Después de varios tropezones cinematográficos en los cuales el buen Zemeckis lo apostaba todo por las innovaciones técnicas y la tercera dimensión, por fin regresa triunfante con una película que le permite tener un perfecto equilibrio entre el atractivo audiovisual y una historia interesante con mucho corazón.

Con el uso de la voz en off y a manera de cuento, el director desarrolla la historia de vida de Phillippe Petit, un hombre que desde niño ha sentido una fascinación por el equilibrismo en la cuerda y que ya en la edad adulta, tras conocer las todavía no terminadas torres gemelas en Nueva York, decide que su sueño es cruzarlas, a través de un cable y a una altura de más 110 pisos.

El estilo de Zemeckis siempre se ha caracterizado por su tono rosa u optimista plagado de sentimentalismo, y este filme no es la excepción. Inicia contando anécdotas claves para la evolución del protagonista, siempre cuidando el humor, el drama y el papel que jugarán los personajes secundarios.

Durante el segundo acto, con gran pulso narrativo y suspenso, la audiencia se involucra en la película mientras el plan para entrar a las torres va cobrando forma. Sin embargo es durante el fascinante tercer acto, la culminación del viaje, la realización del sueño de Phillippe, cuando la película alcanza grandes alturas literal y figurativamente.

La cuidada fotografía que durante todo el metraje se encarga de concebir planos audaces que funcionan de forma hermosa en tercera dimensión, llega a un verdadero clímax cinematográfico como no se había visto en las salas durante este año.

Una experiencia que literalmente quita el aliento, no solamente por lo atrapante de su historia, sino por su correcta realización, el carisma de Gordon Levitt y su creatividad visual que demuestra que la tercera dimensión es un recurso que, usado con inteligencia, puede llevar más allá la experiencia de ver una película en el cine.

Peter Jackson concluye su paso por la Tierra Media, con una apasionante película completamente entregada al entretenimiento, técnicamente impecable, pero no tan redonda como sus antecesoras gracias a su propósito de ser un gran cierre. Sin embargo ese pequeño detalle no impedimenta que sea en general un filme emocionante y entretenido, cuyo visionado es similar al trayecto de una montaña rusa que no te deja respirar, especialmente durante su segunda mitad.

La audiencia que no conectó con las dos anteriores, no tiene oportunidad de hacerlo aquí pues más que una película convencional, en donde se van conociendo los pormenores de la historia y sus personajes, es un gran desenlace de aire caótico lleno de emociones y acción frenética. Una cinta de guerra que arranca con un pequeño segmento de acción, para posteriormente concentrarse en construir con un maravilloso suspenso, un segundo acto bélico e inminente que en varias ocasiones roba el aliento, ya sea por lo emocionante de su historia o por lo exuberante de su concepción audiovisual.

Con efectos visuales de primer nivel, un diseño sonoro espectacular y una dirección artística inteligente que se convierte en un personaje más de la historia, esta conclusión, que quizá resulte imperfecta para el público más exigente, es sin duda un broche de oro excepcional lleno de grandes momentos; majestuosa, emocional, épica y perfecta para decir adiós al mundo creado por Tolkien y hermosamente adaptado al cine por Peter Jackson.

Una historia sencilla. Dos tipos se conocen en un bar y pasan juntos la mayor parte de un fin de semana involucrándose profundamente. Ubicada en Inglaterra y con todo ese fabuloso aire “british” la cinta es una muestra sencilla pero igualmente honesta sobre los esporádicos encuentros que hay entre los seres humanos. También versa sobre el aceptarse a si mismo y vivir una vida sin esquemas. Esto lo representa claramente el personaje de Glen un joven al que le gusta ir por la vida con la frente en alto. Por otro lado esta Russell quien es en esencia lo contrario. Lo interesante es como estas dos maneras de pensar hacen conexión invitando al debate interior de cada uno y también del espectador. Porque la presencia del espectador en la cinta es de una importancia fundamental por la brillante manera en que esta filmada. La fotografía sencilla pero precisa entrega planos interesantes que conciernen a la perspectiva con la que tenemos que vivir la historia al lado de estos personajes. Y es gracias a las excelentes actuaciones de estos y su innegable química que el espectador puede sumergirse de lleno en la historia para ser parte de ella. Lo más importante es que el filme es un retrato natural y honesto sobre las relaciones en la actualidad lejos de toda manipulación sensiblera. El guión y el director la construyen con tal sencillez y honestidad que obtienen como resultado un filme tremendo sobre lo interesante que es este proceso de enamoramiento. Y lo que es más, en una relación homosexual mostrando que es igual y tan simple como cualquier relación sin importar el género. Una película romántica que no lo es y que se define mejor como una historia cotidiana de lo más realista capaz de llegar muy hondo.

Lake Mungo es una apuesta indie australiana al cine de terror. Como ya es la moda las imágenes están basadas en grabaciones de supuestos eventos reales pero el formato y la narrativa de la cinta es a manera de un documental. Por lo tanto las entrevistas con los involucrados y los testimonios de la gente cercana a ellos son actores que hacen su trabajo de la manera más natural posible. El logro es que gracias a esto el espectador puede conectar con la cinta llegando a dudar que realmente se trate de una ficción.

El guión apela más al lado sensible sobre la muerte, la perdida y lo que conlleva la superación de la familia, lo que la hace más humana. En ningún momento hay escenas de horror que hagan brincar al espectador pero es interesante como este es inquietado ante las imágenes presentadas y los relatos de los supuestamente entrevistados.

Es curiosa e interesante por su narrativa, los giros de la trama y la manera en la que esta filmada. No es un referente en el cine de terror sin embargo te hace pasar una hora y media perturbante y muy melancólica.

Del estilo de Actividad Paranormal y su conjunto de falsos documentales, esta cinta (o especie de cinta) es todo menos una película en todo el sentido de la palabra. Teniendo en claro esto hay que reconocer únicamente su habilidad para crear momentos tensos e inquietar el público. Entre menos sepan de ella mejor e incluso es recomendable no ver su trailer promocional pues arruina los mejores momentos. Su estructura no precisa claridad para su trama o explicación de ningún tipo ni es tampoco una película que se tenga que entender, sino que se debe sentir por lo que para verla y disfrutarla es indispensable tener en mente que no se trata de una obra de arte, que no cuenta con un guión profundo y que mucho menos pretende serlo y tenerlo. Lo que pretende es espantar a la audiencia. Y no solo lo consigue sino que inquieta, perturba y desconcierta de una manera como hace mucho no lo hacía en mí una película de suspenso, terror, horror, gore o lo que sea que esta película sea. Se define mejor como un inquietante viaje de sacudidas frías como cubetadas de agua helada y con eso no me refiero a los típicos saltos que provocan los efectos de sonido sino a hacerte sentir el frío helado recorrerte por dentro en respuesta a las imágenes en pantalla. Es terrorífica, escalofriante y más que una película, es una experiencia. Sugiero que se vea en el cine (En Diciembre) o en un ambiente similar para que funcione. Tendrá (seguro que sí) sus detractores pero en mi funciono como debía y con bastante fuerza haciendo cuestionar mi capacidad para dormir la noche que la vi.