Esta película evoca nuestros instintos más primarios, ofreciendo minutos interminables de posaderas en primer plano y litros de sangre que fluyen sin cesar. La combinación de lo grotesco y lo hilarante crea un ambiente de risa nerviosa en la sala, donde la línea entre la provocación y lo zafio se difumina.

El concepto y la actuación del trío principal parecen haber sido lo suficientemente atractivos como para captar la atención de las productoras. Sin embargo, la ejecución deja mucho que desear. A medida que avanzan las escenas, la sobreabundancia de elementos escandalosos puede resultar más cansina que impactante.

Imaginemos que esta obra se proyectara entre los años 30 y 75 del siglo pasado. Sin duda, el público de esa época no solo quedaría escandalizado, sino que podría salir del cine con traumas que los llevarían a preguntarse, con miedo, que ocurrirá en el futuro para que todo se tuerza.

Una experiencia cinematográfica que, aunque ambiciosa, corre el riesgo de alienar en lugar de conectar.