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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
17 de octubre de 2020
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si alguien me preguntara, a fecha de hoy por la mejor serie de TV que he visto durante este aciago año 2020, fuera del género que fuera, no lo dudaría ni un instante: ENDEAVOUR. Todo un descubrimiento.

Si algún otro me preguntara si me replantearía de nuevo mi Top Ten de series, de nuevo a fecha de hoy, de la última década (2010-2020), tampoco tendría la menor duda -soy frágil y fácil de tentar, con ese recuerdo fresco a la vuelta de la esquina-. De nuevo: ENDEAVOUR, entre las diez mejores series de televisión de mi top, en esta década.

Sin embargo, la serie no es tan nueva, ya que se estrenó en 2013, con, a día de hoy, siete temporadas en el candelero; y ¡espera!, que para el 2021, se anuncia la octava temporada -producción, en curso-.

Una serie británica que se sirve bien y se digiere aún mejor: a razón de 4, máximo 5 episodios por temporada (con cada episodio de 98 minutos, como una película cinematográfica vestida de largo); con mucho poso y posgusto

Me encanta verme arrastrado por su intensidad melancólica, por la narración nítida y rica en capas que respeta y desafía a la audiencia. Aplaudo sus valores destacados que a menudo son denigrados en una guerra ideológica que los malvados parecen estar ganando.

En su forma tranquila y sin pretensiones, Endeavour se eleva fuera del ajetreo del policial procedimental para lograr una seriedad verdaderamente shakesperiana, iluminando un mundo que se ha vuelto demasiado borroso y confuso para muchos.

El joven detective Morse, lacónico pero recto y fiable, es nuestro firme faro de esperanza de que algún día la niebla se disipe; tan seguro y sólido como es toda la serie hasta hoy.

Y, si no has visto Endeavour, todavía, pensaré: "no sabes lo que te pierdes, pardillo"

Pero,¿cómo no sabía de su existencia? Verás, lo que llega aquí, por la vía de las plataformas TV habituales, de "streaming", más populares, es comercial (aunque algo pueda ser bueno, sí, no nos engañemos).

FILMIN me la descubrió y aún ahora me digo a mí mismo: ¡Idiota, idiota, idiota...! Cómo no llegué antes a...Endeavour (visto de otro modo: qué suerte la mía, siete temporadas y de una tacada).
8 de octubre de 2018
22 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al fin. Un thriller/drama de producción nacional que recrea con acierto y a buen ritmo la génesis y entresijos del panorama criminal en España, de nuestros días, a través de la historia de la familia Guerrero, sin caer en la tentación de copias anglosajonas importadas, e impostadas, que nos son ajenas. Aquí todo tiene aroma propio: el de la realidad de nuestro lumpen, nuestra marginalidad y nuestro crimen, que hunde sus raíces en el cercano mundo del barrio y de la familia, partiendo de los tan reconocibles mercados de rastrillo nacionales, como base de operaciones; extendiéndose, con el tiempo y la globalización, a ramificaciones nacionales e internacionales, con profundas implicaciones de la corrupción política y de las administraciones, que constituyen nuestro día a día.

Nadie pretende que esta serie sea brillante y elegante, pero la serie de televisión ofrece un juego trepidante y entretenido, y no menos inteligente, a través de un mundo de violencia, robos, tráfico de drogas y estafas, lealtades y deslealtades familiares, y crímenes; un juego con muchas ambivalencias, de trampas a largo plazo y con muchas aristas de drama famíliar, como la vida misma. Un producto ágil, fresco y original, no tanto por lo que cuenta sino por como lo logra.

El realizador Enrique Urbizu, en la línea de la producción de sus últimos años, nos brinda un espectáculo ambicioso, cercano y reconocible; una visión del crimen autóctono, ambicioso, con ecos de bodas de sangre y perros callejeros, con un ángulo noir, original “made in Spain” que no se anda con chiquitas a la hora de mostrarnos la violencia, árida, seca y devastadora; tanto como puedan serlo los sentimientos encontrados de los hermanos Guerrero y la rémora traumática de su herencia familiar. Se percibe aquí, ya asimilado y madurado, la aplicación de lo aprendido, de todo el currículum previo del director: “La caja 507”, “No habrá paz para los malvados”, etc. Y ahí va, lanzándose a la piscina de las series de TV, y guardando la ropa con dignidad; otra vez.

Ahí va un José Coronado que se sale, con otro personaje “malvado”, del lado oscuro, al que debería volver con más regularidad; le va como anillo al dedo. Los hermanos Guerrero, sus hijos, interpretados por Daniel Grao, Isak Férriz y Carlos Librado, magníficos en sus respectivos roles, caracteres y temperamentos. Y unos secundarios que brillan, en sus respectivas réplicas y matices, dentro y fuera de familia.

El ritmo impresionante, que si bien esto lleva en ocasiones a una exposición torpe, las poderosas interpretaciones lo excusan con creces. Una serie de televisión que a pesar de una promesa de objetividad, se atribuye calidez, aún en la frialdad de las escenas más ásperas y dolorosas. Aquí somos así.

Un “Hecho en España” con visos de calidad poco vistos en formato serie para este género, y con la sobriedad del formato británico más inteligente: temporada de seis episodios, ciñéndose al asunto y evitando circunloquios y prolongaciones postizas ¿Se puede pedir más?
13 de marzo de 2023
25 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin duda, un logro técnico... Sin embargo, también es una tontería repetitiva, vacía, que salta entre multiversos de memes forzados cada dos segundos para tratar de ocultar el hecho de que esta película no tiene sustancia ni historia.

Pasados los primeros minutos, se convierte en un producto pedante, cansino, repetitivo y tedioso, tanto como los cómplices de su encumbramiento. De nuevo, el traje invisible del emperador se corporeiza en un producto propio de nuestro tiempo y su pseudo-sabiduría: un germen que se extiende...todo a la vez y en todas partes. Da que pensar.
27 de diciembre de 2023 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay una verdad absoluta, indiscutible, en la segunda temporada de “30 monedas” de Álex de la Iglesia: nos hace hablar de lo infernal.

Pero veamos qué es eso de INFERNAL según nuestro amigo DRAE -que no Drácula: no se emocionen-.

En la primera definición, adjetiva, que nos ofrece nos cuenta que es lo “perteneciente o relativo al infierno”. Aquí, tanto los acólitos “gentiles” del director como los que no lo son estaremos de acuerdo que señala el tema, al meollo argumental: hay curas, también una estampa infernal con guiños a lo Hellraiser, una jerarquía eclesiástica que vive en la opulencia y la rivalidad, alusiones directas a la maldad y la corrupción bajo la forma del objeto deseado, las 30 monedas, el ángel caído en persona. y un empresario muy woke que los supera a todos.

Hasta aquí, todo bien. El problema es que el camino de esta serie no se transita muy tranquilo, no hay alegorías, ni sugerencias, ni sutiles referencias de enigmas que intranquilicen el espíritu para descubrir el clímax del misterio, ni nada...de historia.

Ese “ni NADA”, se ahoga en las siguientes entradas de la DRAE:

“Muy malo, dañoso o perjudicial en su línea” ¿Pero qué línea es esa?: la de la ficción en formato televisivo, cuando se torna enjundia grosera, sin guion, “sin ton ni son” -que al caso es lo mismo-, que interese más allá de los efectos especiales, visuales y onomatopéyicos que trillan la historia. Una grosería visual sinsentido que hace sentir vergüenza ajena y, en contraste, admiración por aquellos esforzados realizadores ochenteros de serie B que sí se tomaron la molestia, y el tiempo, de presentar, escasos de recursos, heroicas producciones que hoy son veneradas por los que gustamos del cine de terror y fantástico, con o sin sangre. De eso, aquí, escribiendo de Iglesias, de la Iglesia no llega ni a aspirante de monaguillo.

Porque no todo vale, más cuando uno tiene mucha pasta para dirigir y presentarnos algo chulo y bien hecho, por muy desmadrado y gore que esto esté; porque la alegoría no puede ser sustituida por la burda aliteración de voces balbuceantes, ni por la anáfora sistémica en diálogos caprichosos que no llevan a NADA, todo trufado de persecuciones a lo Benny Hill.

Ese "nada" de Álex de la Iglesia me lleva directo, como un escupitajo al ojo, a la última entrada de la Real Academia, en su forma más coloquial: “Que causa sumo disgusto o enfado”. El ruido infernal.

No me ha gustado nada. Me parece un despropósito de mal gusto y desde luego tiene mucho en común con el Azatoth de Cthulhu: una serie que roe, gime y babea en el centro de la basura universal televisiva.

Ni de coña caigo en una tercera temporada, para entonces, parece ser, dimensional.
13 de marzo de 2019 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay un valor subyacente, indiscutible, en “la realidad” de la Roma del nuevo neorrealismo Cuarón: nos hace hablar del sueño de(l) cine.

Mientras a unos promueve, con aplomo, la ensoñación y una suerte de exploración del paisaje artístico de la película mediante el uso de ricas y -reconozcámoslo- imaginativas y elaboradas hipérboles, que lidian entre sí para explicar el fenómeno, otros caen rendidos al sueño que les provoca, inesperadamente, aturdidos por el sopor, contra todo pronóstico, hundiéndose a plomo e irremisiblemente en su sofá chaise longue.

A partir de ahí, entramos en deriva..., y el debate de la esencia del Cine (André Bazin, con el que pocos se atreven y muchos menos saben interpretar en su contexto).

...No se recuerda tanto a Cesare Zavattini, escritor y guionista italiano que promovió muchos de los filmes neorrealistas italianos más conocidos, hoy día, de la posguerra mundial. Éste decía, y cito: “El neorrealismo no es nada, tan sólo una idea, un punto de vista, una actitud moral" -no es arte, en sí mismo, ni quiere serlo; un método de trabajo que obedece a un objetivo moral, más allá de lo estético-.

Y de ahí, al vacío. Roma, sin objetivo real, ni moral -ni reivindicativo- que rinda homenaje al método de que se sirve. Una película hueca, desarbolada, sin profundidad real más allá de la autocomplacencia estética y la "profundidad de campo" cinematográfica, notablemente orquestada; sin historia realmente desarrollada, pues es excusa pretenciosa, casi de vanagloria, al servicio de recuerdos evocadores de clase alta, mirando con cariño a "la chacha" inanimada, desangelada, que se mueve por el diorama doméstico romano, cual marioneta.

Pero nos queda Cuarón, y su autocomplacencia técnica ¿Vanidad? Hay quien afirma que un artista habría de ser, necesariamente, vanidoso. Aplaudan, por favor.

Para mí es una pena. Me recuerda aquella imagen de las señoras bien, sentadas en fila parapetadas tras una mesa, engalanadas y escandalósamente enjoyadas, que solicitan donativos para causas benéficas: enfermedades, pobreza y medios para los más desfavorecidos...Y un plano secuencia de lo más hermoso, de la primera a la última, de extremo a extremo, con fotografías en B/N en trípticos y folletos, que reposan desmadejados en dicha mesa, apenas visibles, donde abundan imágenes de "esas personas"; mientras, una de las señoras, disimuladamente, se quita una miga del croissant de la comisura de sus labios excelsamente pintados, con un pañuelo de seda bordado.

El traje invisible del emperador está servido. ¿Arte? Por el amor de..., ¡que, además, pretendan acomplejarnos!...Para mí, lo hueco no es arte.

Y, en este sinsentido de aclamación artística experta, de rugiente empacho hiperbólico, me pregunto: ¿A dónde acuden, agrupadas las moscas? ¿A la miel, o a la m...?

Seamos amables. En lo personal, no es una buena película y el Árbol de la Vida está seco, tanto como lo estuviera, en su momento, el de Malick.
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