Acabo de ver Emilia Pérez. Era tan mala como me esperaba, y todavía me ha sorprendido un par de veces con lo malo. Una trama narrada a nivel de tercero de primaria. Un concepto de protagonista a nivel de segundo de la ESO. Una introducción de temas sociales a nivel de anuncio de Pepsi. Una confusión total acerca de qué es la ficción y qué es la buena ficción. Una mezcla de estilo de documental-anuncio, de moralejas muy mal disimuladas, y de melodrama barato.

Veo muchas críticas centradas en lo mal representado que está México en esta película, y es que es una paletada. Pero ya no es sólo ver México desde un prisma naíf, sino la realidad misma. Podría yo olvidar mañana todo lo que sé de México y seguiría sabiendo que el guionista no ha dedicado ni cinco minutos a reflexionar sobre este país.

Flipo con la gente que se espera que la relación entre los protas sea super sana y super bonita y super sentimental. Son dos tíos, en los 60. Reprimen sus sentimientos y están acomplejados, y carecen por completo de base cultural para desarrollar su amor porque les da hasta vergüenza.

Bien sabemos que Netflix retransmite cualquier cosa, y que el público de Netflix se lo come con patatas y te acosa insistentemente para que lo veas. Basta con que una serie no sea completa morralla para que, durante un mes (y hasta que se olviden de ella), sea "una obra imprescindible que tienes que ver antes de morirte". Éste es uno de esos casos.

Imágenes preciosas y un sonido bellísimo. Consigue funcionar muy bien como experiencia. A veces es un poco repetitiva, pero tiene sus razones, pues quiere recalcar paralelismos entre unos y otros dioses y entre dioses y el faraón. No funciona como un documental objetivista, y eso tiene su lado bueno y su lado malo. El lado bueno es que se compromete más, pero el malo es que hace una interpretación un poco neoplatónica y monista.

Al espectador masoquista le gusta mucho que le hagan sentirse tonto, así que se apega compulsivamente a obras que se disfrazan pomposamente de gran revelación profunda. Las formas de lo sesudo, que son pura falta de respeto, parece que seducen más que los contenidos de lo sesudo. Y, por mucho que esta tenga unos decorados que son un primor, es uno de esos casos.