Probablemente, el mayor hándicap con el que cuenta esta obra de Orson Welles es ser considerada la mejor película de todos los tiempos. No es la primera vez que se afirma lo que digo, pero parece que pocas veces se visiona sin esta especie de prejuicio, sin esta espectativa tan brutal, de lo cual es difícil escapar. Sin embargo, si no lo tenemos en cuenta, si no esperamos la historia más perfecta jamás rodada, nos encontraremos con una gran película. Hay quienes dicen que para disfrutarla hay que ser un cinéfilo. Y por supuesto aquel que tenga amplios conocimientos cinematográficos la valorará mucho. Además, en el plano técnico, "Ciudadano Kane" ofrece un talento inusual en aquella época, y más en un chaval que apenas superaba los veinticinco años de edad, como el señor Welles. Pero ser cinéfilo no es necesario: sólo hay que tener la mente abierta y dejarse llevar por el carisma (y el escondido punto de ternura) del protagonista. Esto, acompañado por una gran labor de interpretación y caracterización en todos los frentes, varias líneas brillantes, y la velada crítica a ese tipo de periodismo dudosamente moral, hace la película más que disfrutable. Quizás la historia en si no sea ni la más original, ni la más llamativa, ni la que cuente con más ritmo; pero la forma de mostrar el vaivén emocional, la evolución del individuo... es simplemente conmovedora. Un antes y un después en la técnica cinematográfica, y un carisma irrepetible.