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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
5 de mayo de 2012
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hoy, es sabido, los técnicos de filosofía (los profesores) le han ganado la partida a los filósofos, igual que los reptiles se la ganaron a los dinosaurios. Y, como es natural, cuando los técnicos ven acercarse a una de esas criaturas prehistóricas les entra el canguelo y se apresuran a insultarla y a tirarle piedras (de lejos, por si muerde), hasta que la ven desaparecer en el horizonte. De Ortega decían que era un filósofo de marquesas. Cioran tuvo más suerte: si no recuerdo mal, lo suyo eran las porteras. A ambos se les reprochaba lo mismo: fabricaban un producto de primera (filosofía) con materiales de la peor calidad. En lugar de limitarse, como buenos técnicos, a retorcer conceptos y a inventar palabras complicadísimas, preferían hacerse preguntas. Escribían sobre cosas que podían preocuparle tanto a una marquesa como a una portera, en vez de machacar hasta la asfixia los importantes problemas técnicos de la filosofía. En resumen, ejercían un trabajo noble de manera innoble. Por contra, hay una larga tradición de novelas que operan del modo inverso. Jane Austen o Dostoievski se ocupan de un género innoble, el melodrama, pero lo hacen tan exquisitamente que nadie en su sano juicio les negará nobleza. Orgullo y prejuicio o Los hermanos Karamazov son novelas de insuperable riqueza técnica (literaria en este caso), y al mismo tiempo serían capaces de arrancarle una lagrimita, si les diera por leerlas, a cualquier niñita cursi. Pues bien, parece que últimamente asistimos a un fenómeno parecido en lo que se refiere a las series de televisión. A dos metros bajo tierra o Mad men eran series para todos los públicos y eran series exquisitas, pero seguían mirando altivamente al melodrama puro y duro, se negaban a sumir sus lacras habituales (el maniqueísmo, por ejemplo) y su deseo descarado de complacer a la mayoría. Downton Abbey, en cambio, es un melodrama en toda regla, tan adictivo como el peor culebrón venezolano y tan sofisticado (en sus diálogos, en sus interpretaciones, en todo) como la obra de arte más fina que se os venga a la cabeza. Si os gustó Pasión de gavilanes os gustará Downton Abbey. Si os van más las películas de Antonioni o de Godard, os gustará Downton Abbey. Vedla, no seáis tontos. No todos los días tiene uno la oportunidad de engancharse a un culebrón sin sentirse culpable. No todos los días tropezamos con un culebrón para intelectuales.
10 de enero de 2012
13 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al que no le gusten los spoiler, que no siga leyendo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
¡Soy malo! Llevo barba y melena, tengo un montón de cicatrices y bebo mucha cerveza. Quince o veinte litros al día. Desayuno cerveza, almuerzo cerveza y ceno cerveza, y entre una comida y otra me tomo un par de birras para que la cosa no decaiga. Después cojo el coche y le meto caña. Y si me da el bajón, pues nada, lo estampo contra un muro y a ver si me muero. ¡Ah, no me muero! Qué pena. O no, mejor, así puedo seguir bebiendo cerveza. La peli empieza en ese plan. Después aparece una muchacha que también ha intentado matarse y que está todavía más loca que el otro, y se casan. Ella necesita casarse para que los padres la dejen irse de casa, y él dice bueno vale nos casamos, siempre y cuando no tenga que follarte. Qué va, dice ella, tú por eso no te preocupes, ¡si yo lo que quiero es follarme a otros tíos, a un montón de tíos, a todos los que pueda! ¡Para eso quiero salir de casa! No hace falta ser muy listo para saber de antemano que él se enamorará enseguida de ella y se morirá de celos y matará a uno de los tíos a los que ella se está follando y irá a la cárcel, momento en el cual ella se dará cuenta de que también le ama y se cortará las venas. Se ve venir desde el principio. Si ella no estuviera buena no se vería venir, pero da la casualidad de que está muy buena, o lo está al menos hasta que intenta suicidarse por segunda vez y vuelve a fracasar y le da una crisis de ésas existenciales y se corta el pelo y descubrimos que con el pelo corto se le ve una narizota tremenda. De ahí en adelante la película pierde interés. Él está en la cárcel y ella anda por ahí acordándose de él y teniendo hijos con otro. Después él sale de la cárcel y follan un poco, pero creo recordar que la cosa no va a más. Y eso es todo. ¿Os ha gustado el resumen? ¿No? Pues no veáis la película, porque es todavía peor.
31 de octubre de 2012
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me quito el sombrero. ¡Me quito el sombrero! Y ahora me lo pongo y me lo vuelvo a quitar. ¿Me oyen? ¡Me quito el sombrero dos veces! No es para menos. Insidious merece eso y mucho más. Venga, sí, me lo pongo y me lo quito otra vez. ¡Ya van tres! Y así podría seguir toda la noche, porque estamos ante una película excepcional. Sí, amigos, Insidious en una montaña rusa de sensaciones que se atreve a explorar los lados más oscuros del ser humano, para lo cual no duda en echar mano de un acervo de recursos narrativos asombrosamente nutrido. La riqueza expresiva de sus creadores no conoce límites. En poco más de hora y media, Wan se atreve a tocar casi todos los géneros cinematográficos, elevándolos a cimas insospechadas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Ciertamente es una película de terror, y dentro del género destaca por su asombrosa capacidad para condensar con total desparpajo los tópicos más manidos (casa encantada, cosas que cambian de sitio cuando nadie las ve, niño poseído, madre acechada por los fantasmas, marido insensible a la angustia de su mujer, un médico incapaz de emitir un diagnóstico, una entrañable y anciana vidente, un árbol zarandeado por el viento al otro lado de la ventana, desvanes oscuros, sombras, niebla, y esos adorables crujidos y portazos que son la sal y la pimienta de cualquier peli de miedo). Es, sí, una película de terror, pero es también la mejor comedia que he visto en los últimos veintinueve años (ninguna otra película me ha hecho reír tanto), un thriller apasionante que depara multitud de sorpresas (cierto que ninguna de sus sorpresas sorprende -son tan previsibles como los charcos en un día de lluvia-, pero no por ello dejan de ser sorpresas admirables); es una trepidante película de acción, en la que asistimos a una de las peleas cuerpo a cuerpo más espectaculares del cine moderno (véanla y sabrán de qué les hablo), y, sobre todo, es un drama sobrecogedor, que nos muestra en toda su crudeza el panorama desolador del mundo contemporáneo y nos obliga a hacernos un buen número de incómodas preguntas: ¿qué ha pasado? ¿Cómo hemos llegado a esto? ¿Cómo es posible que millones de personas en todo el mundo prefieran gastar su tiempo y su dinero en ver basuras como Insidious en lugar de hacer CUALQUIER OTRA COSA, no sé, mirar durante una hora y media una pared vacía o rociarse de gasolina y prenderse fuego? Francamente, es desolador. Mención aparte merece la banda sonora. Debería inventar algo ingenioso para putearla, pero sólo de recordarla me deprimo y se me van las fuerzas. Antonio Machado escribió sobre sí mismo, quizá con inmodestia, que era un hombre bueno en el buen sentido de la palabra. Insidious, amigos, no es mala en el buen sentido, ni en el malo, sino en todos, absolutamente en todos los sentidos.
16 de enero de 2012 3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca tendré la suerte de conocer a Ben Affleck, pero si algún día me lo encuentro, digamos que en un sueño, espero ser agradecido y no reprocharle las dos o tres parrafadas perfectamente abreviables de la película, espero no echarle en cara los flashbacks innecesarios ni el sentimentalismo que asoma de vez en cuando la cabeza para volver a esconderla enseguida, espero, en fin, ser justo y acordarme sólo de las magníficas escenas de acción, del exquisito tratamiento de los personajes, del laborioso y simplísimo desarrollo de la trama, y, sobre todo, de haberse tomado la molestia de no hacer un thriller al uso, es decir, una película que sólo plantea preguntas que pueden resolverse, igual que se resuelve un puzle, sino una película que también plantea otra clase de preguntas, la clase de preguntas que no encajan con ninguna respuesta, o que encajan con muchas, con tantas que no hay forma de dejar de dejar de hacérselas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
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El resumen de los hechos puede hacerse en un segundo: varias personas, entre ellos algunos policías, secuestran a una niña para librarla de su madre yonqui. Un detective privado los descubre y devuelve la niña a su madre. Así dicho, parece un final feliz. Pero si habéis visto la película sabéis que no es feliz, y que tal vez no es ni siquiera un final.

En los primeros minutos, la voz en off del protagonista (el detective), dice: «siempre he creído que todo aquello que no eliges es lo que te define. Tu ciudad, tu barrio, tu familia.» Y a continuación añade: «de pequeño le pregunté al cura cómo se podía ir al cielo viviendo en este barrio sin morir en el intento. Me dijo lo que Jesús les decía a sus discípulos: sois ovejas entre lobos. Sed sagaces como serpientes e ingenuos como palomas.» Esas frases proverbiales son el signo y el emblema de toda la película.

Los secuestradores son sagaces porque traman un plan perfecto para raptar a la niña, y son ingenuos porque creen que lo hacen por su bien: creen que pueden darle una vida mejor que la que tendrá junto a su madre cocainómana, y creen que pueden hacerlo, además, engañando a todo el mundo, raptándola, escondiéndola y haciéndola pasar por quien no es. El detective, por su parte, también es sagaz, porque él solito desenmascara el plan de los secuestradores, y es ingenuo, tan ingenuo como ellos, y lo es por el mismo motivo, aunque en principio parezca radicalmente opuesto: cree, al contrario que ellos, que una niña pertenece a sus padres, aunque éstos no estén dispuestos a asumir ese papel, y cree, al igual que ellos, que está en su mano salvar a la niña, y salvarse a sí mismo de paso. Cree que hace lo correcto y que irá al cielo por ello. Se equivoca, naturalmente, del mismo modo que se equivocan los secuestradores, del mismo modo que se equivocó el cura que le aconsejó ser sagaz e inocente para ir al cielo. ¿Ir al cielo?, debería haberle dicho. Hijo mío, ¿no te has dado cuenta? Esto que ves (tu ciudad, tu barrio, tu familia) es el cielo. Y, créeme, por mucho que lo intentes, nunca saldrás vivo de él.
11 de enero de 2012
7 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
A los dieciocho años compré un volumen de cuentos que incluía El perseguidor, de Cortázar. Comencé a leerlo, y antes de llegar a la mitad ya había tomado un par de decisiones que marcarían el resto de mi vida: quería volverme loco y no quería dedicarme a nada que no fuera la literatura. Si en vez de tropezar con aquel cuento hubiera tropezado con esta película, probablemente mi destino habría virado hacia el cine. Es la clase de película que a un hombre maduro le parecerá simplemente sofisticada, aburrida o rara, que a un muchacho vulgar le parecerá coñazo, aburrida y rara, y que a un muchacho inquieto le retorcerá las entrañas y le señalará el camino. Igual que los libros de Dostoievski y de Valle-Inclán, igual que El buscavidas, Donnie Darko o ¿Quién teme a Virginia Woolf?, Las manos en los bolsillos está llamada a ejercer un efecto nefasto sobre los adolescentes. En un Estado perfecto (perfecto, no ideal), se prohibiría que la vieran los menores de veinticinco años. De lo contrario, el Estado correría el riesgo de perder a un montón de buenos ciudadanos y ganar un montón de malos artistas. Por suerte, lo estados perfectos no se ven muy a menudo. Demos gracias, pues, por vivir en esta mierda de mundo.
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