Después de ver una película como esta, hecha con un puñado de actores "de segunda", un par de coches y una carretera interminable perdida en la noche, unos se pregunta muy de veras para qué tantos millones invertidos tontamente en un producto final que en el mejor de los casos seduce lo que unos zapatos de moda durante su temporada.
El cine, el verdadero cine es aquel que mantiene "atornillado" al espectador al asiento desde los títulos de crédito hasta el final. Dead End, lo consiguió en mi caso. No encontré una obra maestra, tampoco lo esperaba, pero sí encontré: suspense, trazas de humor negro adecuadamente distribuidas y un excelente sentido del ritmo. Si tuviera que puntuar este film, sería con un notable.

Confieso que habitualmente me influye la puntuación que "Filmaffinity" da a las películas para separarlas como la paja del grano. También lo hice en esta ocasión, y ese 3,8 la posicionó en mi papelera de "ver si se puede, y tirar cuanto antes". No ha sido así. He recuperado esta película y la he calificado como "interesante", aunque bien podría casi asegurar, que en pocos años, quizás "El cobertizo" se convierta en eso que se denomina como "película de culto". Simplemente decir, que ha sido una grata sorpresa su visión pues ha hecho lo que pocas, atornillarme al sofá hasta el último suspiro antes del "dirigida por Ti West".

Una serie repleta de pinceladas ciegas de otras tantas series USA. Es como una ensalada mal aliñada que lleva demasiados ingredientes que hace que al final nos quedemos pensando en a qué sabe sin llegar a conclusión alguna...
Cierto que puede incluso mantener algún grado de atención a la espera desesperante de saber qué está ocurriendo.

Película hecha casi a medida de un Sanders ya decadente. Un protagonista poco habitual que da la justa medida a un personaje oscuro, cerrado así mismo y convincente en las escenas con y Eric Pohlmann.
Cairo, un film de bajo presupuesto que da más de lo que pidió su producción.

Un film personalísimo. Para valorarlo en todo su conjunto precisaríamos de cien docenas de ojos que pudieran detectar individualmente cada trocito del centenar en el que bien podría dividirse cada fotograma.
No hay primeros planos salvo que la inercia por el modo habitual de ver cine, nos confunda y dejemos de apreciar allá al fondo, casi imperceptible, un personaje que en sí mismo bien podría perfectamente formar parte de un primer plano en una película convencional.