Me es imposible no decir que es excelete; aún más, el adjetivo se queda corto. La sinópsis que arriba se lee me resulta ambigua; considero que ninguna crítica o comentario abarca, en lo más mínimo, la maravilla de esta obra de Luis Buñuel. Anterior a mi experiencia con "Los olvidados" y otras creaciones de Buñuel no imaginaba el Surrealismo fuera de las artes plásticas. Fue una verdadera sorpresa. Finalmente, la historia y el evidente grito de repudio a la sociedad moderna, que suele olvidar ciertas cosas cuando está tan aturdida de desarrollo, se tornan en un par de las varias caras que tiene esta obra de arte, caras desde las cuales puede ser apreciada. Tiene, definitivamente, una cara para cada público; es una maravilla, insisto.

Solo (no sólo en mi habitación, sino en toda la casa), como a las dos de la madrugada, durante un frío y lluvioso sábado de octubre vi esta obra maestra del cine. Obviamente no me volví loco. Pero sí me perdí en un excéntrico fanatísmo por Stanley Kubrick (es, hoy día uno de mis directores favoritos). Tiempo después, me encontré con el libro de King y, como enamorado de la literatura, pensé en la ley de oro: "El libro siempre es mejor que la película". Compré el libro. Es gordo y me entusiasmaba la idea de que su tamaño extendería la experiencia cinematográfica a otros límites, aún mejores a los visuales y sonoros... No fue así. La ley se tornó teoría y recordé otra buena ley: "Los Best Seller no son siempre (casi nunca) buenos libros". No digo que no lo lean, pues sí refina detalles; pero, lo ciero es que Kubrick hizo una versión "infiel" del libro, y esta "infidelidad" no hizo sino mejorar la historia. Kubrick logró algo que King aún no consigue: llevar la imaginación humana a límites inexplorados, límites más cercanos, límites visuales y sonoros.