Pocas veces un humilde espectador ha tenido la sensación de rozar el cielo.
Sáenz nos abre su corazón para mostrarnos una visión intima de Bram Stoker, diseccionando con su cámara, a modo de cirujano, el alma de los actores y sacando lo mejor de Chiquito de La Calzada. La elocuencia de sus silencios, la perfecta sintonía entre actos y un inmejorable ritmo narrativo. Y es este uno de los puntos más memorables: como una perfecta curva de un arco barroco, va dibujando una trama que culmina apoteósicamente. El autor, sin duda, conoce la obra del Gran Arquitecto y nos muestra sin tapujos sus claras influencias.

Se puede apreciar la influencia de Berlanga en el transcurso (sobre todo en los giros humorísticos, siempre elegantes, eficaces y extremadamente inteligentes), pero también se nota la influencia de Murnau, de Kurosawa, de Fellini y otros grandes.

No puedo dejar de recomendar esta obra de arte. 10/10