Obra maestra instantánea, ese es ni más ni menos el calificativo que merece esta primera parte de la adaptación de la novela de Frank Herbert por parte de Denis Villeneuve. Como nos tiene acostumbrados el cineasta, la historia se va desarrollando a base de imágenes impactantes, con una carga dramática muy intensa y una banda sonora totalmente inmersiva.

La primera hora mantiene un ritmo pausado, aunque necesario para asentar todos los conceptos en los que nos empieza a sumergir la historia. A partir de esta introducción, los acontecimientos se van desarrollando cada vez con más rapidez y ya el espectador queda totalmente enganchado en esta gran sucesión de escenas capaces de abrumar los sentidos.

El gran elenco de actores supone igualmente uno de los puntos fuertes del filme, ya que los personajes principales quedan totalmente explicados, sin necesidad de excesivos diálogos, gracias al genial trabajo de los actores.

La historia, aunque nos puede sonar reiterativo de lo ya visto en otras películas, sin embargo, gana una carga dramática y de misterio debido a la gran factura técnica: desde la fotografía, que brilla hasta en las escenas más cotidianas, hasta la banda sonora a cargo de Hans Zimmer, que supone el complemento perfecto para adentrarte de lleno en la historia.

En definitiva, estamos ante un impresionante espectáculo audiovisual, digno de otras obras del autor como “La llegada (2016)” o “Blade Runner 2049 (2017)”. Sin embargo, como contrapartida, la lucidez de las imágenes visuales se desarrolla en un ritmo pausado típico del autor, pero al que no estamos acostumbrados en el cine hoy. Por ello, es posible a muchas personas no les llegue a enganchar esta cinta. Lo que es seguro es que estamos ante un cine de calidad, que no deja a nadie indiferente al verlo.