Feminista habría sido una película que hablara de los problemas reales de las mujeres a la hora de encontrar un trabajo que les llene, de conciliar su vida laboral y personal y de tratar en su día a día con sujetos machistas sin caer en estereotipos que al final no representan a nadie.

En cambio, hay un discurso larguísimo y superado sobre una sociedad que nos exige encajar en unos patrones imposibles que ni siquiera da Barbie, sino una humana de unos 40 años. A estas alturas ya deberíamos saber que está muy bien ser guapa y lista pero lo realmente importante es tener algo que aportar, algo que los creadores de Barbie no hacen en ningún momento. Y cuando las Barbies o mujeres no solo piensan, sino que actúan, la cosa no mejora. Feminista hubiera sido que las Barbies optaran por ir de frente y dialogar, pero en cambio conspiran contra los Ken alimentando el estereotipo de la mujer manipuladora.

El enfoque que tiene la película sobre los hombres es igualmente patético e irreal. Feminista hubiera sido una película que hubiera contado que las mujeres a veces tenemos amigos o parejas que no tienen la inteligencia emocional de un pez y con los que incluso se pueden compartir aficiones y problemas. Aunque sea una obviedad parece que hace falta decirlo más.

Feminista habría sido concluir que necesitamos una sociedad que cuide, donde nos preocupe lo que les ocurre a las demás personas y que eso sea lo que realmente nos defina a todos. Donde las niñas y los niños puedan ser lo que quieran, pero sobre todo sean buenas personas. Pero para eso hay que salir de la zona de confort y no dibujarnos unos personajes que lo único que quieren es tener privilegios a costa de otros, sean femeninos o masculinos. Ojalá una película donde la Barbie sindicalista y el Ken antisistema descubren que se puede jugar a otra cosa.