Entrenamiento militar, o lo que es lo mismo destrucción de personas. Anular sus personalidades, sus capacidades críticas, su empatía, y básicamente todo lo que nos define como personas, añadiendo además algo de racismo oculto en ese patriotismo que parece definir a los EEUU. Porque, ¿cómo sino podrían conseguir que personas nacidas en una punta del mundo se dirijan a cualquier otro lugar con el único objetivo de matar?

Asesinar y jugarse la vida asesinando, llegando a disfrutarlo, y hacer ver al mundo que todo esto es algo normal, que se lleva repitiendo año tras año, en una u otra parte del mundo. Sin duda algo que ninguna persona podría hacer, por eso la principal labor de los estados es transformarlos, matarlos psicológicamente para que quien se aliste, u obliguen a alistarse, se convierta en un monstruo, que ni aun cuando acabe la guerra, y puedan volver a la vida normal, se pueda considerar persona.

Práctica que fácilmente podemos reconocer en el ejercito del país más imperialista actual, pero que puede ser aplicable al resto de los cuerpos militares. Todo en nombre de la "libertad".

Decenas de críticas dando una mala valoración por las incongruencias de la película (como si no hubiera cientos de obras de artes cargadas de incoherencias), sin que nadie se plantee criticar el trasfondo, que al fin al cabo es lo que diferencia la cultura de entretenimiento.

Y cuando hablo del trasfondo, hablo del sensacionalismo con el que la película habla de un caso que recuerda demasiado al caso de Marta del Castillo. Al igual que Ana Rosa o Susana Griso se frotan las manos cuando un caso semejante aparece, la película aprovecha esa fácil manera de ganarse al espectador, a través del sensacionalismo que casos tan bárbaros representan, y que tan fácil remueven las entrañas de cualquiera que las escuche. En el momento que desaparece el debate de los límites de la justicia, de la ética de prisiones permanentes, y se deje en las manos de la opinión mediada del pueblo cuestiones tan sumamente complicadas, la cultura desaparece para convertirse en prensa rosa. Las presunciones de inocencia, la rehabilitación, reinserción, y todos esos términos que plagan los documentos legales y nuestras bocas, no pueden desaparecer a placer. Temas semejantes no pueden tratarse a través de cuñados de Espejo Público ni en películas malas de Netflix.