De lejos la peor película de Alejandro Amenábar, del que por el momento me sigo considerando fan gracias a cintas anteriores.

Un presupuesto alto, figuras de renombre como Rachel Weisz, un director acostumbrado a cosechar éxitos película tras película... todo ello no ha sido suficiente para crear una obra atrayente.

Gracias a la excelente campaña de publicidad que está teniendo (de un lado, mérito de la distribuidora, de otro, gracias a las críticas que le endosan algunos detractores -entre ellos, la Iglesia y su particular cruzada con el panorama cinematográfico español-), lo cierto es que hasta el momento presenta una recaudación elevada.

El cine se llena, todos quieren ir a ver la última película presentada por Amenábar tras años de inactivida, pero cuando termina la película la sensación general no es ni mucho menos la esperada. El espectador se aburre. Hay escenas de batalla, pero están muy lejos del nivel que ofrecen otras cintas de época; hay acercamientos entre personajes, pero la tensión sexual nunca aparece; hay escenas didácticas, pero no hemos ido al cine para ver un documental (que seguramente los hay respecto al tema tratado, y son mucho más completos).

Cuando uno sale del cine tiene la sensación de que la película no te ha llegado, sientes que existe una distancia sideral entre la historia que acaban de contarte y tú.