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7
18 de agosto de 2018
18 de agosto de 2018
13 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
David Robert Mitchell, que ya nos sorprendió con su inquietante “It follows”, nos trae con esta película lo que parece a primera vista un guiño divertido a Mulholland drive, aunque hay mucho más: referencias a siglos de cine, teorías conspiratorias, una generación joven a la deriva y hasta una cierta crítica a la contemporánea industria del pop.
Sam, en la treintena, vive por encima de sus posibilidades en un apartamento con piscina en Los Ángeles. Desempleado, (durante el film esquivará toda pregunta acerca de su actividad) pasa la mayor parte del día observando con los prismáticos a sus vecinas. Tras la repentina desaparición de una de ellas, último rollo de una noche camuflado de gran amor, el joven emprende una búsqueda frénetica a la caza de pistas que le puedan llevar a su paradero.
La búsqueda del personaje principal es inconexa, con la estructura de un sueño demencial que nos irá desvelando un mundo hollywoodiense cínico, superficial y oscuro. El espectador llega pronto a comprender que la sucesión de pistas que sigue nuestro héroe no tiene más lógica y estructura que la que puede originar el cerebro del subconsciente mientras duerme. (Atención SPOILERS) Las pistas, que pueden ir desde un símbolo propio de la comunidad de los vagabundos hasta a un supuesto mapa escondido de la ciudad de Los Ángeles en el dorso de una vieja caja de cereales, son en extremo irrisorias y pueriles, pero (para nuestra sorpresa) se comprueban en la realidad.
Sam, en la treintena, vive por encima de sus posibilidades en un apartamento con piscina en Los Ángeles. Desempleado, (durante el film esquivará toda pregunta acerca de su actividad) pasa la mayor parte del día observando con los prismáticos a sus vecinas. Tras la repentina desaparición de una de ellas, último rollo de una noche camuflado de gran amor, el joven emprende una búsqueda frénetica a la caza de pistas que le puedan llevar a su paradero.
La búsqueda del personaje principal es inconexa, con la estructura de un sueño demencial que nos irá desvelando un mundo hollywoodiense cínico, superficial y oscuro. El espectador llega pronto a comprender que la sucesión de pistas que sigue nuestro héroe no tiene más lógica y estructura que la que puede originar el cerebro del subconsciente mientras duerme. (Atención SPOILERS) Las pistas, que pueden ir desde un símbolo propio de la comunidad de los vagabundos hasta a un supuesto mapa escondido de la ciudad de Los Ángeles en el dorso de una vieja caja de cereales, son en extremo irrisorias y pueriles, pero (para nuestra sorpresa) se comprueban en la realidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Estas pesquisas parecen ser una excusa o telón de fondo para hacer patente una triple fábrica de sueños rotos: la del sistema hollywoodense, la de una generación de jóvenes sin rumbo y la del propio Sam.
Resultan interesantes los comentarios de uno de sus amigos, en la misma onda geek, rodeado de ordenadores, videojuegos y drones, pero que, contrariamente a él y al realizador de cómics, vive ajeno a la teoría conspiratoria que se hace realidad en el filme. Éste, llega a decirle algo como: “Buscamos el misterio porque hoy en día no hay más misterios por descubrir” para disuadirlo de su búsqueda absurda. Esta nueva voz, en apariencia más sensata, pone sobre la mesa la realidad de una generación joven perdida. El propio Sam, le confiesa que pensaba estar destinado a hacer grandes cosas pero que al final, se encuentra en la treintena sin haber logrado nada que valga la pena. ¿Podría ser esta confirmación de sus teorías paranoicas una especie de consuelo frente a esta insustancial vida?
Consuelo, no obstante, que no llega, pues el protagonista parece caer cada vez más en el desasosiego. Tras descubrir que todos los ídolos de su generación han sido creados por un viejo rico excéntrico o que las ideas alocada del cómic de un escritor sin gran éxito son reales, la agresividad del protagonista va en aumento. Un matador de perros anda suelto por Los Ángeles así como una especie de mujer “devora hombres asesina”. La película no se contenta con permanecer ahí y prefiere rizar el rizo corroborando el mundo paralelo de los vagavundos o la leyenda urbana de los mensajes ocultos que aparecerían al rebobinar las letras de las canciones de los vinilos, hasta llegar a una cúspide demencial en la que los poderosos preparan su muerte al modo de los antiguos faraones, sepultándose en las catacumbas de Los Ángeles junto a sus musas preferidas. Las jóvenes estrellas de cine del film que no logran salir de roles secundarios y comerciales sin gloria, se ven así abocadas a la prostitución o prefieren dejarse llevar a esta excentricidad elevada a la máxima exponencia.
No obstante, nuestro héroe parece salir vencedor de esta sociedad sin sentido, consiguiendo no pagar su alquiler y burlar así a su casero por enésima vez. Sam podrá de esta forma seguir viviendo su propio lujo y quizás, ahora que conoce la verdad, autocoronarse en la cima del éxito.
A lo largo de la cinta se destila un olor de crítica a la industria, en la que el cinismo es moneda corriente. La banda de moda en el filme “The brides of Jesus” (“Las novias de Jesús”) ni siquiera ha escrito sus canciones y pese al halo de profundidad que pretenden tener, confiesan en las fiestas privadas que su propio nombre no tiene otro sentido que el puramente comercial: “creemos que las novias de Jesús cansará menos al público”.
La película nos regala planos interesantes que en mi caso, quedaron bien grabados en mi memoria. El momento del flechazo, en el que, de noche, envueltos en una grandilocuente banda sonora, Sam se agacha para acariciar al perro de la chica mientras este hace sus necesidades. Al alzar la mirada, una luz blanca intensa nos deslumbra con la asombrosa mirada azul de la chica. El director mezcla con frecuencia lo escatalógico y patético con una gran banda sonora que le procura de manera efectiva este toque completamente irrisorio.
En esta vuelta de tuerca lalalandesca, no hay colores ni personajes sublimes pero si una gran catacumba de sueños rotos, que no dejará indiferente al espectador, para bien o para mal. Para aquellos que la hayan apreciado, se quedarán con ganas de hacer más de un visionado. Para saborearla en su plenitud, hay que dejarse llevar por la lógica de las pesadillas y leer algunas señales que el director nos ha ido dejando por el camino.
Resultan interesantes los comentarios de uno de sus amigos, en la misma onda geek, rodeado de ordenadores, videojuegos y drones, pero que, contrariamente a él y al realizador de cómics, vive ajeno a la teoría conspiratoria que se hace realidad en el filme. Éste, llega a decirle algo como: “Buscamos el misterio porque hoy en día no hay más misterios por descubrir” para disuadirlo de su búsqueda absurda. Esta nueva voz, en apariencia más sensata, pone sobre la mesa la realidad de una generación joven perdida. El propio Sam, le confiesa que pensaba estar destinado a hacer grandes cosas pero que al final, se encuentra en la treintena sin haber logrado nada que valga la pena. ¿Podría ser esta confirmación de sus teorías paranoicas una especie de consuelo frente a esta insustancial vida?
Consuelo, no obstante, que no llega, pues el protagonista parece caer cada vez más en el desasosiego. Tras descubrir que todos los ídolos de su generación han sido creados por un viejo rico excéntrico o que las ideas alocada del cómic de un escritor sin gran éxito son reales, la agresividad del protagonista va en aumento. Un matador de perros anda suelto por Los Ángeles así como una especie de mujer “devora hombres asesina”. La película no se contenta con permanecer ahí y prefiere rizar el rizo corroborando el mundo paralelo de los vagavundos o la leyenda urbana de los mensajes ocultos que aparecerían al rebobinar las letras de las canciones de los vinilos, hasta llegar a una cúspide demencial en la que los poderosos preparan su muerte al modo de los antiguos faraones, sepultándose en las catacumbas de Los Ángeles junto a sus musas preferidas. Las jóvenes estrellas de cine del film que no logran salir de roles secundarios y comerciales sin gloria, se ven así abocadas a la prostitución o prefieren dejarse llevar a esta excentricidad elevada a la máxima exponencia.
No obstante, nuestro héroe parece salir vencedor de esta sociedad sin sentido, consiguiendo no pagar su alquiler y burlar así a su casero por enésima vez. Sam podrá de esta forma seguir viviendo su propio lujo y quizás, ahora que conoce la verdad, autocoronarse en la cima del éxito.
A lo largo de la cinta se destila un olor de crítica a la industria, en la que el cinismo es moneda corriente. La banda de moda en el filme “The brides of Jesus” (“Las novias de Jesús”) ni siquiera ha escrito sus canciones y pese al halo de profundidad que pretenden tener, confiesan en las fiestas privadas que su propio nombre no tiene otro sentido que el puramente comercial: “creemos que las novias de Jesús cansará menos al público”.
La película nos regala planos interesantes que en mi caso, quedaron bien grabados en mi memoria. El momento del flechazo, en el que, de noche, envueltos en una grandilocuente banda sonora, Sam se agacha para acariciar al perro de la chica mientras este hace sus necesidades. Al alzar la mirada, una luz blanca intensa nos deslumbra con la asombrosa mirada azul de la chica. El director mezcla con frecuencia lo escatalógico y patético con una gran banda sonora que le procura de manera efectiva este toque completamente irrisorio.
En esta vuelta de tuerca lalalandesca, no hay colores ni personajes sublimes pero si una gran catacumba de sueños rotos, que no dejará indiferente al espectador, para bien o para mal. Para aquellos que la hayan apreciado, se quedarán con ganas de hacer más de un visionado. Para saborearla en su plenitud, hay que dejarse llevar por la lógica de las pesadillas y leer algunas señales que el director nos ha ido dejando por el camino.
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