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Críticas 23
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
10
21 de marzo de 2009
43 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escribo desde una visión completamente alejada de la pasión por el cine. Como una persona que no entiende de lo que se llama "fotografía" en las películas, ni en sus metafísicas aletargadas para crear densidad. Ni siquiera suelo recordar las películas que veo, una vez que las veo. No me pasa eso con Ghost Dog, debo confesar que la línea argumental me sería difícil reproducirla, contar el tema, cómo se van sucediendo los hechos... Pero sí que recuerdo el silencio de misa solemne del personaje, ciertas imágenes que se mueven junto con la música, el ático, sus amigos, los encuentros, los encuentros los recuerdo bastante bien, aunque no se diga tanto (y por eso me gusta también, no se extiende con diálogos pretenciosos y "brillantes" que aparenten profundidad) no lo necesita, el clima lo trasciende. Es el clima tejido, sus sensaciones y no la parafernalia del envoltorio ni el palabreo por el palabreo. Alguna escena que no te esperas. Y por supuesto, me sorprendió desde el inicio porque el título hace pensar en una película de samurais, típicas luchas cuerpo a cuerpo espada en mano; nada más lejos. También está lejos ese aire oriental manido, aquí, las lecciones del libro que coge el protagonista como Credo, son palabras que no se encorsetan en la rigidez de una religión, se ve por el contexto. Y la amistad, y la lealtad. Puedo decir que es mi película favorita, como si fuera una niña pequeña que dice que su color favorito es el morado. Nada más.
10 de octubre de 2009
23 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quiéreme menos, pero quiéreme durante mucho tiempo, es una frase agridulce y mensaje de una película que quiere dejarse colgada de esa forma: tiene la parte de jugueteo pero también de restarle importancia a las cosas, trivializar lo grave pero sin dejar de lado lo hondo, porque la tristeza sigue ahí. El protagonista no pretende reemplazar el vacío que deja la pérdida de su amada, pero trata de seguir con el gesto de quien sonríe de lado, mueca afirmativa, condescendiente. Se deja llevar como un barco de papel a la deriva.

Ahí entran los otros personajes y las búsquedas y zigzags de las vivencias que se turnan por chocar contra él, el protagonista que se deja caer como una piedra en una pendiente. Y no se cierra la oportunidad de que una mirada o un cruce de palabras de paso para tocar la epidermis del protagonista, que se dejará consolar aunque no dirá nunca a estos personajes lo que nos dice a nosotros cuando está solo. Como la canción de tristeza y cara triste que ejecuta caminando por las mismas calles y recordando a su chica.

Las canciones no están pegadas tras cortes abruptos, son suaves y naturales y de gran calidad musical. La lluvia, el amor y la tristeza son sus temas.
No me suelen gustar los musicales, pero esta película calza las canciones de forma tan real que pudiera imaginar que si la película fuera una grabación de la vida, cada canción sería un descubrimiento (como si abriéramos la cortina) de las mentes de sus personajes, verdaderos monólogos silentes musicalizados.
14 de febrero de 2013
25 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Un homme qui dort” es un chico que se rebela contra lo que se supone que tiene que hacer. Yo, personalmente, no creo que esté reflejando un día en el que cambia y decide ser de otra forma y no seguir yendo a clases, etc. Creo que relata lo que hace siempre, sus divagaciones y conflictos son de mucho atrás. Este chico tiene ansias de infinito, de trascender. Por eso la voz en off que relata su pensamiento no para, es una voz que relata la soledad, pero que por lo general es dulce (en el sentido de la melancolía). Hay un poco de spleen... pero se intercala con otros sentimientos como en una sinfonía. El chico empieza y acaba en su cuarto las noches, sale a la calle, pasea, devora su soledad.

El episodio que más me gusta es cuando se sienta en frente de un señor mayor. Cómo batallan en sus bancos. Se da por vencido y se da cuenta que no puede estar tan inmóvil como el señor ahí al frente. El joven, al fin y al cabo, es un jovenzuelo. Pero el estatismo, quietud y mansedumbre de su oponente es tal, que cualquiera que experimente la desazón del paso del tiempo o la irreversibilidad sabrá empatizar con este cuadro.

No todo es una soledad hermosa en este film. Aparece la rabia, la música que rasga y la voz en off que se enciende cuando se habla de los 'otros' como monstruos. Recuerda a la “Tierra Baldía” de Eliot, por lo menos a mí me lo recordó, aquello de “Ciudad Irreal, bajo la parda niebla de una madrugada de invierno un caudal de gentes vi pasar y siendo tantos, nunca pensé que la muerte llevara a tantos”. Así es como se describe a la humanidad. Unos monstruos, unos entes de carcasa. El protagonista sufre y lo quiere ver todo derruido, que todo se purifique. Como en la canción de Tool: “Aenima” cuando pide que un maremoto acabe con todo. Y así acaba la película. En medio de una ciudad devastada. Perec puede ser un posmoderno, pero en la sensibilidad es de los míos, de los de fines del XIX-comienzos del XX.

En “Un homme qui dort”, la película, no vemos el episodio cuando el protagonista se va al campo y vive unos días en casa de sus padres. Ahí, en el campo, hace largas caminatas:
“Tu te promènes encore parfois. Tu refais les mêmes chemins. Tu traverses des champs labourés qui laissent à tes chaussures montantes d'épaisses semelles de glaise. Tu t'embourbes dans les frondrières des sentiers. Le ciel est gris. Des nappes de brume masquent les paysages. De la fumée monte de quelques cheminées. Tu as froid malgré ta vareuse doublée, tes chaussures, tes gants, tu essayes maladroitement d'allumer une cigarette.
Tu fais des promenades plus lointaines qui te mènent vers d'autres villages, à travers les champs et les bois.” (“Un homme qui dort", pag 46).

Estaba leyendo el libro para encontrar si había alguna diferencia de percepción desde mi parte hacia la historia que escribe Perec con respecto a la película y concluí algo que ahora mismo no me acuerdo. Además, me fijé más en un rasgo del protagonista: él es un chico de veinticinco años que al comienzo de ese ritual de encerramiento teme por la visita de sus amigos. Por tanto, era un chico hasta cierto punto popular que puede ser visitado en sus momentos de aislamiento. A mi creo que no me visitaría tanta gente; mucho menos veo a los personajes de Beckett siendo visitados por amigos. El joven de Perec al comienzo sí que piensa en sus compañeros y en que irán a buscarlo, en el ruido que hacen al marcharse cuando él no les abre la puerta y en que ya no irá al café para encontrarse con nadie. La rata en el laberinto de Dédalo, continuamente se dice de sí mismo.

Al leer el libro subrayo como mensaje principal la inutilidad de la indiferencia. El hacer o no hacer algo no cambia nada. Una conclusión que acerca a Beckett. La diferencia es que en el personaje de Perec aún sigue insistiendo con ciertos movimientos de aquí para allá, movimientos automáticos como con el 'billard électrique' (la maquinita como instrumento erótico) y lúdicos, creando juegos para solitarios con cartas, entretenimientos para matar el tiempo. En Beckett ya ni se intenta el movimiento. El fotograma que he puesto de la cama de la habitación en la otra entrada, por eso, para mi es mucho más beckettiano: “Just to wait until there is nothing left to wait for”. Eso sí, la espera. Pero el siguiente paso es la inactividad. Si este personaje, el de “Un homme qui dort” tuviera secuela, sería interesante ver cómo se da el paso hasta llegar a convertirlo en un muñón.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Y lo de "Ici tu aprends à durer". Roland Barthes decía en "Fragmentos de un discurso amoroso" algo así como de que es preferible arder a durar. La existencia en 'Un hombre que duerme' es así, tal cual, la de 'durar'. No fuego, no potencia. Incercia tan sólo... la dejadez, el estatismo.

Mi frase favorita y que resume para mi el mensaje de la película: "Attendre jusqu' à il n'y a plus rien à attendre". Como la espera de Vladimir y Estragón.
18 de abril de 2009
17 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película, a caballo entre el hiperrealismo y el no tan realismo de Bela Tarr, tiene momentos geniales. Los cinco primeros minutos pueden serlo si es que tu estética simpatiza con el ambiente de geriátrico y los de ocaso mental, está también András que es András en todos lados y violinista y cada vez más difícil. Al comienzo lo puedes comparar con otros malditos lautremonianos y piensas, András es encantador, pero poco a poco puedes darte cuenta de lo "especial" que es. Su belleza se ve interrumpida por sus dientes. Su hermano también, pero a la burda. Las mujeres... no queda claro el hecho de que sean unas promiscuas sin corazón o no. A lo mejor yo no lo entendí o me fijé más en la música de su violín que en el carácter de quienes lo rodeaban. Me gusta la aparición accidental de sus personajes, la no presentación, como si crecieran de la esquina de la cocina. Las barbas también son simpáticas en esta película y algunos viejitos alegres. El pintor no es tan simpático, habla demasiado y siempre de cuestiones culturalmente anecdóticas y elevadas y András le escucha estoicamente como nosotros al mismo tiempo, András no se hace repelente,
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quizá un poco en el momento de la disco, aunque puede ser que deba buscarse mejor otro momento para hablar con él... no sé...
Hay un momento que dura aproximadamente 5 minutos, 20 minutos antes de acabar la película. Dirección de orquesta en traje marital. Me gustó.
Y el final particular rapsodia húngara número 2 de liszt. Genial también.
7 de julio de 2009
22 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es dulce la visión del espectador que acompaña al niño, no es especialmente áspera, no hace hincapié en el sexo de forma sensacionalista, como pareciera en algunos momentos que fuera a peligrar, pero felizmente logra mantener la sutileza. Es precisamente el vaivén entre el aparente estancamiento en un pueblo en el que parece ser todo igual y los puntos en los que se rompe ese estancamiento de forma natural, lo que llena esta película. El despertar del niño no se produce de forma grotesca, como se podría producir en algunas películas que sí buscan el impacto como mecanismo para generar una reacción en el público. Pero quedan sugerencias, como momentos en los que se tocan ciertos temas con ironía, sobre todo de parte de los personajes secundarios que logran interesar, distintos entre sí y verosímiles todos.
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spoiler:
No caen en arquetipos ni el español, ni los trabajadores sin estudios. Muchos de los personajes secundarios aparecen fugazmente y logran captar al espectador, lo cual es bastante curioso, como es el caso del pescador de tan poco tacto.

Es una película que logra que mantengamos la atención y que se presta también para el deleite visual. Por otro lado, acompañar al niño en sus cotidianidades llega a resultar algo sumamente natural, lo llegamos a hacer sin darnos cuenta y eso por obra de Jean Eustache. Le doy un 6 por interesante, porque no impacta argumentalmente (¿es el despertar sexual?¿las barreras sociales, con el "querer y no poder" en lo educacional por ejemplo?), ya que se trata simplemente de notar las sensaciones del protagonista y cada persona puede quedarse con una impresión particular, con todas las niñas que serían una sola o con un niño que aunque pareciera lo contrario, se acerca con suma indiferencia a un "tener que" ocupar el lugar de adolescente y con el trabajo y la precariedad.
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