Entré en la sala sin tener ni idea de lo que iba a ver, solo que era de Shyamalan. Lo de entrar sin expectativas ayuda, y mucho, durante la primera hora de la película: hay ritmo, la premisa es más que interesante y la falta de credibilidad en algunas escenas se ve compensada por la tensión, perfectamente reflejada por un Josh Hartnett que cumple con la misión de hacer que nos planteemos si nuestros vecinos son tan buena gente.

Sin embargo, llegado un punto crucial de la película, esta se vulgariza, se vuelve mediocre y entra en una fase de dilución en la que el castillo se cae con clichés, escenas y comportamientos inverosímiles que ni la tensión logra cubrir. En cada giro argumental da la sensación de que, si había 2 posibles decisiones, Shyamalan tomó la equivocada. Uno se agarra a la película hacia el final esperando ese giro último, esa magia argumental que le dé sentido a los últimos minutos en la sala, pero no, la suerte está echada y la sensación es que fue de menos a más y que lo que pudo ser no ha sido.

Es agotadora esa gente que siempre está a la búsqueda del último restaurante de moda, del gran plato no descubierto, de la gran novedad. Y mira, no, a veces lo que le apetece al cuerpo es parar en un bar de carretera que te sirva unos buenos huevos con chorizo: no inventan nada, no hay ni un ingrediente desconocido pero todo está bien mezclado y cocinado.

Con Longlegs, Perkins ha metido en la sartén los ingredientes más clásicos y conocidos de terror pero que, cual predicador en el desierto, nos da algo comestible en un género en el que estamos acostumbrados a que nos vendan la moto con la película de terror que reinventa el género pero que se queda en cutre. Fotografía y planos de gran calidad, un Nicolas Cage a la altura del reto, que entiende que es el malvado quién tiene que brillar en este género, una temática ya vista anteriormente con muchos elementos que funcionan cuando en reaiidad solo se trata de acojonar al personal y remitirle a sus miedos más ancestrales.

En resumen, sales teniendo la sensación de que te has comido un plato que ya habías probado otras veces, que te recuerda a cuando descubriste toda una serie de clásicos del género que han forjado tus expectativas y que cumple con la misión encomendada. Y no esperes más: no lo hay y, en reliadad, no hace falta.