You must be a loged user to know your affinity with twolance
Críticas ordenadas por utilidad
Movie added to list
Movie removed from list
An error occurred

6.6
1,998
7
2 de abril de 2008
2 de abril de 2008
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
En medio de una sesión fotográfica Romain sufre un desmayo. Luego, ante el médico, sabe que de no aceptar la quimioterapia su vida puede terminar en tres meses. O en una semana.
Lo que ocurre en la vida de un ser humano tan pronto sabe que tiene pocos días para vivir, tema recurrente en el cine, es el planteamiento de esta película. En ella, como en tantas otras de similar temática, el protagonista inicia un proceso de relectura de su entorno y su dificultosa relación con el mundo, y sus problemas en cuanto al amor, la familia y la vida.
Lo es especial aquí es que por la manera como romain asume sus asuntos, la película escapa a las lógicas del héroe acrobático que lucha hasta el último momento por una meta:
Lo que ocurre en la vida de un ser humano tan pronto sabe que tiene pocos días para vivir, tema recurrente en el cine, es el planteamiento de esta película. En ella, como en tantas otras de similar temática, el protagonista inicia un proceso de relectura de su entorno y su dificultosa relación con el mundo, y sus problemas en cuanto al amor, la familia y la vida.
Lo es especial aquí es que por la manera como romain asume sus asuntos, la película escapa a las lógicas del héroe acrobático que lucha hasta el último momento por una meta:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Decidido como está a no someterse a los efectos colaterales del tratamiento químico, Romain enfrenta el temor de expresar a sus cercanos cuánto los quiere; temor que no logra superar, y más bien lo impulsa a un aislamiento que lo lleva hasta la casa de su abuela -una señora amorosamente ronca- en cuyo hogar Romain reencuentra imágenes reconciliadoras de su pasado. Allí recuerda significativos episodios de su vida infantil con la hermana y con el padre, e incluso la posible causa de su desprecio por los niños. Desde el sabor de estas imágenes decide aliviar los vínculos con su familia.
Esa idea según la cual buena parte de la mitología, la literatura y el cine se ha gastado en contar la historia de los regresos aplica aquí perfectamente. El viaje de retorno de Romain, aunque es hacia la muerte, es un viaje por la vida. Por eso acepta –de manera bizarra y extraña- donar su semilla genética para una pareja infértil, a pesar -no sólo de ser gay- sino de haber manifestado de tantas maneras su desprecio por los niños; palabras que le valieron tantos disgustos con su hermana.
Ante la pantalla, uno se encuentra ante una película sin grandes aspiraciones, con un pulso tranquilo, que va mostrando en acciones cómo un ser humano se enfrenta a sus posibilidades. No hay que esperar ni milagros ni luchas contra el tiempo: Romain acepta la muerte. Sin aspavientos; sin preguntarse por qué a él.
De ahí que, sutilmente, haya espacio para la poética del cine y de los elementos de la naturaleza: si el tema es la vida, una buena estrategia visual es pasear al protagonista a través de encuentros con la tierra, el aire, el fuego y el agua. Por eso veremos fuego que quema el dolor e ilumina el camino, agua que purifica, tranquiliza y nunca se detiene, aire que refresca el alma, y tierra que es bosque o playa para albergar a un cuerpo empezando a cumplir aquello de que somos polvo y en polvo nos convertiremos. Esas imágenes, dispersas alrededor del filme, se unen en la secuencia final cuando Romain, tranquilo y silencioso, se acuesta en la arena para recibir el sol del día; día que cuando se convierta en noche traerá también la noche para su vida.
Para quienes vamos al cine a ver cómo otros seres humanos se hacen a su mundo (y quien dice mundo dice destino), aquí encontramos una buena ventana a nuestras propias búsquedas éticas y estéticas.
Esa idea según la cual buena parte de la mitología, la literatura y el cine se ha gastado en contar la historia de los regresos aplica aquí perfectamente. El viaje de retorno de Romain, aunque es hacia la muerte, es un viaje por la vida. Por eso acepta –de manera bizarra y extraña- donar su semilla genética para una pareja infértil, a pesar -no sólo de ser gay- sino de haber manifestado de tantas maneras su desprecio por los niños; palabras que le valieron tantos disgustos con su hermana.
Ante la pantalla, uno se encuentra ante una película sin grandes aspiraciones, con un pulso tranquilo, que va mostrando en acciones cómo un ser humano se enfrenta a sus posibilidades. No hay que esperar ni milagros ni luchas contra el tiempo: Romain acepta la muerte. Sin aspavientos; sin preguntarse por qué a él.
De ahí que, sutilmente, haya espacio para la poética del cine y de los elementos de la naturaleza: si el tema es la vida, una buena estrategia visual es pasear al protagonista a través de encuentros con la tierra, el aire, el fuego y el agua. Por eso veremos fuego que quema el dolor e ilumina el camino, agua que purifica, tranquiliza y nunca se detiene, aire que refresca el alma, y tierra que es bosque o playa para albergar a un cuerpo empezando a cumplir aquello de que somos polvo y en polvo nos convertiremos. Esas imágenes, dispersas alrededor del filme, se unen en la secuencia final cuando Romain, tranquilo y silencioso, se acuesta en la arena para recibir el sol del día; día que cuando se convierta en noche traerá también la noche para su vida.
Para quienes vamos al cine a ver cómo otros seres humanos se hacen a su mundo (y quien dice mundo dice destino), aquí encontramos una buena ventana a nuestras propias búsquedas éticas y estéticas.

7.0
13,855
7
2 de abril de 2008
2 de abril de 2008
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vida en rosa, bio-grafía de la cantante francesa Edith Piaf, es al mismo tiempo un drama denso, un hermoso homenaje a la imagen, y una invitación a la reflexión sobre el arte, la vida y el amor.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Para lograr un filme satisfactorio en esos niveles, Olivier Dahan -su director- contó con un abundante material sobre la vida de la polémica Edith, a través del cual quiso mostrar cómo alguien vive de manera tan apasionada su arte que llega a fundirse en su propia obra. Como artista plástico que es, ese enfoque debió interesarle a Dahan más que la simple realización de un largometraje sobre la vida de algún famoso (biopic).
Gracias a esa claridad sobre lo que se proponía con el filme, rompe la narración lineal, para mostrar salteadamente fragmentos de la vida de la artista en sus diferentes etapas. Por eso, la narración acentúa, en la infancia, el mundo bohemio, “cabaretil” y circense en que creció su protagonista, a través experiencias rodeadas de abandonos, calles, espectáculo, mundo adulto y enfermedad. Estas escenas aparecen alternadas con el inicio, ascenso y descenso de su carrera, en un recorrido visual que muestra el París aterciopelado en camino de ingreso a lo urbano, y el New York de los music hall.
Frente a ese manejo salteado del tiempo, surgen dos sensaciones. Primero, que en el orden de aparición de los fragmentos elegidos no hay una lógica clara, sino más bien una cierta dinámica de “asociación libre”, que al espectador puede parecerle confusa. Segundo, que –pese a lo anterior- esa asociación abierta le permite escapar a la pretensión de establecer causas y efectos, de justificar en las dificultades infantiles las obsesiones de la vida adulta.
Esa claridad respecto a la historia, también viaja en lo visual, donde destaca la atmósfera pesada, fría, aterciopelada, que logran reflejar colores, espacios y objetos. El uso reiterado del plano-secuencia (que alcanza su mejor momento en la escena donde le informan a la protagonista la muerte de su gran amor), reitera cierto placer en lo plástico de la imagen, y complementa dicha atmósfera.
Pero si bien la película cuenta con un buen reparto, sin dudas la actuación de Marion Cotillard es la que define la consistencia de ese universo recreado en pantalla. Su maquillaje, sus gestos, su expresividad, reconocidos con un Premio Oscar, son el sello definitivo para que la historia se haga creíble. Al menos lo suficiente para que cuando al finalizar la película escuchamos esa famosa canción suya en la que dice no arrepentirse de nada de lo vivido, se configure uno de los mejores finales del cine que por estos días puede verse en la ciudad.
Gracias a esa claridad sobre lo que se proponía con el filme, rompe la narración lineal, para mostrar salteadamente fragmentos de la vida de la artista en sus diferentes etapas. Por eso, la narración acentúa, en la infancia, el mundo bohemio, “cabaretil” y circense en que creció su protagonista, a través experiencias rodeadas de abandonos, calles, espectáculo, mundo adulto y enfermedad. Estas escenas aparecen alternadas con el inicio, ascenso y descenso de su carrera, en un recorrido visual que muestra el París aterciopelado en camino de ingreso a lo urbano, y el New York de los music hall.
Frente a ese manejo salteado del tiempo, surgen dos sensaciones. Primero, que en el orden de aparición de los fragmentos elegidos no hay una lógica clara, sino más bien una cierta dinámica de “asociación libre”, que al espectador puede parecerle confusa. Segundo, que –pese a lo anterior- esa asociación abierta le permite escapar a la pretensión de establecer causas y efectos, de justificar en las dificultades infantiles las obsesiones de la vida adulta.
Esa claridad respecto a la historia, también viaja en lo visual, donde destaca la atmósfera pesada, fría, aterciopelada, que logran reflejar colores, espacios y objetos. El uso reiterado del plano-secuencia (que alcanza su mejor momento en la escena donde le informan a la protagonista la muerte de su gran amor), reitera cierto placer en lo plástico de la imagen, y complementa dicha atmósfera.
Pero si bien la película cuenta con un buen reparto, sin dudas la actuación de Marion Cotillard es la que define la consistencia de ese universo recreado en pantalla. Su maquillaje, sus gestos, su expresividad, reconocidos con un Premio Oscar, son el sello definitivo para que la historia se haga creíble. Al menos lo suficiente para que cuando al finalizar la película escuchamos esa famosa canción suya en la que dice no arrepentirse de nada de lo vivido, se configure uno de los mejores finales del cine que por estos días puede verse en la ciudad.
21 de mayo de 2008
21 de mayo de 2008
16 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenía bastante temor de encontrarme nuevamente con Indy; él ha sido uno de los mejores personajes para hacer que nuestra generación se enamorara de la pantalla gigante. ¿Razónes? Muchas: el alto grado de familiaridad que genera el haberlo seguido varias veces en sus anteriores aventuras, el paso del tiempo que tanto desfavorece la condición de los héroes, el cambio en la manera de hacer cine, la desactualización del género aventuras y lo cada vez más distantes en el imaginario colectivo que están ahora las imágenes del cómic... pues todos estos habían sido elementos clave en el éxito de las anteriores entregas.
Con agrado fui viendo cómo en esta cuarta película hay muchos elementos que configuran el "sello Jones-Spielberg-Lucas" (cuevas, insectos, persecuciones, búsqueda de objetos ocultos, romance...), pero mostrados con la consciencia de que el tiempo ha pasado. Por eso creo que admitir que las otras historias fueron posibles gracias a que eran "otros tiempos" le ayuda mucho a la evolución de la relación espectador-héroe. Se respeta la tradición, pero se refresca en algunos de sus componentes.
También considero admirable el que productor, actor y director se hubieran reunido nuevamente a realizar una de esas series en las que se nota no sólo el profesionalismo sino el cariño que se le tiene a la ficción que conjuntamente ellos han creado.
El resultado: buena música, imágenes bastante bien logradas, dosis adecuadas de efectos especiales, intriga en suficiente cantidad, manejo adecuado del reparto, y mucha acción...
Con agrado fui viendo cómo en esta cuarta película hay muchos elementos que configuran el "sello Jones-Spielberg-Lucas" (cuevas, insectos, persecuciones, búsqueda de objetos ocultos, romance...), pero mostrados con la consciencia de que el tiempo ha pasado. Por eso creo que admitir que las otras historias fueron posibles gracias a que eran "otros tiempos" le ayuda mucho a la evolución de la relación espectador-héroe. Se respeta la tradición, pero se refresca en algunos de sus componentes.
También considero admirable el que productor, actor y director se hubieran reunido nuevamente a realizar una de esas series en las que se nota no sólo el profesionalismo sino el cariño que se le tiene a la ficción que conjuntamente ellos han creado.
El resultado: buena música, imágenes bastante bien logradas, dosis adecuadas de efectos especiales, intriga en suficiente cantidad, manejo adecuado del reparto, y mucha acción...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El final en matrimonio, el elemento extraterrestre, la actuación de la antagonista, y un par de inverosímiles escenas, son los componentes más flojos en el panorama general de esta cuarta cinta de Indy. La inclusión de un hijo, producto de la relación con Marion -la heroína de la primera película- da pistas para pensar que en este chico -con un look bastante similar al de Marlon Brando de The Wild One (Salvaje)- va a continuar la serie que ya para esta cuarta entrega va en la década de los años cincuenta.

5.2
29,577
3
5 de abril de 2008
5 de abril de 2008
Sé el primero en valorar esta crítica
Más que un comentario sobre la película quisiera hacer una pequeña reflexión sobre uno de los aspectos en que ésta falla seriamente: después de alcanzar los máximos niveles de velocidad, es decir, la posibilidad de teletransportarse, vale soltar la pregunta de para qué tanta velocidad.
Las películas en las que un héroe acrobático salva al mundo hacen parte del inicio de la historia del cine. Desde entonces, las peripecias de Chaplin, Keaton, y los protagonistas del primer período del Western, fascinaron a la humanidad con esa forma de evadir los peligros a través de su cuerpo. En ello, hay una razón básica: el cine nos había permitido capturar el movimiento mientras se producía. De ahí que las secuencias de persecución fueran tan famosas, pero también tan necesarias: encantados con la captura del movimiento, los primeros hombres de cine buscaron llevarlo al extremo. Desde entonces, la velocidad encantó a los realizadores, y casi se convirtió en sinónimo (sino génesis) del género "Acción".
En cualquier caso, en el mismo Keaton, uno entiende la necesidad del movimiento. Subrayo la palabra "necesidad": el argumento de muchas de estos filmes era claro en mostrar que urgía moverse. Nos acostumbramos a ver la cuenta regresiva del reloj que indicaba el límite temporal después del que ya no sería necesaria la acción del héroe. Nos acostumbramos (y pienso que era una costumbre que mantenía la honestidad entre el director y el espectador) a sentir que el esfuerzo del héroe "valía la pena". En otras palabras, había argumento, historia; una historia-marco (frame-story) que le permitía al espectador encontrar un maco de referencia que le otorgaba peso a las acciones del protagonista.
Un ejemplo: en "La ley de la hospitalidad" (Our Hospitality), de 1923, Keaton protagoniza toda una historia en la que no puede salir de la casa en la que se encuentra hospedado porque fuera de ella sus anfitriones sí lo pueden asesinar.
Las películas en las que un héroe acrobático salva al mundo hacen parte del inicio de la historia del cine. Desde entonces, las peripecias de Chaplin, Keaton, y los protagonistas del primer período del Western, fascinaron a la humanidad con esa forma de evadir los peligros a través de su cuerpo. En ello, hay una razón básica: el cine nos había permitido capturar el movimiento mientras se producía. De ahí que las secuencias de persecución fueran tan famosas, pero también tan necesarias: encantados con la captura del movimiento, los primeros hombres de cine buscaron llevarlo al extremo. Desde entonces, la velocidad encantó a los realizadores, y casi se convirtió en sinónimo (sino génesis) del género "Acción".
En cualquier caso, en el mismo Keaton, uno entiende la necesidad del movimiento. Subrayo la palabra "necesidad": el argumento de muchas de estos filmes era claro en mostrar que urgía moverse. Nos acostumbramos a ver la cuenta regresiva del reloj que indicaba el límite temporal después del que ya no sería necesaria la acción del héroe. Nos acostumbramos (y pienso que era una costumbre que mantenía la honestidad entre el director y el espectador) a sentir que el esfuerzo del héroe "valía la pena". En otras palabras, había argumento, historia; una historia-marco (frame-story) que le permitía al espectador encontrar un maco de referencia que le otorgaba peso a las acciones del protagonista.
Un ejemplo: en "La ley de la hospitalidad" (Our Hospitality), de 1923, Keaton protagoniza toda una historia en la que no puede salir de la casa en la que se encuentra hospedado porque fuera de ella sus anfitriones sí lo pueden asesinar.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
En Jumper existe una paradoja: la máxima velocidad no sirve para resolver nada, el argumento en el cual se basa la historia es tan flojo que la película se ve en la necesidad de cambiar al extremo de lugares para lograr un mínimo atractivo.
Frente a esta película uno sólo alcanza a preguntarse para dónde va todo.
Frente a esta película uno sólo alcanza a preguntarse para dónde va todo.

6.2
14,843
7
11 de abril de 2008
11 de abril de 2008
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Guerra fría de principios de los años 80. El ejército afgano se defiende laboriosamente de un enérgico ataque militar de la Unión Soviética. Mientras tanto, el congresista estadounidense Charlie Wilson (Tom Hanks), más reconocido en el capitolio por su extravagante vida personal que por sus cualidades políticas, se encuentra lejos de pensar que es allá -a miles de kilómetros de su Texas- donde se convertirá en un personaje históricamente inolvidable.
Joanne Herring (Julia Roberts), católica conservadora, radical anticomunista, amante esporádica de Wilson, multimillonaria, y glamurosa, promueve el viaje de éste hacia Afganistán. Su objetivo: convencerlo de gestionar en el congreso de Estados Unidos un mayor apoyo financiero dirigido al ejército afgano para fortalecer su lucha contra los soviéticos. A esta combinación de rubia metida en asuntos internacionales y político corrupto, se le suma la participación de Gust Avrakotos (Seymour Hoffman), agente de la CIA, apasionado de los grandes retos, quien asume el rol de estratega.
Joanne Herring (Julia Roberts), católica conservadora, radical anticomunista, amante esporádica de Wilson, multimillonaria, y glamurosa, promueve el viaje de éste hacia Afganistán. Su objetivo: convencerlo de gestionar en el congreso de Estados Unidos un mayor apoyo financiero dirigido al ejército afgano para fortalecer su lucha contra los soviéticos. A esta combinación de rubia metida en asuntos internacionales y político corrupto, se le suma la participación de Gust Avrakotos (Seymour Hoffman), agente de la CIA, apasionado de los grandes retos, quien asume el rol de estratega.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Todas estas circunstancias son reales; tanto, que constituyen un material perfecto para un documental de televisión. Pero los realizadores deseaban una película. Y en Hollywood quien dice película dice entretenimiento: personajes que generen identificación con el espectador, enfrentamientos entre buenos y malos, conflictos personales y demás. Así las cosas, la distancia entre un material biográfico con tono dramáticamente documental y una película atractiva para el espectador común, se pretende librar con dos recursos narrativos.
En primer lugar, el contar la historia en clave de comedia. Ésta es una decisión polémica, porque no son pocas las contradicciones que genera el mostrar la guerra rodeada de risitas fofas y chistes socarrones. En segundo, resaltar la excentricidad de un personaje principal, en este caso el congresista, cuyo nombre da el título en inglés a la película. Se buscó darle textura a la silueta del político, por lo cual se exagera lo de su afición a las drogas, la corrupción, las mujeres y el licor. El conjunto de estas dos decisiones, en un director que ha ganado los premios más apetecidos de la industria del entretenimiento (Oscar, Grammy, Emmy...) pueden conducir a confusiones, y algo de ello puede verse en una película que no termina de ser ni contundente como autocrítica ni evasiva como una defensa.
Con todo, buena parte del peso del filme queda en las interpretaciones. De los tres personajes principales (el congresista, la rubia y el agente de la CIA), el que recibe mejor actuación es el del agente: corrosivo y gracioso, perspicaz e intuitivo, Philip Seymour Hoffman continua su costumbre de apropiarse del peso narrativo de los filmes en los que participa. Por su parte, Tom Hanks actúa con una naturalidad tal, que uno no sabe si él se acomoda a los personajes, o los personajes a él, pues le vemos espontáneo, tranquilo, cómodo, al darle vida al congresista Wilson.
Es a Julia Roberts a quien no le sentimos ni la comodidad de Hanks ni la fuerza contenida de Hoffman, por andar extraviada entre el glamour de sus vestidos, la sutileza de su sonrisa, y la belleza de su rostro, en medio de asuntos de guerra.
Situados en el 2008, sabemos bastante del desenlace de la intervención estadounidense en ese conflicto. Frente a ese antecedente, Juego de poder es ambivalente porque no decide abiertamente una posición. Continuamente deja claves sutiles que el espectador deberá reunir para sacar su conclusión. Sin embargo, no hay lugar para el típico final triunfante, donde solo caben la certeza y el orgullo por lo que se hizo. Así, esta película explora ese mismo tono -a veces sutil, a veces exaltado- de inconformidad que se encuentra disperso en diálogos, imágenes, argumentos y personajes del cine norteamericano reciente.
En primer lugar, el contar la historia en clave de comedia. Ésta es una decisión polémica, porque no son pocas las contradicciones que genera el mostrar la guerra rodeada de risitas fofas y chistes socarrones. En segundo, resaltar la excentricidad de un personaje principal, en este caso el congresista, cuyo nombre da el título en inglés a la película. Se buscó darle textura a la silueta del político, por lo cual se exagera lo de su afición a las drogas, la corrupción, las mujeres y el licor. El conjunto de estas dos decisiones, en un director que ha ganado los premios más apetecidos de la industria del entretenimiento (Oscar, Grammy, Emmy...) pueden conducir a confusiones, y algo de ello puede verse en una película que no termina de ser ni contundente como autocrítica ni evasiva como una defensa.
Con todo, buena parte del peso del filme queda en las interpretaciones. De los tres personajes principales (el congresista, la rubia y el agente de la CIA), el que recibe mejor actuación es el del agente: corrosivo y gracioso, perspicaz e intuitivo, Philip Seymour Hoffman continua su costumbre de apropiarse del peso narrativo de los filmes en los que participa. Por su parte, Tom Hanks actúa con una naturalidad tal, que uno no sabe si él se acomoda a los personajes, o los personajes a él, pues le vemos espontáneo, tranquilo, cómodo, al darle vida al congresista Wilson.
Es a Julia Roberts a quien no le sentimos ni la comodidad de Hanks ni la fuerza contenida de Hoffman, por andar extraviada entre el glamour de sus vestidos, la sutileza de su sonrisa, y la belleza de su rostro, en medio de asuntos de guerra.
Situados en el 2008, sabemos bastante del desenlace de la intervención estadounidense en ese conflicto. Frente a ese antecedente, Juego de poder es ambivalente porque no decide abiertamente una posición. Continuamente deja claves sutiles que el espectador deberá reunir para sacar su conclusión. Sin embargo, no hay lugar para el típico final triunfante, donde solo caben la certeza y el orgullo por lo que se hizo. Así, esta película explora ese mismo tono -a veces sutil, a veces exaltado- de inconformidad que se encuentra disperso en diálogos, imágenes, argumentos y personajes del cine norteamericano reciente.
Más sobre twolance
Cancelar
Limpiar
Aplicar
Filters & Sorts
You can change filter options and sorts from here