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6.8
74,613
3
28 de octubre de 2012
28 de octubre de 2012
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi Lo imposible en una sala de cine a las cuatro de la tarde. Es importante la hora porque un poco después descubrí que no es una película para después de comer. Ya sabía de antemano que iba a meterme en un terreno pantanoso y desagradable; lo que no sabía es que además de eso tendría que soportar una serie de calamidades y de imágenes tramposas de escaso gusto. O de excesivo mal gusto, que es lo mismo. Pero vamos al principio.
El film comienza con la presentación de una estúpida familia. A algunos gusta denominar a esta familia tipo como familia perfecta, pero a mí me parece más apropiado el epíteto estúpida porque lo define mejor. Pues sí, son cinco integrantes a cada cuál más tonto. Vamos a dejar aparte a los dos niños pequeños porque no pintan nada en la película, pero ahí tenemos a unos padres que discuten sin discutir y sonriendo, a un hijo adolescente cuya rebeldía es ponerse unos cascos en plan Sergio Ramos y unos diálogos en plan “todos tenemos miedo” y “queremos ver las estrellas porque nos divierte” que aburrirían al mismísimo Espinete. Lo dicho, estúpida.
La presentación es corta. Muy corta. La gran ola viene rápido, y son imágenes impactantes, realistas, con un gran sentido del suspense y una minihistoria de encuentros y desencuentros madre-hijo que es lo mejor de la película. Una ola que arrasa con todo, que se lleva a la familia, a las familias de al lado, al hotel, los coches, las palmeras, al director, al guionista y hasta al meritorio. Desaparece todo. Esa calma después de la tempestad da lugar a una banda sonora repetitiva y absurda y a una sucesión de planos medios acercándose a los rostros tipo Indiana Jones que desfiguran el realismo de sus imágenes.
No me gustan las trampas en las películas. Si son aventuras son aventuras y si son historias reales con personajes reales pues eso es lo que debe ser. Pero las mezclas ya aprendimos en la adolescencia que no son buenas. Porque aquí hay héroes. También víctimas, pero no las mostramos. Nos quedamos con una madre destrozada por las heridas, que nos enseñan una y otra vez hasta el asco más absoluto, con un padre calzonazos y pintapoco que toma una decisión cuando menos controvertida, y con un hijo mayor que merece la medalla al honor y al mérito por los marines de los Estados Unidos. Ya están tardando en dársela.
Pero si tenemos que hablar de cine no podemos obviar la impresionante interpretación de Naomi Watts. Si la hubieran dejado mostrar más esa desesperación que deja intuir cuando emerge de la ola (la primera vez, no en esa segunda imagen onírica en cámara superlenta cual experimento de El hormiguero), y no se hubieran limitado a intentar sorprender con heridas abiertas, la película habría ganado enteros. Una lástima. Esos gritos apenas audibles por el murmullo del agua son para mí la escena de la película.
Al final me quedo con la sensación de que el cine español ha perdido una oportunidad. Una ocasión de contar una gran historia; un desastre que ocasionó cientos de miles de muertos, una población aniquilada, años de fango… Algunos me acusaran de frío por no sentir nada por esta película. Y es precisamente esto lo que echo en falta: calor. Cariño por lo que pasó. Sentimientos humanos. Menos cámara lenta y finales felices y más diálogos hechos con el corazón. Menos piano y más música. Menos copia y más cine. Pero al menos esta película tiene algo bueno: no es posible que haya una secuela.
El film comienza con la presentación de una estúpida familia. A algunos gusta denominar a esta familia tipo como familia perfecta, pero a mí me parece más apropiado el epíteto estúpida porque lo define mejor. Pues sí, son cinco integrantes a cada cuál más tonto. Vamos a dejar aparte a los dos niños pequeños porque no pintan nada en la película, pero ahí tenemos a unos padres que discuten sin discutir y sonriendo, a un hijo adolescente cuya rebeldía es ponerse unos cascos en plan Sergio Ramos y unos diálogos en plan “todos tenemos miedo” y “queremos ver las estrellas porque nos divierte” que aburrirían al mismísimo Espinete. Lo dicho, estúpida.
La presentación es corta. Muy corta. La gran ola viene rápido, y son imágenes impactantes, realistas, con un gran sentido del suspense y una minihistoria de encuentros y desencuentros madre-hijo que es lo mejor de la película. Una ola que arrasa con todo, que se lleva a la familia, a las familias de al lado, al hotel, los coches, las palmeras, al director, al guionista y hasta al meritorio. Desaparece todo. Esa calma después de la tempestad da lugar a una banda sonora repetitiva y absurda y a una sucesión de planos medios acercándose a los rostros tipo Indiana Jones que desfiguran el realismo de sus imágenes.
No me gustan las trampas en las películas. Si son aventuras son aventuras y si son historias reales con personajes reales pues eso es lo que debe ser. Pero las mezclas ya aprendimos en la adolescencia que no son buenas. Porque aquí hay héroes. También víctimas, pero no las mostramos. Nos quedamos con una madre destrozada por las heridas, que nos enseñan una y otra vez hasta el asco más absoluto, con un padre calzonazos y pintapoco que toma una decisión cuando menos controvertida, y con un hijo mayor que merece la medalla al honor y al mérito por los marines de los Estados Unidos. Ya están tardando en dársela.
Pero si tenemos que hablar de cine no podemos obviar la impresionante interpretación de Naomi Watts. Si la hubieran dejado mostrar más esa desesperación que deja intuir cuando emerge de la ola (la primera vez, no en esa segunda imagen onírica en cámara superlenta cual experimento de El hormiguero), y no se hubieran limitado a intentar sorprender con heridas abiertas, la película habría ganado enteros. Una lástima. Esos gritos apenas audibles por el murmullo del agua son para mí la escena de la película.
Al final me quedo con la sensación de que el cine español ha perdido una oportunidad. Una ocasión de contar una gran historia; un desastre que ocasionó cientos de miles de muertos, una población aniquilada, años de fango… Algunos me acusaran de frío por no sentir nada por esta película. Y es precisamente esto lo que echo en falta: calor. Cariño por lo que pasó. Sentimientos humanos. Menos cámara lenta y finales felices y más diálogos hechos con el corazón. Menos piano y más música. Menos copia y más cine. Pero al menos esta película tiene algo bueno: no es posible que haya una secuela.
4
1 de noviembre de 2012
1 de noviembre de 2012
1 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Acudí al visionado de Looper (también conocida como “Lupe” por estos lares) con grandes expectativas por las alabanzas de la crítica y del público. Además, el tema de los viajes en el tiempo ha dado lugar en el cine a grandes momentos y a obras dignas de mención (Terry Gilliam en Doce monos consiguió una obra redonda en todos los significados posibles). Así que en taquilla dije una sola palabra y la taquillera lo entendió a la primera: “Dohpalupe”.
El comienzo de la película es abrumador. Una voz en off no deja lugar a especulaciones y nos narra la historia completa en diez minutos: qué son los loopers, cómo hacen su trabajo, las condiciones que tienen, su modo de vida, cuando tienen que hacerlos y donde… En definitiva, nos hacen el recorrido completo y nos cuentan un artículo con todo tipo de información y siguiendo la regla periodística de las cinco W. Ejem, quise de decir las cuatro W, porque los creadores de esta rocambolesca historia decidieron que el Why, los porqués, los descubriéramos nosotros, los espectadores. Y hubiera estado bien si durante los eternos minutos de la película nos hubieran dado pistas de los porqués. Pero no. Los porqués dan igual. Hablar de los viajes en el tiempo es un coñazo, Bruce Willis dixit.
Así que a poco de seguir el hilo a su guión, comienzas a hacer silogismos en tu cabeza; de los fáciles, tampoco en plan Einstein, sino algo así como en sexto de primaria. “Si A es igual a B, y B igual a C, A es igual a C”. Sí. Así debería ser. Pero no. La verdad es que eso también da igual. Si los viajes en el tiempo modifican la misma línea temporal y sus cambios afectan a sus vidas futuras, eso nos vale para algunas secuencias que llamen la atención, pero no la liemos en otras que se nos va la historia. No voy a poner ejemplos para no destripar el argumento, pero cualquiera que se plantee en serio esta disputa entre dos hombres que son la misma persona sabrá de lo que hablo.
Y ahí no acaba la cosa. Porque si nos olvidamos del eje sobre el que gira la historia, ese bucle interminable que se repite una y otra vez, tenemos un film de cine negro con buenos no tan buenos y malos mafiosos en bata. Y un malo que quiere ser muy malo pero que es muy torpe y siempre falla. Y un bueno que vuelve al pasado para matar a un niño en plan Terminator (esto no tiene fin: matarlo de niño, o de adolescente, o la madre, o quizás a la abuela). Y una mujer del futuro que salva un alma arrepentida. Y una mujer del pasado que cría a un monstruito. Y de paso te pongo por aquí a personas que dominan monedas con la mente (si yo pudiera dominar monedas con la mente, ay). Y unas motos que vuelan, que eso mola. Y los mafiosos que se disfracen de amish. Y trae otro porro que este ya no rula.
Podría haber sido una buena historia porque la idea estaba bien. Pero le hacía falta trabajo, y haber escarbado en las incongruencias que toda película de viajes en el tiempo tienen. Pero no. No ha podido ser. Al menos yo no la integraré en mi lista de pelis de ciencia ficción para ver con palomitas de microondas. No quiero que me metan en ese bucle aburrido. Prefiero seguir pensando que Terminator es mi padre y Doc un colega con el que doy vueltecitas en un Delorean. Y no pienso decir ni un porqué. Sería un coñazo.
El comienzo de la película es abrumador. Una voz en off no deja lugar a especulaciones y nos narra la historia completa en diez minutos: qué son los loopers, cómo hacen su trabajo, las condiciones que tienen, su modo de vida, cuando tienen que hacerlos y donde… En definitiva, nos hacen el recorrido completo y nos cuentan un artículo con todo tipo de información y siguiendo la regla periodística de las cinco W. Ejem, quise de decir las cuatro W, porque los creadores de esta rocambolesca historia decidieron que el Why, los porqués, los descubriéramos nosotros, los espectadores. Y hubiera estado bien si durante los eternos minutos de la película nos hubieran dado pistas de los porqués. Pero no. Los porqués dan igual. Hablar de los viajes en el tiempo es un coñazo, Bruce Willis dixit.
Así que a poco de seguir el hilo a su guión, comienzas a hacer silogismos en tu cabeza; de los fáciles, tampoco en plan Einstein, sino algo así como en sexto de primaria. “Si A es igual a B, y B igual a C, A es igual a C”. Sí. Así debería ser. Pero no. La verdad es que eso también da igual. Si los viajes en el tiempo modifican la misma línea temporal y sus cambios afectan a sus vidas futuras, eso nos vale para algunas secuencias que llamen la atención, pero no la liemos en otras que se nos va la historia. No voy a poner ejemplos para no destripar el argumento, pero cualquiera que se plantee en serio esta disputa entre dos hombres que son la misma persona sabrá de lo que hablo.
Y ahí no acaba la cosa. Porque si nos olvidamos del eje sobre el que gira la historia, ese bucle interminable que se repite una y otra vez, tenemos un film de cine negro con buenos no tan buenos y malos mafiosos en bata. Y un malo que quiere ser muy malo pero que es muy torpe y siempre falla. Y un bueno que vuelve al pasado para matar a un niño en plan Terminator (esto no tiene fin: matarlo de niño, o de adolescente, o la madre, o quizás a la abuela). Y una mujer del futuro que salva un alma arrepentida. Y una mujer del pasado que cría a un monstruito. Y de paso te pongo por aquí a personas que dominan monedas con la mente (si yo pudiera dominar monedas con la mente, ay). Y unas motos que vuelan, que eso mola. Y los mafiosos que se disfracen de amish. Y trae otro porro que este ya no rula.
Podría haber sido una buena historia porque la idea estaba bien. Pero le hacía falta trabajo, y haber escarbado en las incongruencias que toda película de viajes en el tiempo tienen. Pero no. No ha podido ser. Al menos yo no la integraré en mi lista de pelis de ciencia ficción para ver con palomitas de microondas. No quiero que me metan en ese bucle aburrido. Prefiero seguir pensando que Terminator es mi padre y Doc un colega con el que doy vueltecitas en un Delorean. Y no pienso decir ni un porqué. Sería un coñazo.
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