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Críticas 14
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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20 de agosto de 2022
15 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando juntaron a los clones defectuosos de Cameron Díaz y Edward Norton para realizar esta "película", que supuestamente pretende ser un thriller con intriga y suspenso, ¿habrán pensando por un instante en tener al menos el decoro de un poco de originalidad? Algunas veces una historia está mal actuada, pero su guión puede compensarla; otra veces, a la inversa. Pero con este bodrio no se cumple ninguna de las dos premisas: paupérrimas actuaciones, con personajes que generan cero empatía y una historia tan previsible que se conoce cómo va a terminar ya a los 10 minutos (o incluso antes). Una hora y media de existencia perdida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Por cierto, el malo es el marido, de quien ya lo sospechábamos antes de los primeros 10 minutos; es decir, jamás hay ni giro ni contragiro.
14 de abril de 2024
27 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para los que jugamos esta historia interactiva (porque llamarle simplemente “videojuego” equivaldría a bajarle el precio), Fallout ha sido una grata sorpresa, si tenemos en cuenta además que por lo general este tipo de adaptaciones no suelen resultar del todo satisfactorias. Para quienes asimismo adoramos la ciencia ficción, Fallout es también un justo homenaje a sagas inolvidables como Mad Max o The Walking Dead, en donde se nos responde fielmente a la pregunta ¿y después del apocalipsis qué?. Fallout así bebe de tres grandes fuentes para construir su narrativa: es distópica en la medida que nos pone de manifiesto un ambivalente futuro que se debate entre la desolación y la esperanza, entre la civilización y la barbarie o entre la síntesis de ambas; es ucrónica, pues toma como punto de partida originario la historia real que no obstante “queda estancada” a partir de la década de 1950; es postapocalíptica, debido a que a pesar de presentarnos un escenario de ruinas, la vida ha seguido su curso.

Bajo este presupuesto, nos encontramos con un escenario dual: por un lado, la idílica vida en los refugios, en donde todo parece funcionar con relativa normalidad bajo los rectos principios de la democracia liberal, y todo parece, pues nada funciona así en realidad cuando a nivel micro simplemente se replican las miserias macro del mundo real, y quienes administran y gestionan tienen bastante por ocultar (muy a pesar de que estéticamente vistan igual que los “súbditos”, perdón, “los ciudadanos”). Pero algo debe ocurrir para despertar la curiosidad de alguien que escoja salir de ese refugio, que por enorme que resulte, no deja de ser una cárcel de concreto, en una clara alegoría al mito platónico de la caverna. Por otro lado, se encuentra el yermo, con poblaciones diseminadas por aquí y allá, y en donde se impone “la ley de la superficie” y existen diversas facciones que se disputan el control y el poder (en la serie hasta el momento únicamente una de estas facciones aparece de entrada).

Por otro lado, no se trata tan solo de que la adaptación se haya tomado el arduo trabajo de respetar hasta el más mínimo detalle de cada uno de los aspectos estéticos del juego (los refugios, por ejemplo, emulan a la perfección la misma sensación inmersiva que cuando uno se la pasaba horas con el mando). Fallout además hilvana una historia extraordinaria a nivel narrativo, como una suerte de gran rompecabezas que capítulo tras capítulo va armándose para que, una vez llegados al último y como era previsible, nos arroje otras cuantas nuevas piezas para lo que viene. Porque creo que eso es lo más positivo: con semejante nivel de recepción por parte del público (el único que cuenta después de todo, y no las aburridas “críticas profesionales” obra de insignificantes desconocidos) es casi seguro que habrá una segunda temporada y quizá varias más.

Se podría escribir mucho más en la zona de spoilers, pero sería redundante. Así que si sos fanático de la buena ciencia ficción postapocalíptica simplemente dejáte llevar por esta maravilla de historia.
10 de marzo de 2021
8 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me propuse mirar esta historia debido a que la sinopsis resultaba altamente prometedora. Pero de igual modo tenía mis serias reservas al involucrar la siempre abstracta y nihilista «cuestión artística». Y mis serias reservas se terminaron corroborando.
La historia aspira a mostrarnos en tono biográfico el supuesto heroísmo de la libertad que supone (sobre todo para sus ciegos admiradores) el arte en la persona del protagonista, Kurt Barnert. Para ello, como por desgracia resulta tan habitual en el cine alemán que se centra en algún cierto período acaecido a lo largo de la Guerra Fría, nos ilustra la oposición entre una Alemania Oriental de tono sombrío, sin perspectivas y —como no podía ser de otra manera— asimismo monótona y atrasada. Nunca terminaré de entender qué motiva a los directores alemanes a ensañarse de tal manera con la República Democrática, para en cambio mostrarnos cuán bella era la vida del lado occidental. Se insiste hasta el hartazgo en pretender mostrar que quienes vivían en la RDA en realidad no coincidían en absoluto con el socialismo y simplemente “agachaban la cabeza” por tratarse de un “régimen totalitario”. Seguramente todo lo que vino después fue mucho mejor…
Creo que en general esta película termina teniendo una buena calificación porque quienes presumen de la “libertad” como valor supremo de esa otra abstracción llamada «humanidad», posiblemente se sientan identificados, no reconociendo ni pudiendo reconocer que la tan mentada libertad no es otra cosa que una fantasía ilusoria producto de la ideología, a través de la cual, conciben a su propio egoísmo como realización plena de una suerte de esencia humana. Y en particular, el arte es un refugio óptimo para esas quimeras.
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spoiler:
La historia nos traslada en primera instancia a la Alemania nazi y a su cotidianeidad, en donde la tía del protagonista (Elisabeth May) es diagnosticada como insana mental por parte del régimen. Acto seguido, nos muestra con delicada brutalidad como la mera diferencia entre colocar un signo menos en azul o una cruz en rojo definían quiénes continuaban internados en institutos psiquiátricos y quiénes en cambio resultaban “derivados” para luego ser exterminados. Crudeza al por mayor, evidenciando de qué modo los nazis incluso asesinaban en forma masiva a su propia población aria, no bien ésta era considerada bajo el siempre dudoso estatus de la insania mental.
Suscitados los acontecimientos tal y como los conocemos, derrotado el nazismo, se nos comienza a mostrar ya efectivamente la vida de Kurt, quien desde temprana edad parece evidenciar una cierta “herencia” respecto de su tía, al autoproclamar frente a su padre que ya conoce “la verdad”, que desde ese momento “es intocable”, y que puede hacer lo que desee; en fin, una pura fantasía idealista de esos seres que se autoperciben como abstractamente libres y nunca como determinados desde que nacen hasta que mueren a seguir las reglas de un juego preestablecido por más que en sus conciencias se figuren todo lo contrario.
El joven Kurt conoce en el instituto de arte a Ellie Seeband y se enamora al instante, y como la cosa es recíproca, comienzan una relación. A partir de aquí interviene un elemento que la historia desaprovecha por completo: el padre de Ellie es un médico nazi, que por hacerle un favor a un jerarca soviético tras la rendición alemana, es protegido por éste, para de ese modo borrar su pasado de un plumazo y transformarse en un buen médico socialista al servicio de la RDA. Y digo que desaprovecha porque en lugar de virar hacia el thriller, lo cual hubiera dotado a la historia de un interés mucho mayor, en cambio nos centramos meramente en la vicisitudes de la vida de Kurt y Ellie. Apenas hay tiempo para que el monstruo nazi, opuesto a contaminar la sangre familiar, decida practicarle un aborto a su propia hija dejándola —supuestamente— estéril.
De allí en más la historia caerá en un pozo del que jamás saldrá. Como si fuera poco, el libertario Kurt, que ya lo tiene todo (una bella esposa, un buen trabajo, reconocimiento por su arte, etc.), no obstante sigue disconforme (porque es “un artista” y los artistas son así ¿vio?), motivo por el cual decide escaparse con su ya esposa Ellie de ese verdadero infierno que era la RDA (tanto para los artistas como para los directores de cine alemán contemporáneo) hacia ese paraíso terrenal que era la RFA. Ya estamos en los finales de los 50 y comienzos de los 60, de modo tal que el paraíso occidental nos es ilustrado por las modas hippies y eso sí, porque de ese lado del muro se puede ver Psicosis, lo que se dice un auténtico jardín del edén de la democracia y la libertad.
Kurt se inscribe en otro instituto de arte, previo a lo cual debe ser admitido por uno de esos típicos engendros vanguardistas quienes conciben como arte a prácticamente cualquier porquería, con tal de que contenga “una idea” o bien “sea moderna”. Kurt empieza a buscar su propio arte, mientras Ellie, de vivir relativamente bien en la RDA es condenada a ser una obrera textil en la RFA a causa de los sueños de su biempensante esposo. Así se evidencia de qué modo se trastoca y aparece invertida la voluntad de libertad en el más puro egoísmo de quien, “persiguiendo sus sueños” arrastra a otros (en este caso su propia esposa) a una pesadilla.
Todos estamos esperando que finalmente se revele la verdad: que Kurt descubra que su suegro es además quien le dio sentencia de muerte a su querida tía… pero no, eso no sucede, y meramente es sugerido.
Como si fuera poco, la película es extremadamente larga, con casi más de tres horas. En fin, bastante floja. Apenas resaltan las recreaciones muy bien logradas de la Alemania de los 50 y 60.
17 de septiembre de 2019
6 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los intentos por plasmar novedosas formas de apocalipsis (un cine del que me confieso fanático) llevan muchas veces a bodrios soporíferos como éste. El planteamiento de entrada no pinta mal; sumado a un rasgo típico de este tipo de cine en el que, si bien se sabe que algo malo está pasando, no se sabe todavía bien de qué se trata realmente. Pero tras ese prometedor inicio, la película se estanca y empieza a hacer agua, con actuaciones trilladas que no despiertan la más mínima empatía por los lugares comunes a los que nos trasladan. Y comienza uno de los pecados clásicos del cine apocalíptico cuando pretende apurar los ritmos de buenas a primeras: los personajes, casi que de la nada, comienzan a hacer razonamientos y deducciones lógicas para determinar qué está pasando y de repente… aciertan, mágicamente (como si acaso realmente cuando llegue el fin del mundo al menos seamos conscientes del momento…). Y está bien subestimar un poco al espectador promedio, pero tampoco hay que abusarse.

Sería malintencionado decir o suponer que asistimos a una suerte de mixtura plagiadora entre The Happening (2008) y A Quiet Place (2018), aunque…
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Quien haya visto las películas mencionadas previamente y luego se topa con Bird Box, posiblemente se encuentre con dos rasgos sumamente similares a aquéllas: al igual que en A Quiet Place, acá es uno de los sentidos el que compromete la existencia y la supervivencia, mientras allá debíamos ser lo más sigilosos posibles haciendo el menor ruido posible para que las criaturas alienígenas con capacidades auditivas superdesarrolladas no detectaran nuestra presencia, acá debemos… vendarnos los ojos para no ver… para no ver vaya a saber qué cosa, algo que jamás se revela, pero que a su vez es detectada por los pájaros (es que había que justificar a como diera lugar el nombre, ¿vio?). Por su parte, de The Happening “se toma prestado” que el mal parece venir trasladado por los vientos, lo cual al igual que aquella películas, vuelve locas a las personas, induciéndolas al suicidio, pero lo que en The Happening realmente aterraba (spoiler dentro de spoiler: la escena en la que deben bajarse del tren en medio de un pueblo perdido y el maquinista confiesa que “han perdido contacto… con todo el mundo” es memorable en este sentido), acá solo despierta bostezos.

Cuando se quiere apurar una trama que viene ralentizada casi desde la reunión en la casa del tipo oriental, se lleva a extremos como el que mientras nos muestran con lujo de detalles todos los cuidados que los personajes deben tomar para dirigirse a oscuras en auto desde la casa a un supermercado ubicado a pocas cuadras (porque es el fin del mundo, pero los gps todavía funcionan), luego de eso, cuando solo quedan vivos el personaje principal de la mujer con el hijo recién nacido, la hija de la gorda y el negro bonachón heroico, de repente, se han ido lejísimos de esa casa, sin que nos enteremos cómo hicieron para hacerlo yendo con los ojos vendados y encima con dos recién nacidos.

En fin, no es nada del otro mundo, y además resulta demasiado larga cuando con media hora menos ya estaba la historia contada.
14 de noviembre de 2018 4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno de los efectos más geniales (y/o perturbadores) que me deja esta gran película cada vez que la vuelvo a ver es la duda. Y continúa en la zona spoiler...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
La duda que instala el personaje de Edward Daniels ("Teddy" para los amigos) antes de saber que es en realidad Andrew Laeddis, y es quizá una suerte de efecto residual que deja la película pero sobre todo la gran persuación a la que nos puede someter alguien que ha perdido contacto con la realidad a raíz de un hecho tan traumático como asistir a la muerte de los hijos y luego darle muerte a la esposa. "Teddy" (o Laeddis) nos conduce tan sólidamente a lo largo de toda la trama a su propio punto de vista que incluso una vez que todo nos ha sido revelado, nos queda un cierto sabor agridulce, sabor experimentado porque en el fondo queríamos que tuviera razón, que en aquélla isla se realizaban experimentos horrorosos con sus pacientes y que por lo tanto el "loco" era en realidad el "héroe". La realización de toda la trama está tan bien lograda que precisamente nos lleva a cuanto menos preguntarnos: ¿qué tanto puede persuadirnos un "loco" con argumentos que rozan la coherencia al punto incluso de arrastrarnos con él hacia su estado?.
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