Aureliano: la brutalidad. Nunca un asesino de tales características causará tanta compasión, tanto cariño. Desde fuera el poder y el dinero marcan sus decisiones, pero dentro es mucho más, hay mucho más. Es una persona atormentada, que solo desea proteger a los suyos. Únicamente en sus últimos minutos lo llegas a entender.

Cinaglia: la decencia. La única persona normal, buena, al menos a priori, es en realidad la que más podrida está. Parece que son sus ideales los que marcan sus pasos, pero para el final solo quiere el poder por el poder, llegando a ensuciarse las manos de la forma más vil posible.

Lele: la tragedia. Nos muestra el efecto de las malas decisiones. Las consecuencias de no afrontar los problemas a tiempo. Su constante huida hacia delante lo hunden más y más en el fango, hasta que solo ve una salida, la única que no tiene solución.

Spadino: la libertad. No poder ser quien eres transforma la vida en un infierno. Spadino lo sabe. Desde el inicio, lo único que quiere es ser dueño de su vida. Solo al final, trágicamente, entiende que tendrá que dejar todo atrás para poder ser libre.

Todo este amalgama, junto con una más que acertada banda sonora, que parece comprender mejor que nadie a nuestros protagonistas, hace de Suburra una serie excepcional.