Con la esencia de películas como “La vida es bella”, “Cinema Paradiso” o “Amélie” es fácil cautivarme, y ésta, aunque no creo que se parezca bastante a las anteriores, lo consiguió.

La película en cuestión el “Pequeña Miss Sunshine”; la historia de una familia conflictiva, los Hoover, en la que el abuelo esnifa cocaína y dice palabrotas, el padre da cursos sobre el éxito personal que no aplica a su propia vida fracasada, el tío se recupera de un suicidio frustrado al ser abandonado por su novio, el hijo adolescente lee a Nietzsche y se niega a hablar como muestra de rebeldía juvenil ante la mediocridad familiar, la madre no puede con la situación y no da abasto y la hija pequeña, nuestra protagonista, Olive, gafotas y ligeramente gordinflona, quiere ser una belleza. Por casualidades del azar, Olive es invitada a participar en el competitivo concurso de 'Pequeña Miss Sunshine' en California y toda la familia, tras su más y sus menos se embarca en la aventura de ir en su furgoneta Volkswagen hasta allí para intentar cumplir el sueño de la pequeña. Y ahí es donde empieza el periplo de tres días por el Oeste de esta familia, lleno de sorpresas hasta llegar al debut de Olive. A partir de ese momento la familia cambiará.

Los personajes que forman esta loca familia son excelentes, mezclando a la perfección lo cómico y lo dramático. Las cosas más absurdas se entremezclan con profundas reflexiones.
Cada personaje aporta algo esencial a la historia, la madre sufridora e incansable que consigue con muchos esfuerzos mantener unida a la familia. El padre fracasado que constantemente busca el éxito que predica. El abuelo con alma de quinceañero hippie cuya máxima es disfrutar de lo que le queda de vida. El tío con tendencias suicidas que se siente rechazado y en cierto modo también fracasado por su trabajo, su timidez y su cobardía y complejos. El hermano medio autista que se aisla voluntariamente del mundo.
Y ante todo este panorama una niña adorable e incomprensiblemente normal y feliz, todo dulzura, encanto, vitalidad, alegría, ingenuidad…a la que basta mirar a la cara para sonreír.
Y en ella reside el encanto de esta película, porque nos hace sonreír a todos o incluso llorar, pero sobre todo nos hace ser felices durante 101 minutos.