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Críticas 33
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
9
1 de junio de 2013
346 de 426 usuarios han encontrado esta crítica útil
El insoportable peso de la vejez, la corrupta pátina que otorga el tiempo, la vida resistiéndose a sucumbir ante la llegada de la decadencia, Peter Pans refugiados en temas de Rafaella Carrá e inyecciones de bótox, desertores del reino de las sombras fingiendo felicidad en decrépitos banquetes, el cinismo, la muerte. La grande bellezza no es sólo un brillante ejercicio formal por parte de su director, el napolitano Paolo Sorrentino, también es un retrato, a veces mordaz, a veces henchido de belleza, de una ciudad y sus gentes, de una Roma que niega su agonía buscando en la gloria de su pasado un antídoto a lo efímero del presente, la Roma del Panteón de Agripa y de la Capilla Sixtina, sí, pero también la Roma de las tetas operadas y de Berlusconi, esa Roma entre dos mundos que se mezclan en la figura de Jep Gambardella (excelente Toni Servillio) cronista, bebedor, atesorador de recuerdos, re dei mondani, con su terraza de fiesta perpetua colgada sobre el Coliseo, toda una metáfora de lo que pretende el film. Un film que quizás por esa necesidad de redención a través de lo artístico construye las imágenes más bellas de Roma nunca vistas en cinta alguna.

Sorrentino construye su edificio cinematográfico de la misma manera que lo hacía con el de Il divo, biografía fragmentada de ese oscuro personaje (¿acaso alguien no lo es en la política italiana?) llamado Giulio Andreotti, un collage de recuerdos e impresiones que huye del relato lineal, del camino trillado por el biopic al uso. Y es que el cine del director trasalpino parece responder a la lógica misma del proceso mental, al modo en como nos persiguen nuestros recuerdos: es, en definitiva, tan caprichoso y tan poco sometido a la lógica como éste. Habrá pues quien acuse (y de hecho lo hace) a su cine de cierta intermitencia e irregularidad, de ser caótico en su estructura sin tener en cuenta que dicho caos forma parte de la esencia misma de su estilo, que es una elección consciente por parte del autor. Sí, Sorrentino es napolitano y en su cine palpita la vorágine y el desenfreno de la metrópoli del sur.

Dicho todo esto resulta en parte comprensible que el Jurado de Cannes 2013 se olvidara de mencionar La grande bellezza entre los galardonados, de incluir su nombre en el Palmarés. La del italiano resulta quizás una apuesta demasiado arriesgada en su arrebatadas formas, en su desinterés por la narrativa tradicional. Algo que, por cierto, compartía con otra de las películas que más polémica y opiniones encontradas causó en su paso por el Palais de festivals, la muy radical Only God forgives. Ambas fueron obviadas por otros relatos más convencionales en su sintaxis narrativa (los riesgos de La vie d’Adele van por otros lados) en lo que supuso una decisión coherente por parte de Spielberg y compañía aunque algo conservadora a nuestro entender. Esto nos llevó a plantearnos si debíamos recomendar el film de Sorrentino universalmente aún siendo nuestro favorito de esta edición del Festival, la respuesta es un absoluto sí. Sí porque creemos en el poder de fascinación que emana de sus imágenes, sí porque entendemos que forma y contenido alcanzan una conjunción sobresaliente, sí porque pensamos que muchos de los que nos leen sienten, como nosotros, la necesidad de comulgar con un código visual dotado de un valor propio, sí finalmente porque consideramos la osadía y el riesgo como una virtud universal. No sabemos si en el ilegible mapa de la distribución nacional La grande bellezza tiene su espacio reservado pero por el sagrado enlace de las Mamachicho y Miguel Ángel que vamos a reclamarlo, son ustedes testigos.
18 de junio de 2011
178 de 195 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el principio era el Verbo y el Verbo era en Dios, y el Verbo era Dios...

Después viajamos en un cohete espacial que se incrustó en el ojo de la luna, nuestra realidad se distorsionó cuando cruzamos el umbral del gabinete del diabólico doctor Caligari, estábamos tan hambrientos que comimos sin dudar una bota en los yermos de Alaska, las bayonetas de la autocracia zarista apuñalaron a nuestros hijos en la ensangrentada escalinata de Odessa, mezclamos nuestras lágrimas con las de la Doncella de Orleans al ser heridos por el humo de su pasión, caímos de lo alto del Empire State Building al descubrir que el amor hace más daño que las balas, un cantarín pescador portugués llamado Manuel nos rescató de las olas y de las profundidades, a Dios pusimos por testigo que jamás volveríamos a pasar hambre, volvimos a Manderley empujados por las alas del sueño, recordamos a Rosebud mientras agonizábamos entre las lujosas sábanas de seda de Xanadu, cantamos la Marsellesa en el Rick's, brindamos por George Bailey, corrimos junto a Orson Welles por las cloacas de Viena, la felicidad nos transmutó al volver a pisar los verdes campos de Innisfree, como alcaldes suyos que éramos le dimos a Villar del Río la explicación que le debíamos, nos batimos en el barro junto a siete samurais, aprendimos junto a Apu el significado de la canción del camino, jugamos al ajedrez con la mismísima muerte, frente al pelotón de fusilamiento descubrimos que el patriotismo es el último refugio de los canallas, conseguimos que Kim Novak volviera de entre los muertos, subimos en ascensor con Shirley McLaine, echamos una mano al tute con Viridiana, apuramos un JTS Brown con Eddie Felson "El rápido", olvidamos nuestros juramentos en los imposibles pasillos de Marienbad, HAL 9000 nos cantó una canción infantil al sentir como se iba entregando al olvido, besamos a Fredo Corleone con el beso de la muerte, remontamos un río para encontrar al coronel Walter E. Kurtz., pasamos mucho miedo en los pasillos de la nave comercial Nostromo, susurramos "Fidelio" para introducirnos en los secretos de la noche, nos sentamos junto a Diane Selwyn en una de las butacas del Club Silencio y contemplamos como amanecía en las calles de Tokyo desde las lujosas y solitarias ventanas del Park Hyatt.

Sí, vivimos muchas vidas y gracias a los Lumiere...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Todo eso no se irá con nosotros como lágrimas en la lluvia.
8 de noviembre de 2012
97 de 116 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con un inicio que podría recordar a la divertidísima saga literaria protagonizada por ese frustrado novelista y profesor de literatura llamado Henry Wilt, En la casa nos sitúa en un instituto cualquiera repleto de típicos alumnos cuyas inquietudes se centran más en protagonizar escarceos sexuales con el sexo contrario o en ser protagonistas de hazañas deportivas que en tratar de discernir la magia oculta tras la prosa de James Joyce, Shakespeare o Cervantes. La empatía con el profesor Germain (interpretado magníficamente por Fabrice Luchini) es casi inmediata, su resignación ante la apatía que provoca sus frustrados intentos de embutir el amor por las letras a ese grupo de hormonados adolescentes es también la nuestra, como lo es la fascinación que siente ante la lectura de la redacción, cruel y ferozmente divertida, de uno de esos muchachos donde cuenta como pasó su fin de semana en el burgués domicilio de uno de sus compañeros de aula.

Esa fascinación hace que la película de François Ozon se adentre en un nuevo territorio, en el de la Scheherezade de Las mil y una noches, el de Alfonso Van Worden de El manuscrito encontrado en Zaragoza, el de Geoffrey Chaucer de Los cuentos de Canterbury es decir, el irrefrenable interés que nos provocan las historias y sus protagonistas y saber como van a desarrollarse aquéllas: ¿será una comedia? ¿una tragedia? ¿una cruenta fábula de terror? Al igual que el Sultán se veía incapaz de cumplir la diaria promesa de decapitar a su joven desposada transportado por sus exóticas narraciones, asido en volandas por las alas de la fantasía, el profesor Germain (y nosotros con él) se ve arrastrado por el maelstrom de saber que pasará luego, como discurrirá la próxima aventura del joven Claude García en la casa de esa familia con el inconfundible olor de la clase media. Quizás en la película de Ozon este poder de fascinación se acrecienta al ser el propio profesor un novelista frustrado que verá en Claude una oportunidad de revolverse contra su destino, de parir no sabemos bien si un Pigmalión o un Doppelgänger y es que, abriendo un nuevo camino de todos por los que transita En la casa, aquí cada personaje tiene unas motivaciones diferentes.

Esta pluralidad de motivos para justificar los actos de los protagonistas cubre un amplio abanico; desde las mencionadas anteriormente para el profesor a las de Claude, en el que la creación literaria parece en muchos casos más un medio que un fin. En él la prosa es una vía de escape que le ayuda a fugarse de una realidad cotidiana poco agradable, una carretera de un solo sentido que le aleja de la mugre diaria y le acerca a la normalidad burguesa representada por la familia de su amigo Rapha. Su interés erótico por la madre de éste es más bien fruto de su obsesión proletaria que un impulso genuinamente sexual. Esta diferenciación clasista le permite a Ozon adentrarse en el terreno de la sátira social para burlarse abiertamente de las obsesiones pequeñoburguesas tan frecuentes en la historia de la cinematografía francesa: su desmedida aparición por aparentar, su frívolo y superficial acercamiento al arte, la búsqueda de escarceos sexuales como vía de escape a sus frustraciones vitales, etc. Todo este juego cruel, que alguien podría considerar excesivamente cínico, queda atemperado por un final (no vamos a revelar ningún detalle argumental, tranquilos) en el que en una nueva vuelta de tuerca nos retrotrae a la idea del ser testigos de las historias, aquéllas que nos narran las novelas, el teatro, el cine… es la válvula de escape que nos permite huir de nuestros propios fantasmas interiores.

En la casa es por tanto un fabuloso plato que puede degustarse en muchas de sus facetas y que es apto para diversos paladares: en el de los interesados por ver en pantalla un ensayo sobre las causas que originan y delimitan el proceso creativo, en el de aquéllos que disfrutan con la sátira social entendida como una falsa comedia o incluso también para ser vista como un thriller con sus momentos de intriga y tensión. Un apetitoso menú que Ozon, como buen chef, cocina a fuego lento, alejándolo de la rigidez teatral que podía esperarse dados sus orígenes y al que finalmente convierte en algo tan genuinamente cinematográfico como indudablemente gozoso, sin duda una de las películas del año.

Reseña escrita originalmente para http://cinemaadhoc.info
11 de noviembre de 2012
138 de 232 usuarios han encontrado esta crítica útil
En el ambiente de una sala de cine de Sitges la confusión, la perplejidad se perciben casi como si tuvieran cuerpo propio. Hay quien silba, hay quien ríe nervioso, algunos dan palmas y otros tienen cara de extasiados mientras en pantalla James Franco, todo trenzas y dientes de oro, toca al piano Everytime de Britney Spears y Vanessa Hudgens, Ashley Benson y Rachel Korine (bikini amarillo, pasamontañas de unicornio rosa, el círculo que forman cerrado por escopetas) bailan con sus cuerpos recortados contra el ocaso de Miami. Hay quien se siente molesto e incluso indignado y es que Spring Breakers es lo suficientemente libre, lo necesariamente audaz que se precisa para provocar taquicardias entre los talibanes de lo convencional, sin duda habrá las suficientes reseñas acompañando a ésta para demostrarlo... si es que era necesario hacerlo.

“Yesterday was Thursday, Thursday Today i-is Friday, Friday (Partyin’) We-we-we so excited We so excited We gonna have a ball today Tomorrow is Saturday And Sunday comes after… wards” así rezaba ese clásico instantáneo del trash involuntario que cantaba (?) Rebecca Black. En la película de Korine se nos lleva de la mano al centro de este universo pop, nos mimetizamos y somos uno con Rebecca o al menos con lo que representa, el viaje, por tanto, no puede ser más nihilista porque va exactamente hacia el corazón de la nada, a un reino donde sólo importa la imagen y la repetición de lo obvio, a la búsqueda de lo uniforme, de lo masivo. No se puede esbozar un retrato más generacional, Korine dibuja el alma cani y el resultado, por supuesto, es un lienzo en blanco. ¿Se puede retratar el vacío sin caer en él? El director de Gummo cree que no y nosotros le agradecemos la valentía sabiendo como sabemos que hay quien confundirá mímesis con vacuidad gratuita.

Si hay quien no termina de pillar el juego arriesgado y mordaz de Korine siempre puede disfrutar con su forma de rodar, con ese alternar testosterona videoclipera y esencias clásicas (véase por ejemplo el largo plano-secuencia del atraco). Hay mucho de Michael Mann en ese retrato de las noches de Miami irrealmente iluminada, en esa continua sensación de viaje lisérgico fomentada por la electrónica y potente BSO de Skrillex y de Cliff Martínez que vuelve a confirmarse como un tipo a seguir muy de cerca tras sus magníficos trabajos del año pasado en Drive y Contagio.

No debemos pasar por alto, nos asustan demasiado las probables amenazas de sus fans, el trabajo de Selena Gómez, Vanessa Hudgens, Ashley Benson y Rachel Korine a las que no podemos más que aplaudir, en primer lugar por la valentía de aceptar un trabajo tan marciano y que probablemente descoloque a la mayor parte de sus seguidores. Dinamitar esa imagen de virginidad, de princesas Disney creada durante tantos años con sumo esmero ha debido suponer todo un reto. Ya avisamos a los seguidores de Los magos de Waverly Place y High School Musical: hay frases y dibujos sobre lo mucho que les gustan las pollas, hay unas buenas fumadas de marihuana, polvos en la piscina y asesinatos a sangre fría. Además de su valor personal al decidirse a rodar esta peli tampoco se les puede poner un pero en el desarrollo de sus papeles, han sido elegidas con gran acierto para representar una tipología concreta y lo hacen de una manera más que creíble, otro acierto de casting como lo es el de Robert Pattinson en Cosmopolis, criticar a cualquiera de los dos es guiarse más por el fanatismo de lo anti que emitir un jucio real basado en unos criterios definidos. Mención aparte merece, eso sí, un fabuloso James Franco, su papel de gangsta tiene momentos que dan ganas de ovacionar en pie, verbigracia su speech sobre sus posesiones, si hubiera justicia habría nominación este año, no se puede interpretar una caricatura y ser más creíble. Sencillamente soberbio.

Reseña escrita originalmente para cinemaadhoc.info
29 de agosto de 2009
45 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es en una de estas ocasiones en las que Lars resulta tolerable e incluso brillante. Mucho más ligera que la insoportable Anticristo, Riget toca tangencialmente muchas de las obsesiones del esquizofrénico danés: la confrontación entre espiritualidad y ciencia, su socarronería con la sociedad del bienestar, la locura etc... lo hace amparado por un humor delirante y absurdo, genial en muchas ocasiones (grandioso el doctor sueco y sus gritos de "Escoria danesa" desde el tejado del hospital) y por su acercamiento a los clásicos del género de terror/espiritista, los cuales vulnera y banaliza, no podía ser de otra manera hablando de quien hablamos.

Formalmente adopta muchos de los preceptos del efímero Dogma, así que los que les maree la cámara al hombro, los bruscos zoooms y los cortes abruptos de plano, que vayan provistos de buenas dosis de Biodramina, la necesitarán. No obstante resulta especialmente adecuado para acercarse a este hospital tan lleno de recovecos, pasillos que van a ningún lado, ascensores con visitantes y grietas que se abren repentinamente como el cerebro del polémico danés ¿Es El Reino una representación de la caótica psique de Von Trier?¿Lo es de una sociedad que ha dejado atrás su espiritualidad y confía tan sólo en la ciencia?. Puede ser todo eso y mucho más pero sobre todo es muy, muy divertida.
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