Demasiado postureo de gente guapita, muy afectados todos por abandonos y vidas condenadas a errar... Una sobredosis de azúcar para contar lo mismo de siempre a un ritmo lento que se recrea más de lo que me gustaría, pero no tanto como para llegar a lo insufrible. No está mal.

La finalidad de la cosa está clara: llenar las salas gracias el nene poniendo ojitos para quien guste. Lo que pasa, es que aparte de eso, el tipo tiene siempre el mismo careto de cartón. El resto es un batiburrillo de tópicos: el poli insomne no se sabe porqué, pero da igual; el mismo poli tenaz e incansable frente a toda la jerarquía; el corruptillo de turno; el nene-guapo-gusta-nena-guapa-aquí-hay-tema... En fin, pese a todo, tiene su gracia (sobre todo el helicóptero) y mantiene la tensión. Entretiene.

Nadie negará la bondad del reparto y de la fotografía, pero más de dos horas dándole vueltas a la nada y a un personaje iluminado de pretendida hondura personal y altura intelectual se hacen aburridísimas, porque la mayor parte del contenido del personaje del Master es sencillamente ridículo. Mientras, el personaje de Joaquin Phoenix parece que está desequilibrado y parece encontrar en el Master apoyo vital y emocional, pero tampoco queda muy claro, todo es confuso y a medias y lo peor es que no dan ganas de averiguar más, sólo de que la cosa acabe de una vez. No pierdan el tiempo.

Lenta, previsible... después de una hora de simplonadas y empalagos aparece una escena de presunta emoción y al rato otra... y por fin se acabó el suplicio. El papel del marido de Jean Peters es irritante y el personaje de Joseph Cotten parece que está preocupado por algo, nervioso el muchacho, pero da igual. Lo único que se salva es que sale Marilyn y además no hace de estúpida, aunque un poco patosa, eso sí.
En fin, no pierdan el tiempo.