No podía dejar de sumarse a esta nueva ola de películas basadas en superhéroes de comic a uno de los clásicos por excelencia, Superman. Si a ello le añades a la producción uno de los mayores responsables de la reinvención del género, Christopher Nolan (Memento, Origen, trilogía de El Caballero Oscuro), a uno de los directores más originales y destacados en el apartado visual del momento, Zach Snyder (300, Watchmen, Suckerpunch), a un siempre espectacular Hans Zimmer (El Rey León, Gladiator, Piratas del Caribe) para la música, y a consagrados secundarios como Russell Crowe, Kevin Kostner o Lawrence Fishburne, el menú para cenar, a priori, parece bastante apetitoso.
Nos encontramos después, la clásica estructura del género en tres actos: origen, conciencia de sus capacidades y combate final contra el antagonista para salvar al mundo. En el aparato visual y sonoro es sensacional. Las nuevas tecnologías permiten arrasar ciudades enteras, aunque en este punto la sensación es de sobrecarga de destrucción. Tiene tranquilas escenas que recuerdan al cine independiente, cámara al hombro, para narrarnos las crisis emocionales del personaje. Y aquí aparece el protagonista, con una interpretación de Henry Cavill, que para variar no me dice mucho: “estoy asustado”, “estoy serio” o “lo tengo todo controlado”. Mucho mejor los secundarios en sus papeles, destacando al siempre imponente Crowe haciendo de Jorell, padre kriptoniano de Clark.
En definitiva una película oscura, al estilo Nolan, alucinante en el aspecto audiovisual, que peca de exceso de seriedad y adeolece de algunos momentos de humor que refresquen las más de dos horas de película. Finalmente destacar la música de Hans Zimmer que en todo momento acompaña y transmite, ayuda a mantenerte en tensión y consigue que casi creas que puedes volar cuando estés saliendo del cine.