La sensación con la que abandonas el cine tras ver esta película es la de desazón, angustia o vacío espiritual.
Quizás el planteamiento principal de este film, de la novela, sea la de demostrar la fuerza que existe entre un padre y un hijo. La fuerza de un padre por mantener con vida a su hijo. Al final, cuando nos despojan de todo, hasta de la esperanza, sólo queda esa unión.
Para llegar hasta allí, el director rodea esa relación de un escenario que sólo puede ser descrito como, precisamente, el mar de la desesperación.
Y ese es el sabor que te deja esta película: Ese nudo en el estómago. Y para mi ya es suficiente. Es lo que le pido a una película, que te haga sentir algo, que te mueva las tripas.
No puede decirse esto de muchos films. Quizás las 3 dimensiones sean el futuro del cine, pero por más real que aparezca la imagen, una vez te despojas de las gafas, se acabó la película.
Pero películas como The Road te acompañan hasta la cama... Y una vez allí, alguna imagen vuelve a arrastrarte hasta ese sucio y gris mundo... mucho más real sin necesidad de las tres dimensiones.