Billy Wilder se asienta en un buen guión para enseñarnos cómo se debe contar una historia con imágenes, desde los planos generales para introducirnos en el contexto del Hollywood de la época, hasta los primeros planos que hablan de los personajes y sus por qués particulares. Wilder también hace en esta película un tratado del movimiento de cámara. Los travellings tienen lo que tienen que tener: SENTIDO.

Una película puede tener muchos vicios, pero el que NUNCA soy capaz de perdonar es que algo en ella no resulte VEROSIMIL (las cosas -por increibles o absurdas que puedan parecer a priori- si encajan en un contexto, entonces son verosímiles). No necesito que me convenza, que sea creíble ni nada por el estilo. Esta película presenta a personajes occidentales del siglo XVII (o algo así) luchando al estilo Matrix. Ya digo, algo INVEROSIMIL. De lo peor que he visto nunca.

En cualquiera de los casos artísticos (cine, música, pintura...) un creador puede tener una, varias o muchas virtudes; en mi opinión, la que nunca puede faltar en su trabajo es el SENTIDO. Algo puede estar escrito, filmado o montado con mayor o menor fortuna técnica, pero siempre ha de tener un SENTIDO. Es decir: el creador sabe a dónde quiere llegar, independientemente de cómo hacerlo. Esta película es, para mí, un monumento al sentido, en todas y cada una de de sus secuencias, y lo que es más meritorio: en el conjunto de todas ellas. Obra maestra. CReo que hay un antes y un después de El Padrino.