Un ejercicio de empatía necesario. Pone de manifiesto las deficiencias de nuestro sistema jurídico en el tratamiento de crímenes como éste, y la falta de escrúpulos de ciertos medios en juzgar paralelamente sin profundizar lo suficiente.

¿Hasta qué punto necesitamos deshumanizar a una persona para justificar una condena?
¿Cuánto somos capaces de responsabilizar a un individuo por las consecuencias de nuestros fallos como sociedad? ¿Quién debe pedir perdón a quién?

Los problemas serios de estructura narrativa están a punto de dar al traste con la que podría haber sido, pero no lo es, una de las mejores películas de superhéroes. A pesar del confuso montaje, de algunas interpretaciones erróneas o mal dirigidas (ese Lex Luthor a lo Joker, por Dios!) y de la insistencia en querer dejar todo preparado para La Liga de la Justicia, el resultado se deja ver y se hace disfrutar con algunos momentos memorables. Sobre todo en la segunda mitad de la película, en la que la historia coge el ritmo que debería haber tenido desde el principio, ya que la forzada solemnidad del primer acto resulta por momentos artificial y pretenciosa.
Se agradece que hayan dosificado mejor la duración e intensidad de las peleas, que aunque sigan resultando ligeramente excesivas hacia el final, no son nada comparable con la devastación asfixiante de The Man Of Steel.
Ha sido un error haber querido contar dos historias en una sola película y resolver de mala manera y con prisas algunos elementos de la trama y personajes como el de Holy Hunter cuyo potencial está desaprovechado incomprensiblemente.
El Batman de Affleck no está mal; el Superman de Cavill, menos triste en esta cinta, crece en empatía con el público y cae mejor; la Lois Lane de Adams lo intenta y casi lo consigue; el Alfred de Irons, aunque escaso en metraje, es sublime; en cambio el Lex Luthor de Eisenberg es sencillamente insoportable; y por último, la Wonder Woman de Gadot que es indudablemente la sorpresa y la que gana por goleada esta batalla.
Esperemos que para la próxima aten corto a Snyder e inviertan menos en efectos y más en revisar las líneas de guión y el montaje final.

La sólida interpretación de Brad Pitt, el cuidado con el que James Gray encuadra cada plano emocional y físico, la capacidad evocadora de la música de Max Richter y un guión inteligente capaz de emocionar, sirven para hacer un retrato en primerísimo plano de la desolación y la estupidez humana. Aún así, en este retrato hay un hueco para la esperanza y el optimismo que no empaña de ingeniudad el tono del viaje. Claustrofóbico a ratos, liberador también, bello siempre.