suyo es el chistecillo corto, la salida de tono imprevista... pero cuando tiene que darle cuerpo a un relato, la estructura, el desarrollo, la acción, todo resulta absolutamente pobre.

Una cosa es aparecer como un graciosillo en la tele y otra muy distinta es ser un director, un guionista, un actor.

Muy mala.