Todavía no entiendo qué aporta a la trama el noviete de la hija. Su paso por la casa deja a los demás personajes con el mismo status, excepto, claro está, en el caso de la hija adolescente, que sufre un paroxismo durante algo más de treinta y dos segundos y ya. (Supongo que es lo que te ocure cuando una banda de supremacistas de gatillo fácil invade tu casa sabiéndose impunes). No sé si al chaval, que en paz descanse, se le hubiera podido asignar alguna contribución: hiere a su suegro (Ethan Hawke), lo cual le impide, al suegro, defenderse con eficacia; abre el blindaje para que entren sus amigos los supremacistas (para lo cual deberían ser amigos suyos, por supuesto); queda malherido y resurge para matar a maese Flequillo (el líder supremacista)... Pienso que al menos, podía haberse comido las reservas de Choco Krispies o mear fuera. Por hacer 'algo', vamos.
En resumen, peli para domingo por la noche, cuando La 1 pone 'Pánico nuclear' y Antena 3, 'El incidente'.

Por muchos elogios y visiones humanistas que aporten los críticos profesionales, de esta película me chirrió que los dos protagonistas nunca hagan nada adulto. Mucha tontería de jugar con las manitas y de subirse el uno a la espalda del otro y de tirarse agüita, pero solo tienen un enfrentamiento, que, evidentemente, se resuelve bien, como debe, dado que esta no es sino una película de amor más un enfermo de cáncer homosexual. Todo así como normalito, vamos. Muy natural.

Por poner una pega, que no lo es en realidad, el caso de las niñas violadas tampoco es demasiado intricado. Quiero decir que los escritores no han optado por una de aquellas tramas en las que al final el asesino es ese primo de mierda que aparece en el primer acto y abraza cariñosamente a la víctima, con quien parece compartir una relación muy tierna, pero en realidad es un rencoroso y la mata porque quería vengar un desaire que ella le hizo cuando tenían doce años. Que ya hay que ser cabrón para no haber pasado del tema. 'La isla mínima' no gira en torno a una trama en las que se empieza investigando el robo de un cortauñas y se acaba destapando una conspiración global, hecha por gente muy mala y con mucho tiempo libre. Y eso es lo guay. Por fin, una historia sencilla. Un cacique posfranquista con mucha pasta, un chaval medio imbécil con ganas de sacarse dos duros fáciles y adolescentes ingenuas que están hasta el... Que están hartas de sus padres. Blanco y en botella. Tiro hecho.
En cambio, el desarrollo de los personajes, la mímesis entre Pedro y Juan, el transcurso de sus pesonalidades poco a poco, casi goteado, me ha cautivado. Como los Ferrero Rocher a aquella marquesa pija que no nos tragábamos nadie.
En síntesis, una película acojonante, envolvente y paradojicamente suave. Peliculón, vamos.

Me gustó particularmente que el personaje de Cameron Díaz (no recuerdo su nombre, pero no es Juana de Arco ni Emma Bovary) se mete una raya de coca para distraer a su jefe mientras el marido (ni Ricardo III ni Forrest Gump) busca el iPad por toda la casa. Igualmente, la reflexión de la hija sobre el tedio existencial y la muerte (y el remate de escena restregando al hermano el dedo acabado de salir del culo) también.
Con ello quiero decir que, como mínimo, para ser una comedia un poco 'miérder', no evita cruzar líneas que no cruzan, por poner dos ejemplos, ni 'El diario de Noa' ni 'Tienes un e-mail'. Por poner dos ejemplos, digo.