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Críticas 277
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
10
22 de mayo de 2005
399 de 426 usuarios han encontrado esta crítica útil
Poco imaginaba el científico y explorador ruso Vladimir Arseniev que sus cuadernos de viajes de principios del siglo XX servirían nada más y nada menos que a uno de los más grandes cineastas de esa centuria –Akira Kurosawa– para convertir sus incursiones por la taiga siberiana en puro arte a la vez que testimonio de la forja de una amistad de las de verdad… Las que surgen al compartir una noche bajo las estrellas, una comida en el claro de un bosque o una conversación sencilla junto al fuego del campamento.

Dersu Uzala es ese personaje que recoge la esencia de la verdadera inteligencia, la que reside en el corazón. Dersu no sabe de libros o del precio de las cosas, sabe de la vida, de los árboles, de la naturaleza, sabe de la esencia del hombre y nos recuerda que lo que debemos hacer es recuperarla… Con la aparente y asombrosa facilidad del genio, Kurosawa realiza la mejor película de aventuras que nunca se haya rodado y al mismo tiempo desarrolla magistralmente a los protagonistas casi sin palabras, consiguiendo que se vuelvan entrañables para el público, respirando el silencio y las sensaciones del paisaje, del aire, de los ríos…, con un ritmo pausado en el guión característico del cine japonés que a algunos quizás aburra pero que a quienes gustan de paladear el buen cine atrapa hasta hacerse muy cortas las dos horas y media de metraje.

Esta incursión del director nipón en el cine ruso supone probablemente una de las mejores películas de la historia. Rodada en 70 milímetros y casi en su totalidad en exteriores, aprovecha los largos planos con travellings y panorámicas para convertir la naturaleza en otro actor con el que se integran los de carne y hueso alternándose en planos más cortos que dan a la proyección el dinamismo apropiado. Todo ello redondeado con un excelente trabajo de los dos protagonistas, principalmente de Maksim Munzuk, cuya primera aparición en escena supone una de las más logradas introducciones de un personaje que jamás se hayan filmado: “¡No disparen, soy gente!”

Película imprescindible en cualquier filmoteca.
24 de enero de 2025
502 de 720 usuarios han encontrado esta crítica útil
Flojo trabajo de un director y guionista que no había apenas destacado antes por nada, más que alguna película de mediano interés, y que alguien ha decidido que era hora de afirmar que ha hecho una obra maestra, produciéndose el inexplicable efecto bola de nieve de "qué hermoso el vestido del emperador" mientras el emperador camina en cueros. Obra maestra del aburrimiento durante más de tres horas, donde sólo brillan con cierto mérito la fotografía y la dirección artística. Lo demás puro tedio para regocijo de las nuevas generaciones de críticos profesionales y buena parte de espectadores que cada vez me resulta más complicado entender.

A pesar del supuesto fondo de gran dramatismo, el guion pronto revela que carece de fuerza suficiente, y además la narrativa no ayuda a hacer atractiva una historia que no tiene demasiado que contar. Salvo algunos momentos de interés, especialmente al comienzo y hacia el final, la forma de narrar va a trompicones deteniéndose demasiado (hasta la extenuante duración de doscientos quince minutos) en varias escenas lentas y redundantes alternando con momentos irregulares de desarrollo rápido con partes raras y algunas secuencias pobremente explicadas.

Casi todos los actores, aunque no están mal, pasan por allí en una historia donde el argumento los arrastra al vacío, y el principal protagonista Adrien Brody, aun actuando bien, es una caricatura del de la auténtica gran película que le valió un Oscar cuando los premios de la Academia estadounidense aún eran de la época en que el cine no había entrado en sus años de mayor decadencia creativa: "El pianista". No obstante, viendo las candidaturas a los próximos Oscars, no es extraño que esto sea de lo más nominado.

Tras decepcionarme profundamente con este largometraje, para volver a confiar en el séptimo arte he necesitado revisitar una historia narrada con muy buen pulso, donde también se critica el sistema económico desigual y las penurias de los desheredados que deben dejar atrás su hogar buscando tierras de nuevas esperanzas. Y es que la pluma de Steinbeck junto al maestro John Ford hacen de "Las uvas de la ira" toda la obra maestra que deja a "The Brutalist" desnuda.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Al final, lo único originalmente salvable del argumento en tres horas y media, es que la obra arquitectónica que buscaba construir el vejado protagonista László Tóth era una denuncia al horror vivido en los campos de concentración.

No intenten entender o buscar qué pasa exactamente en el desenlace con el personaje de Harrison Lee Van Buren interpretado por Guy Pierce... Porque ni lo encontrarán ni lo entenderán en esta "obra maestra" de una nada exagerada.
9 de octubre de 2009
363 de 453 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Mira ese punto. Eso es aquí. Eso es nosotros. En él se encuentra todo aquel que conoces, o del que has oído hablar, cada persona que existió y vivió su vida. La suma de nuestra alegría y sufrimiento, miles de religiones, ideologías y doctrinas, cada héroe y cobarde, creador y destructor, rey y campesino, cada pareja enamorada, madre y padre, niño, inventor y explorador, cada maestro de moral, cada político corrupto, 'superestrella', 'líder supremo', cada santo y pecador en la historia de nuestra especie vivió ahí, en una mota de polvo suspendida en un rayo de luz del sol"

(Del libro "Un punto azul pálido", Carl Sagan, 1994)

.....

La primera vez que supe de Hipatia de Alejandría fue leyendo "Cosmos" de este magnífico divulgador científico y astrónomo. Idealizaba a dicha filósofa como un atisbo de razón antes de que la sinrazón humana nos trajera siglos de Edad Media y oscurantismo. Por tanto, sin saber que el director había declarado la influencia de la obra del científico en su película, este hecho no me era ajeno. Faltaba averiguar si el espíritu del fallecido Sagan pervivía entre los fotogramas, pues decía Amenábar que hubiese deseado que viese "Ágora" porque le hubiera gustado.

No me cabe duda. La película refleja con imágenes la cita inicial de esta crítica. Cada secuencia del espacio, de la cámara sobrevolando el mundo mientras bulle el hormiguero humano abajo, de esa bola azul que es nuestro planeta..., no nos habla de otra cosa. Bello a la par que original planteamiento para sirviéndose de un peplum que tiene poco que envidiar en factura técnica a títulos como "Gladiator", "Espartaco", "Cleopatra", "Ben-Hur"..., trasladarnos al Egipto del Imperio Romano allá por el siglo IV. Con su mezcla de culturas y religiones, sus dioses paganos, cristiano y judío, sus conflictos de convivencia, revueltas, luchas de poder, su biblioteca, sus templos, su faro...

Ágora teje una interesante amalgama de circunstancias sociales y políticas para intentar contarnos de modo más o menos fiel a la Historia -aunque con alguna que otra licencia dramática- unos hechos que pivotan entorno a la protagonista, interpretada con sentimiento y credibilidad por una Rachel Weisz cada vez más en alza. Y el resultado es más que bueno. Eso sí... No es probablemente película para satisfacer a todos, pues quienes no frecuenten la admiración por el pensamiento lógico y científico -motor vital de Hipatia- probablemente sientan aburrimiento en lugar de emoción, y no faltarán quizá quienes consideren atacadas sus creencias y rechacen por ello lo que les están contando.

Mientras la introducción con letras superpuestas a las estrellas, homenajea en cierto modo la historia de otro famoso Imperio cinematográfico -galáctico en este caso-, la conclusión es una oda a lo perdido, y una reflexión que bien podría aplicarse a la humanidad incluso dos mil nueve años después de Cristo. Pues aquí seguimos, dibujando juntos en el espacio una elipse al compás de la luz del sol.
19 de mayo de 2005
327 de 384 usuarios han encontrado esta crítica útil
Blade Runner existe para demostrar a los intransigentes que la Ciencia Ficción no es un género menor. La belleza plástica de cada fotograma sin excepción se conjuga perfectamente con la sugerente música de Vangelis y con una historia que habla con palabras mayores: vida, amor y muerte, el núcleo de la existencia humana. Esta magistral película nos deja frases y escenas para la posteridad, como la de Tyrell y Roy, cual doctor Frankenstein y su monstruo, momento álgido entre el dios de la electromecánica y su perfecta creación; la del test Voight-Kampff a una Rachael interpretada deliciosamente por Sean Young y que es la parte más fiel a la novela original “¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?” de Philip K. Dick, ampliamente superada en la versión de celuloide; cada secuencia de la dulce y mortífera Pris –Daryl Hannah ha declarado que este director fue el que mejor partido supo sacarla–; o esa otra para recordar junto al plano ascendente del “principio de una gran amistad” en Casablanca como lo mejor del cine de todos los tiempos: “He visto cosas que vosotros no creeríais...”, comienza a decir Roy –un más que expresivo Rutger Hauer– a un perplejo Deckard, para culminar en un plano ralentizado de su rostro bajo la lluvia y el vuelo de la paloma hacia un cielo gris. “Lástima que no pueda vivir, pero... ¿quién vive?” sentenciará después el policía interpretado por Edward James Olmos a un Harrison Ford que da aquí con el mejor papel de toda su carrera cinematográfica. Y es esta última frase la que condensa toda la película al mismo tiempo que nos abofetea con un hecho irrefutable, triste pero hermoso, que es lo que da sentido a toda la existencia: la de esta portentosa obra de Ridley Scott que se mezcla entonces con la de nuestra propia vida. Una película de 1982 que a pesar de ello es ya un clásico entre los clásicos.
21 de noviembre de 2016
312 de 368 usuarios han encontrado esta crítica útil
Asistimos a una interesante mezcla entre una estética surrealista con imágenes y música sugerentes, que por momentos recuerdan en su fotografía a cuadros que bien podría haber firmado Magritte, un argumento que se mueve con soltura entre el drama de la protagonista y el suspense, y un planteamiento de ciencia ficción en el que se asocia el elemento fantástico al lenguaje como filosofía de la inteligencia y de la percepción del tiempo.

En el aspecto estético sobresale la combinación de espacios interiores en perspectiva con exteriores y paisajes casi oníricos, el uso del cambio de foco jugando con la presentación de objetos y personajes a diferentes distancias, y la cámara fija alternando con steadycam no abusivo en escenas donde se quiere aumentar la sensación de acción de modo más realista. En general hay una recreación medida en muchos planos que cuida la presentación dándole un carácter más artístico que funcional, pero sin perderse ni olvidar que está al servicio de contar una historia.

La historia que nos cuentan es por supuesto la esencia del filme, que se basa en un relato corto del escritor estadounidense de ciencia ficción y fantasía Ted Chiang, titulado "Historia de tu vida". Como en el relato, el guión se cuenta como una narración de una madre a su hija sobre unos hechos que marcan sus vidas. En general es una fiel adaptación, aunque con alguna licencia en cuanto a las relaciones y hechos entre los diferentes países del mundo que se enfrentan a los sucesos. Licencia que quizás está algo de más, pero que no interfiere en lo fundamental. Y lo fundamental es presentarnos unos hechos extraordinarios que influyen de manera profunda en la vida de la protagonista, de un modo sobrenatural que se termina explicando mediante la conexión de la lingüística con el desarrollo de la mente y con el conocimiento del tiempo como otra dimensión más, resultando todo ello en la resolución de un drama ante el que sólo cabe la resignación (ver abajo en zona "spoiler").

La interpretación creíble de Amy Adams resulta fundamental, ya que es ella la que carga con el peso de todo el argumento. Es protagonista absoluta, y el resto de personajes son en realidad secundarios que giran en torno a la "historia de su vida", incluido el solvente papel interpretado por Jeremy Renner.

Así que lo mejor es entrar en la sala de proyección sin expectativas, dejándose llevar, desde una secuencia inicial que ya nos resume una vida y nos emociona en apenas minutos hasta un final que se cerrará como un círculo dando sentido a una historia donde los extraterrestres son sólo una excusa para hablarnos de recuerdos del porvenir, sobre el amor como nexo de los tiempos que fueron, son y serán.

"Tu padre está a punto de hacerme la pregunta. Éste es el momento más importante de nuestras vidas, y quiero
prestar atención, captar cada detalle (...) -¿Quieres tener un hijo?" (Ted Chiang, "La historia de tu vida", 1998).
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
"Recuerdo la idea sobre tu origen que me sugerirás cuando tengas doce años".

"Recuerdo el depósito de cadáveres, todo baldosas y acero inoxidable, el zumbido del aire acondicionado y el olor del antiséptico. Un asistente retirará la sábana para mostrar tu cara. Tu cara tendrá un aspecto indefiniblemente extraño, pero sabré que eres tú."

"Recuerdo una conversación que tendremos cuando estés en el primer año de instituto".

Estos tres fragmentos del relato original de Chiang resumen bien la esencia de la historia y de la película. La protagonista se dirige a su hija en pasado hablando de su futuro. Ella recuerda el futuro. Y es que eso es "La llegada" sobre todo. Se habrá engañado quien quisiese ver una película de marcianos o de acción, o incluso quien quisiese ver una especie de remake de "Encuentros en la tercera fase" . La película es el drama de una mujer que por circunstancias extraordinarias llega a conocer su vida, toda su vida de principio a fin mientras aún la está viviendo.

Las escenas iniciales nos cuentan la vida de su hija desde que nace hasta que muere siendo aún muy joven. Y nos parecen el pasado de ella. Luego nos cuentan la trama con la aparición en la Tierra de diversas naves extraterrestres mientras nos mezclan esos recuerdos de la protagonista sobre su hija. "Recuerdos" que según avanza el hilo del contacto con los seres del espacio y el aprendizaje de una lengua circular, donde el concepto de tiempo es otra dimensión más, vamos viendo que no son el pasado de ella sino su futuro. Algo que se nos muestra con suspense y pistas dosificadas hasta que finalmente se nos confirma en frases concretas. Ella no sabe quién es esa niña que ve, hasta que comprende que ha llegado al manejar ese lenguaje extraterrestre más avanzado a cambiar su propia percepción del tiempo, a conocer su futuro... Es la hija que tendrá, pero lo peor es que sabe que nacerá del amor, que vivirá amándola y que la perderá por una enfermedad amándola. Y no puede evitarlo. No puede modificar su vida, sólo aceptarla.

Detalles difíciles de llevar a la pantalla, pero que tanto el guionista como la realización de Velleneuve saben comunicar con sutileza. Algunas veces en momentos casi imperceptibles, pero que están ahí. Como los que revelan que el padre de la niña será el mismo científico que trabajó con ella, dejando algunos aspectos más introspectivos explicados pero necesitando buscarse en cierto modo. Por ejemplo... ¿Por qué el padre abandona a la madre y a la hija? Las piezas del rompecabezas aparecen dispersas en el metraje, y esa pieza está también ahí, en el "recuerdo" de una conversación entre madre e hija donde ella le dice que las dejó porque no estaba preparado para afrontar lo que tuvo que decirle... Y es que ella tuvo que decirle que la hija que amaban iba a morir pronto, tuvo que revelar ese futuro que no podían cambiar, y él no pudo resistir vivir ese drama.

Así que esto es "La llegada", una película que va más allá que un thriller de marcianos, donde la revelación de que la humanidad se ponga de acuerdo para aprender algo que una vez les llevará a ayudar a seres de otro planeta es algo accesorio, pues el núcleo es hablarnos de cómo una mujer acepta su porvenir aprovechando cada momento sabiendo que durante su vida perderá lo que más quiere: el amor de su esposo y la vida de su hija. Película que en mi modesta opinión, por esa interesante mezcla entre estética, fantasía, filosofía y drama, merece un hueco en la memoria cinematográfica. Y es que ahora recuerdo que no pocos la verán en el futuro.
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