Una cinta sin pretensiones que parece más una cámara oculta de un día libre de Russel Crowe. Lejos quedan sus días de "Gladiator" y "American Gangster". Este producto es tal vez la más alocada y divertida cinta de sobremesa que he visto en tiempo. Pero justo eso: de sobremesa. No esperes mucho y puede que seas vacuamente recompensado con al menos hora y veinte largas de antídoto contra el aburrimiento. Lo mejor de la cinta: que al menos todo el equipo al completo sabe a lo que viene a la hora de ponerse a trabajar aquí (además de la escena en la cafetería).

Recuerdo la experiencia de poder sentir clásicos del cine de terror por primera vez en mi más tierna infancia y adolescencia: "El exorcista", "El resplandor", "Carrie", "La profecía"... Aquel tipo de cine que sugería más que mostraba y que cuando mostraba no lo hacía por un susto gratuito sino por coherencia argumental. Aquellos que a fuego ni muy lento, ni muy rápido, te desarrollaban una trama de múltiples lecturas (la madurez, los fantasmas del pasado, afrontar la pérdida, cuestión de identidad). Y hacía mucho tiempo que una película y una interpretación me dejaban tan gratamente impresionado como aquí. La interpretación: la magistral obra de arte de otro planeta llamada Anya Taylor-Joy. La película: "La bruja". Toda una revelación que recupera el shock argumental de los mejores clásicos.