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Críticas ordenadas por utilidad
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6.3
240
10
22 de abril de 2010
22 de abril de 2010
25 de 28 usuarios han encontrado esta crítica útil
Calificarla como película de propaganda aliada de la Segunda Guerra Mundial, puede ser engañoso, pues siendo de propaganda, que lo es, está hecha con suma inteligencia y, por momentos, parece una película de suspense, a más de melodrama romántico, siendo en realidad una película de tesis con todos esos ingredientes.
La originalidad del planteamiento es total, pues el personaje de Clive, que es el bueno, el guapo, vamos, el protagonista (en este caso encarnado por Tyrone Power) es un desertor del ejército; aunque, lógicamente, no es un desertor vulgar. Es un héroe británico de Dunquerque, propuesto nada menos que para la Cruz Victoria, que asqueado de la brutalidad vivida, se aleja del frente, íntimamente trastornado. No huye de las incomodidades, del hambre, del dolor o del peligro, que afrontaría una vez más si encontrase alguna justificación moral, ética o política a tanto horror. Esa justificación se la va a dar el presonaje de Prudence (Joan Fontaine), contrapunto del de Clive. Toda la película gira en torno a ello, justificando con argumentos hermosos (ni tópicos, ni vulgares tan frecuentes en las películas de propaganda de la época) por qué es necesario luchar: no para conseguir un mundo mejor, sino para evitar que sea peor y que el suyo, su mundo, con todo el peso de su Historia, desaparezca. Por tanto, no se trata de ser mejores o peores, sino de sobrevivir y salvaguardar lo bueno que les legó su pasado. Y para ello se ha de ganar.
De nuevo Power metido en un personaje complejo, intimista y atormentado, de profundos y nobles sentimientos, y con fuerte conciencia de clase. Esto último me chirría bastante, y me explico: Power, aunque intenta pasar por proletario, a mí no me da en absoluto la imagen. Puede hacer de muchas cosas; pero de proletario, no lo veo. Su educada voz de barítono, sus maneras, ademanes y actitudes que salían de su propia personalidad, y esa cara de niño bien que Dios le dió, explican que una elegantísima, refinada y adinerada Joan Fontaine, cayera cautivada en sus brazos. No he leído la novela que da pie a la película; pero si ha de ser así el personaje del soldado, deberían haber buscado a otro actor de perfil más tosco. Con todo, como Power es un gran intérprete, medio se lo cree una y se cae en su hechizo como la Fontaine.
Secundarios grandiosos (con Thomas Mitchell y Nigel Bruce a la cabeza), una banda sonora bellísima a cargo de Lionel Newman, con canciones para levantar los corazones como "The soldiers never die", y una preciosa fotografía en blanco y negro, completan una película multigénero donde, a la postre, lo que queda es una inolvidable historia de amor, con algunas de las escenas más románticas que yo haya visto: como muestra, la antológica petición de matrimonio de Clive a Prudence por teléfono y su cita balo el reloj de la estación (a la altura de la mítica cita de "Tú y yo" en el Empire State). Hermosa película que da gloria ver.
La originalidad del planteamiento es total, pues el personaje de Clive, que es el bueno, el guapo, vamos, el protagonista (en este caso encarnado por Tyrone Power) es un desertor del ejército; aunque, lógicamente, no es un desertor vulgar. Es un héroe británico de Dunquerque, propuesto nada menos que para la Cruz Victoria, que asqueado de la brutalidad vivida, se aleja del frente, íntimamente trastornado. No huye de las incomodidades, del hambre, del dolor o del peligro, que afrontaría una vez más si encontrase alguna justificación moral, ética o política a tanto horror. Esa justificación se la va a dar el presonaje de Prudence (Joan Fontaine), contrapunto del de Clive. Toda la película gira en torno a ello, justificando con argumentos hermosos (ni tópicos, ni vulgares tan frecuentes en las películas de propaganda de la época) por qué es necesario luchar: no para conseguir un mundo mejor, sino para evitar que sea peor y que el suyo, su mundo, con todo el peso de su Historia, desaparezca. Por tanto, no se trata de ser mejores o peores, sino de sobrevivir y salvaguardar lo bueno que les legó su pasado. Y para ello se ha de ganar.
De nuevo Power metido en un personaje complejo, intimista y atormentado, de profundos y nobles sentimientos, y con fuerte conciencia de clase. Esto último me chirría bastante, y me explico: Power, aunque intenta pasar por proletario, a mí no me da en absoluto la imagen. Puede hacer de muchas cosas; pero de proletario, no lo veo. Su educada voz de barítono, sus maneras, ademanes y actitudes que salían de su propia personalidad, y esa cara de niño bien que Dios le dió, explican que una elegantísima, refinada y adinerada Joan Fontaine, cayera cautivada en sus brazos. No he leído la novela que da pie a la película; pero si ha de ser así el personaje del soldado, deberían haber buscado a otro actor de perfil más tosco. Con todo, como Power es un gran intérprete, medio se lo cree una y se cae en su hechizo como la Fontaine.
Secundarios grandiosos (con Thomas Mitchell y Nigel Bruce a la cabeza), una banda sonora bellísima a cargo de Lionel Newman, con canciones para levantar los corazones como "The soldiers never die", y una preciosa fotografía en blanco y negro, completan una película multigénero donde, a la postre, lo que queda es una inolvidable historia de amor, con algunas de las escenas más románticas que yo haya visto: como muestra, la antológica petición de matrimonio de Clive a Prudence por teléfono y su cita balo el reloj de la estación (a la altura de la mítica cita de "Tú y yo" en el Empire State). Hermosa película que da gloria ver.

5.6
612
10
8 de octubre de 2013
8 de octubre de 2013
34 de 53 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acabo de ver una película milagro. Una excelente película histórica que narra los hechos ocurridos a unos seminaristas en el inicio de la Guerra Civil, unos pocos de los miles de mártires que cayeron víctimas del odio. Mártir es aquel que prefiere la tortura o la muerte antes que renunciar a su fe, y eso es lo que eligió este grupo de jóvenes de Barbastro. Dije milagro, porque con escasísimo dinero y medios, la cinta se desenvuelve maravillosamente. Los actores no serás estrellas consagradas, pero vaya que si cumplen. El metraje de 133´ no pesa en ningún momento. y, para colmo, con nula propaganda, dado el políticamente incorrecto tema tratado, la sala estaba a rebosar. y aplausos finales incluídos, ojo. Por otra parte, es de agradecer la suavidad y hasta ingenuidad con que están tratadas determinadas escenas, como son la de la entrada de las fulanas en la sala prisión en que están los seminaristas, o los tormentos al obispo, antes de ser asesinado en el campo. Aplaudo el buen gusto del director en este terreno, aún perdiendo dramatismo y verosimilitud con lo que realmente pasó. Es una película hecha desde el amor y el perdón, desde la Fe, en definitiva, con unos milicianos humanizados enormemente. A veces, la verdad absoluta no conduce a nada bueno, sino a más rencor y odio. Seguro que ninguno de esos chicos del seminario hubieran deseado que su muerte generara más odio, sino perdón, aunque no olvido, que es distinto. Creo que es un precioso homenaje que un director valiente ha hecho a unas almas nobles que no tuvieron casi tiempo de hacer el bien a su prójimo, como deseaban.

6.8
339
10
10 de octubre de 2010
10 de octubre de 2010
16 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Qué gran director este Hathaway! Borda casi todos los géneros y, en este caso, el negro-carcelario-gangsteriano (perdón por la palabreja). Un buen maestro siempre saca lo mejor de sus alumnos y eso es lo hace este hábil realizador con un reparto que no tiene desperdicio. A la cabeza, uno de sus actores predilectos, un jovencísimo Tyrone Power, que aprovecha las enormes posibilidades de su personaje para deleitarnos con una espléndida interpretación (la escena del ojo morado y el filete de carne cruda la vería cien veces sin cansarme). Lloyd Nolan pocas veces lució más su indiscutible talento, al igual que Edward Arnold (aunque éste metido en uno de sus habituales papeles). Todos los secundarios están fantásticos; pero lo que más me ha llamado la atención ha sido la chica: para mí, Dorothy Lamour era poco más que una larga melena morena envuelta en vistosas telas de la Polinesia de Hollywood, con un ibiscum en el pelo. Pero aquí esta chica está fabulosa, con unos matices, una contención, una ternura admirables, sin olvidar su profunda voz sentimental. Su interpretación de la canción "It´s the begin of the end" es un regalo para los oídos.
En definitiva, hay acción sin parar, amor desinteresado en los cuatro personajes principales: padre, hijo, abogado y chica, buena fotografía, preciosa banda sonora, todo funciona perfecto. ¿Por qué casi no la conoce nadie y ni siquiera se llegó a estrenar en España? Misterios del cine que tal vez se deban a que siempre ponen las mismas películas en la televisión. Les aseguro que el cine es mucho más que Casablanca, Lo que el viento se llevó o La fiera de mi niña. ¿A que éstas sí les suenan?
En definitiva, hay acción sin parar, amor desinteresado en los cuatro personajes principales: padre, hijo, abogado y chica, buena fotografía, preciosa banda sonora, todo funciona perfecto. ¿Por qué casi no la conoce nadie y ni siquiera se llegó a estrenar en España? Misterios del cine que tal vez se deban a que siempre ponen las mismas películas en la televisión. Les aseguro que el cine es mucho más que Casablanca, Lo que el viento se llevó o La fiera de mi niña. ¿A que éstas sí les suenan?

7.4
2,010
10
23 de abril de 2010
23 de abril de 2010
15 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente película de tesis, realizada con suma elegancia: en sus planteamientos, en sus diálogos, en el tratamiento de todo tipo de temas, y en su reparto. Destila buen gusto de principio a fin. La obra nos subyuga desde el mismo momento en que la voz de Maugham (Herbert Marshall) empieza a narrarnos la historia. Todos deseamos conocer a Larry que, cuando aparece, se ilumina aún más la pantalla. No sé si será por ser Tyrone Power o porque los astros del Hollywood mítico tenían un estro especial que no existe ahora; pero lo cierto es que llenaban la pantalla. Todos, magistrales, y en mi "spolier" de abajo, pormenorizo los méritos de cada uno de ellos (para lo cual es imprescindible entrar algo en el argumento de la película).
Alfred Newman nos regaló tres temas (el de Larry, el de Isabel y el de Sophie) intimistas y grandilocuentes a un tiempo, sublimes.
Si esto no es una obra redonda, redonda, le falta muy poco. Y yo ignoro cúal es ese poco.
Alfred Newman nos regaló tres temas (el de Larry, el de Isabel y el de Sophie) intimistas y grandilocuentes a un tiempo, sublimes.
Si esto no es una obra redonda, redonda, le falta muy poco. Y yo ignoro cúal es ese poco.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
¡Qué interpretaciones!: Clifton Webb está insuperable en la escena de su muerte, cuando rompe en sollozos su escenificada compostura habitual. Sientes con él la absoluta soledad de Elliot que, paradójicamente, recibe su último consuelo temporal de quien menos tenía que agradecerle. Gene Tierney nunca estuvo más bella y exquisita, con momentos interpretativos brillantes, como cuando se entera por Maugham de que Larry ha vuelto a París y va a pasar a verla. ¡Cómo le brillan esos ojos abiertos de par en par, asombrados y anhelantes a un tiempo! Y qué decir de Anne Baxter, una de las más grandes actrices de la pantalla. Es imposible mejorar la transformación traumática que hace de Sophie, desde la imagen de "exquisita pureza" del pricipio, a la sórdida y viciosa del final. J. Payne, H. Marshall, E. Lanchester, estupendos también. Y Tyrone Power, cómo no, está inmenso y es el causante de que una obra de tanto fondo no nos llegue a pesar como una losa. Encarna a un hombre que sabe que un compañero murió en la guerra, deliberadamente, para salvarle la vida a él, y él, a cambio, siente que debe hacer algo más que casarse con una rica heredera. Tiene que llenar su vida de estudio, esfuerzo y buenas obras para justificarse a sí mismo el estar vivo. Isabel (Tierney), su prometida, no lo entiende, no le espera, y se casa con un antiguo amigo común, Gray. En la escena de Larry con la niña de Isabel en brazos, el día de su vuelta a París, tras años de ausencia, lo dice todo con su mirada; no se puede expresar más con menos. No hacen falta gestos ni palabras. Maravilloso.
La obra es también un tratado de la soledad en todas sus variantes: la de Larry es buscada con afán y se prevé corta; la de Gray es ignorada por él mismo, afanado, con valía y tesón, en la búsqueda de un futuro mejor; la de Elliot, sólo percibida a última hora; la de Isabel, en cambio, es amarga y para siempre.
La obra es también un tratado de la soledad en todas sus variantes: la de Larry es buscada con afán y se prevé corta; la de Gray es ignorada por él mismo, afanado, con valía y tesón, en la búsqueda de un futuro mejor; la de Elliot, sólo percibida a última hora; la de Isabel, en cambio, es amarga y para siempre.
10
19 de abril de 2010
19 de abril de 2010
11 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Excelente película de aventuras en los albores del renacimiento italiano, sin más pretensión que la de entretener y, a ratos, sobrecoger y emocionar, que no es poco. Eso sólo se puede hacer con buena dosis de talento. Su director, Henry King, era un maestro de ese género; el compositor, un siempre inspiradísimo Alfred Newman, lo era en su terreno; y, por supuesto, el conjunto de actores, excelente, hace el resto: bellísima Wanda Hendrix; secundarios de la talla de Everett Sloane, encarnando a un hombrecillo siniestramente simpático; o Félix Ailmer, quien siempre da especial majestad a sus personajes; y un Orson Welles mucho más comedido que otras veces, perfecto en su papel de maquiavélico, frío y despiadado estadista, dan realce a la cinta. Y, en el papel de Andrea Orsini, un Tyrone Power siempre por encima de su personaje. Me explico: Andrea Orsini bien pudiera ser un héroe "plano", a lo Errol Flynn, con su lucha a espada incluída; pero Power siempre enriquece con más facetas de personalidad a sus héroes que, por decirlo de alguna manera, casi nunca son de una sóla pieza. Así, el material con que va forjado el "héroe" Orsini llevaba buena dosis de cinismo e inteligencia puestos al servicio de una desmesurada ambición de poder.
A estas virtudes hay que añadir una maravillosa fotografía de paisajes en blanco y negro, y de interiores de los auténticos palacios venecianos, que son puro deleite visual. Resumiendo: cine de aventuras del mejor, injustamente olvidado.
A estas virtudes hay que añadir una maravillosa fotografía de paisajes en blanco y negro, y de interiores de los auténticos palacios venecianos, que son puro deleite visual. Resumiendo: cine de aventuras del mejor, injustamente olvidado.
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