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Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
27 de marzo de 2023
44 de 47 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con «Mantícora» Carlos Vermut confirma que es uno de los mejores directores españoles de la actualidad (o al menos uno de mis preferidos). Por cierto, clama al cielo que se fuera de vacío en los Goya. Recuerdo que salí del cine impactado. Lo cual es meritorio, pues hoy día tenemos bastante atrofiada la capacidad para que algo nos impacte. Hay tantas llamadas de atención, que ninguna nos la llama especialmente. En un mundo tan mediatizado por las imágenes en movimiento, las películas compiten con el continuo audiovisual que nos rodea, y por eso lo tienen mucho más difícil que antes para dejar huellas profundas en el espectador; esta lo consigue.

Yendo al meollo: en la película se indaga sobre qué ocurre cuando van mal las cosas, hay una exploración del fracaso y la derrota, en este caso derivada de cierta anormalidad. Porque digamos que las cosas se tuercen mucho en la vida de este chico llamado Julián, joven diseñador de videojuegos (brillante interpretación de Nacho Sánchez). Ya había algo torcido, es cierto, pero que más o menos se podía disimular o sobrellevar… Buena parte de la cinta trata justo de esto, de cómo a pesar de un problema de fondo (no voy a entrar todavía en el tema más oscuro, que es el central de la película; lo dejo en el spoiler), el chaval más o menos va haciendo su vida, tiene su carrera orientada, su trabajo, su casa, está empezando una relación con una chica, etc. Está claro que Julián tiene cierta incomodidad social, es tímido, reservado. Pero tampoco es que sea un extraterrestre, más o menos se sabe manejar en ciertas situaciones. También se ve que no tiene muchas relaciones sociales, su familia no existe, no parece que tenga amigos, etc. Tiene a la gente de su trabajo, en un momento dado hasta decide mudarse más cerca de la oficina para tener más contacto social con los compañeros del curro. Precisamente en una fiesta organizada por sus compañeros es donde conoce a la chica que en buena medida opera como ángel redentor, como alguien que le salva o le saca de esa situación de soledad y desamparo en la que se encuentra.

La película está muy bien narrada, visualmente, por el guion y por las interpretaciones. La manera en que se desarrolla el romance o la relación amorosa entre los dos protagonistas es brillante. Recoge de forma magistral cómo se mantiene esa tensión. La chica llamada Diana (también buena interpretación de Zoe Stein) tiene paciencia con Julián, es ella la que hace que avance la relación. Si fuera por él fuera seguramente no habría ocurrido nada, es Diana la que propone un nuevo encuentro y hace avanzar las cosas. Pero Julián no lleva la situación al siguiente punto; dice que nunca ha tenido una novia, y sabemos que tiene ansiedad por el sexo. En una escena anterior, con una chica que conoce una noche, sufre un ataque de ansiedad justamente en el momento en que van a follar. Hay algo raro con el chaval, vinculado al oscuro tema central. Quizá (esto es una teoría peregrina mía) su padre abusó de él en su infancia y ese trauma le ha marcado... Recordemos cómo, en la cita que tienen en el Museo del Prado, se detiene en el cuadro de Goya (Saturno devorando a su hijo), y es justo después cuando tiene lugar la conversación sobre sus padres: su madre murió, con su padre no se habla; en el momento en que Diana le pregunta por ello su cara se oscurece, seguramente hay algo turbio que prefiere no decir.

En fin, cuando las cosas parece que le empiezan a ir mejor a Julián, con el trabajo, la nueva casa, con Diana, es entonces cuando todo se desmorona. El aspecto secreto y oscuro de su personalidad, ese infierno interior inconfesable que tanto le hace sufrir, y cuyo origen no conocemos –nunca se da una explicación psicológica– finalmente sale a la luz.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En su empresa descubren que se ve atraído sexualmente por un niño, que es pedófilo. Ha cometido el error de hacer un modelo de realidad virtual con el niño, y su empresa se entera, porque monitorizan la herramienta que tienen para trabajar en el modelado de los videojuegos. Aquí la película plantea un debate, algo muy discutido desde el feminismo: el deseo no se elige. Muchas mujeres tienen fantasías sexuales con el tema de ser violadas, humilladas, pegadas (recordemos «Elle» de Verhoeven). Análogamente, Julián no puede elegir su deseo, pero sigue habiendo una distancia entre la pedofilia (una inclinación horrible) y la pederastia (el acto criminal de abusar de un menor). En su caso todo permanece en el terreno de la fantasía; hasta ahora todo ha ocurrido en su imaginación, realmente no ha hecho daño a nadie, más que a sí mismo. Solo era un dibujo, es cierto que basado en un niño real, pero no dejaba de ser algo inventado. Incluso él mismo quema el dibujo y borra todos los archivos del ordenador, digamos que ya lo ha dejado atrás en el momento en que empieza a salir con la chica, incluso se ha mudado a otra casa para no estar cerca del niño: sabe que está mal y se autolimita.

Cuando la empresa lo descubre, le despiden y se convierte en la comidilla. «Lo trataremos con la máxima discreción», pero todo el mundo lo sabe y le dan la espalda. También se entera Diana, que rompe con él y dice que le da asco. Las desgracias no vienen solas, hay una caída en picado al abismo: es duro ser despedido por este motivo y que todos lo sepan, aunque Julián no parece tan deshecho por ello en ese momento. Pero cuando Diana lo deja, ahí sí que queda destruido del todo. De nuevo, está muy bien narrada tanto el despido del trabajo, como la ansiedad ante la situación de que su novia no responda las llamadas, y la consecuente caída al pozo.

Aquí está la respuesta a la pregunta de qué pasa cuando todo va mal, y no es bonita. Ahora sí ocurre algo muy grave, Julián da un paso más allá. De perdidos al río, va a la casa del niño cuando no está su madre y lo engaña por el telefonillo para subir. Esa escena es la más dura de todas; esto ya no es virtual, sino real, y se vuelve todo muy turbio. La película juega con la incomodidad de una forma terrible. Esto muestra la sutileza de lo potencial, una tensión mucho más potente que cualquier cosa gráfica y explícita. En fin, va a ocurrir algo horrible, pero cuando Julián ve el dibujo que el niño ha hecho de él como un tigre (de ahí lo de Mantícora), reflexiona sobre qué demonio es él mismo, sobre cómo está a punto de destrozar la vida de alguien. Toma distancia, empatiza con la potencial víctima (o quizá se acuerda de sí mismo de pequeño). Desbordado, toma la decisión de suicidarse.

Pero la peli no acaba tan oscura, da un rayo de luz, aunque con muchas sombras, es un final agridulce muy poderoso. En efecto, Julián finalmente no ha muerto, se ha quedado tetrapléjico o algo similar; no puede moverse y parece que tampoco hablar. Pero (lo creamos o no) aparece Diana, resulta que ha estado con él en el hospital todo el tiempo durante las operaciones. En la última escena están los dos en la cama de la casa de Diana, y ahora ella cuida a Julián como antes cuidaba de su padre. Esto da que pensar, hay una doble cara: el lado luminoso, pues después de todo Diana lo comprende, lo perdona y lo cuida, en una exagerada capacidad para entregarse (también aquí una reflexión sobre el rol de cuidadoras de las mujeres). Pero por ahí va la parte oscura: Julián estaba tachado para siempre, solo cuando se intenta suicidar, sin lograrlo, aparece esta luz que es Diana, que de nuevo vuelve con él y le cuida. De fondo, una poderosa reflexión sobre cómo la sociedad trata a quien se sale de la norma, quizá el tema central de las películas de Vermut. Hasta que no hace algo tan grave, que genera compasión y empatía, y lo vuelve inofensivo, nadie toma en serio su sufrimiento.
2 de enero de 2014
15 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acaba a película casi antes de que te des cuenta (por lo rápido que se te pasa) y la sensación es que todavía no ha ocurrido nada, que no ha llegado el acontecimiento en torno al cual esperas que gire la trama. Pero en seguida entiendes que ese es el quid de la película: que no tiene centro, que no pasa en ella nada excepcional. En efecto: se trata de retratar a un personaje que no se dirige a nada ni llega a nada, que da vueltas sobre lo mismo, que resulta recurrente, que se va para volver y viene para irse. Y la mejor manera de hacerlo es adquiriendo la propia película el carácter del personaje. Pues, como digo, la película se permite el lujo de que no pase propiamente nada en ella, de que los temas, los motivos y las escenas se repitan, de que se esté girando en círculo.

Así, la peli empieza en el mismo punto en el que termina; su protagonista va a Chicago solo para volver a Nueva York; toca la misma canción una y otra vez en el mismo garito; visita las mismas casas -la misma escena del telefonillo, la misma persecución del gato, la misma visita a la pareja que le acoge-. La carencia de rumbo del protagonista se contagia a la propia película; ella misma no se dirige a ningún sitio, no pretende nada en especial. Simplemente discurre sin mayores pretensiones. Por eso mismo se disfruta tanto al verla.
El culo del mundo
Documental
España2014
5.4
948
Documental, Intervenciones de: Andreu Buenafuente, Santiago Segura, Isabel Coixet ...
3
7 de agosto de 2015
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Andreu Buenafuente dirige un documental producido por su propia productora (El Terrat) que versa sobre sí mismo (¡oh, sorpresa!), y en el que da rienda suelta a sus delirios de grandeza. Sus 80 minutos (que se hacen larguísimos) son un sonrojante ejercicio de autoelogio, que en algunos momentos llega a dar vergüenza ajena; se nota cómo los planos y las declaraciones están escogidos para que él mismo quede muy 'cool'. Es significativo que en sus charlas con otras personas, se muestren enteras sus propias intervenciones, mientras que las del otro sean cortadas a medias. Se trata en todo caso de ensalzarse a sí mismo, haciendo ver lo muy trabajador y buen jefe que es, las buenas e influyentes amistades que tiene, la mucha pasta que ha ganado, la mucha pasión que tiene por su trabajo, etc.

No tengo nada personalmente contra Buenafuente, y de hecho he visto muchas veces su programa y me ha gustado, pero en tiempos duros como estos, resulta elitista y hasta insultante que un tío como él, que tiene la vida arreglada, se haga la víctima porque le han cancelado un programa de TV, y encima haga un documental para contarlo. Se nota a la legua que Buenafuente tiene, como dice Corbacho en un momento de lucidez de la película, un ego que no cabe ni en el Santiago Bernabéu, y este documental es una clara muestra. Por eso, me quedo con lo que decía David Hume al inicio de su corta autobiografía: «A un hombre le resulta difícil hablar largo rato de sí mismo sin envanecerse; por tanto, seré breve». Andreu, podrías haberte aplicado el cuento y ahorrarte estos 80 minutos de vanidad y narcisismo.
7 de abril de 2023 Sé el primero en valorar esta crítica
El problema de esta película es que en el fondo se trata de un remake del film de 1973 "The Wicker Man" (traducido en español como "El hombre de mimbre"). Lo que es peor, es un remake no admitido, que pretende ser chocante y original, cuando es una versión chusca y efectista de un clásico. Supongo que quienes fueron al cine a verla sin haber visto la del 73 efectivamente sintieron ese impacto; en cambio para los que habíamos visto ya la de Robin Hardy todo lo que ocurría nos resultó previsible, plano y se nos hizo larguísima. En definitiva, esta película queda arruinada por el hecho de que más de cuarenta años antes se había hecho otra mucho mejor, que explora el mismo tema y sigue una trama argumental similar, pero lo hace con mucha más elegancia y sutileza. Vayan a verla.
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