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7.9
106,289
9
16 de noviembre de 2014
16 de noviembre de 2014
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ayer fui a ver Interestellar, un guión de los hermanos Nolan, a los que han ayudado los grandes expertos en física sobre agujeros negros. Porque tuvimos la suerte de que nos acompañara una física enamorada de su campo, sé que cuanto relata la película sobre la posibilidad de que los agujeros negros nos introduzcan en nuevas dimensiones de espacio, tiempo y más está demostrándose como real. No lo entiendo ni voy a hacer ningún esfuerzo por entenderlo, con que lo entiendan los que lo estudian me basta a mí para creerles.
Lo que a mí me gustó de la película es la parte de estudio del comportamiento del ser humano; me llamaron la atención muchos planteamientos de la película, pero, como he decidido escribir una crítica y no una tesis doctoral, voy a centrarme en dos: la perversión de la soledad y el valor de lo etnocéntrico.
El valor de la motivación de lo etnocéntrico, del “nosotros” platoniano, que no es otra cosa que el amor que me trasciende al grupo humano al que pongo cara: hijos, padres, familia, amigos…está resuelto en el film cómo el único capaz de llevarnos a gestas importantes. Todos los participantes en la misión ideada por el Doctor Brand, fueron escogidos sin familia, salvo Cooper, el ex piloto de la NASA que finalmente dirigirá la misión sobre la que versa la película. Tiene dos hijos a los que ama con el infinito amor con que los padres amamos a nuestros hijos. Es al que los hermanos Nolan le otorgan la suficiente motivación para salvar a los supervivientes que quedan en el Planeta Tierra. También a la hija de Brand, enamorada de un piloto perdido en su planeta, le otorgan la motivación de lo etnocéntrico, ella,por encima de todo quiere salvarlo a él.
No es que sea nada nuevo. Ya Max Weber nos enseñó que el Comunismo y el Socialismo fracasarían porque todos aquellos que tuvieran poder, lo utilizarían para favorecer a los suyos, porque el “nosotros”, el grupo humano que me importa, se convierte en el principal factor de motivación. Y, desgraciadamente tuvo razón. La corrupción de las instituciones al final habla de la corrupción en una dimensión del cómo atiendo a ese valor “nosotros”.
Sólo a través del valor de lo etnocéntrico, del valor “nosotros”, establecen los hermanos Nolan la posibilidad de la motivación del “nosotros todos”, ese otro nosotros que incluye al concepto Humanidad; esos millones de seres humanos que nos son desconocidos, lo que el modelo de Conciencia integral de Kegan o Graves identifica como la motivación “globocéntrica”, el amor al “nosotros todos”.
Los guionistas lo tienen claro, son los personajes cuyo motor parte de lo etnocéntrico los que pueden dar el paso a lo globocéntrico; partiendo de un profundo amor a lo que conozco, puedo hacer gestas casi superhumanas que trascienden y benefician a los que no conozco.
Por contra, otorgan un valor de perversión a la soledad sin arraigo en el nosotros. Una soledad que lleva a convertir en representación de maldad al Doctor Mann, el que “era el mejor de todos nosotros”, y simboliza la perversión a la que la soledad puede llevar al hombre que no tiene el arraigo ni el soporte del “nosotros”.
Y esto es lo que más me ha gustado del planteamiento de Interstellar, porque plantea un debate que cobra una fuerza absoluta en la época de la globalización: si alguna vez el hombre podrá amar al “nosotros todos” por encima del “nosotros”, o es una motivación etnocénrica moral, es decir, una adecuada forma de amar al “nosotros” que conozco, la única de vía de acceso a un posicionamiento globocéntrico de amor al “nosotros todos”; claro, que primero, antes de motivaciones etnocéntricas o globocéntricas, esta sociedad cuya representación colectiva corresponde al “gustar a otros”, debería de romper ese modelo que le lleva mayoritariamente a estúpidas “conciencias acordadas”…pero eso sí que da para una tesis doctoral.
En lo que a mi respecta, al final de la película recordé a García Márquez, al que una vez le oí decir que, en realidad, escribía para que le quisieran su familia y sus amigos. A lo mejor es así, el hombre por el amor al “nosotros” es capaz de crear algo tan maravilloso como Cien años de soledad, y quizás, por el mismo “nosotros”, entrará y saldrá de los agujeros negros. Es sólo una inteligente propuesta de debate de los hermanos Nolan.
Lo que a mí me gustó de la película es la parte de estudio del comportamiento del ser humano; me llamaron la atención muchos planteamientos de la película, pero, como he decidido escribir una crítica y no una tesis doctoral, voy a centrarme en dos: la perversión de la soledad y el valor de lo etnocéntrico.
El valor de la motivación de lo etnocéntrico, del “nosotros” platoniano, que no es otra cosa que el amor que me trasciende al grupo humano al que pongo cara: hijos, padres, familia, amigos…está resuelto en el film cómo el único capaz de llevarnos a gestas importantes. Todos los participantes en la misión ideada por el Doctor Brand, fueron escogidos sin familia, salvo Cooper, el ex piloto de la NASA que finalmente dirigirá la misión sobre la que versa la película. Tiene dos hijos a los que ama con el infinito amor con que los padres amamos a nuestros hijos. Es al que los hermanos Nolan le otorgan la suficiente motivación para salvar a los supervivientes que quedan en el Planeta Tierra. También a la hija de Brand, enamorada de un piloto perdido en su planeta, le otorgan la motivación de lo etnocéntrico, ella,por encima de todo quiere salvarlo a él.
No es que sea nada nuevo. Ya Max Weber nos enseñó que el Comunismo y el Socialismo fracasarían porque todos aquellos que tuvieran poder, lo utilizarían para favorecer a los suyos, porque el “nosotros”, el grupo humano que me importa, se convierte en el principal factor de motivación. Y, desgraciadamente tuvo razón. La corrupción de las instituciones al final habla de la corrupción en una dimensión del cómo atiendo a ese valor “nosotros”.
Sólo a través del valor de lo etnocéntrico, del valor “nosotros”, establecen los hermanos Nolan la posibilidad de la motivación del “nosotros todos”, ese otro nosotros que incluye al concepto Humanidad; esos millones de seres humanos que nos son desconocidos, lo que el modelo de Conciencia integral de Kegan o Graves identifica como la motivación “globocéntrica”, el amor al “nosotros todos”.
Los guionistas lo tienen claro, son los personajes cuyo motor parte de lo etnocéntrico los que pueden dar el paso a lo globocéntrico; partiendo de un profundo amor a lo que conozco, puedo hacer gestas casi superhumanas que trascienden y benefician a los que no conozco.
Por contra, otorgan un valor de perversión a la soledad sin arraigo en el nosotros. Una soledad que lleva a convertir en representación de maldad al Doctor Mann, el que “era el mejor de todos nosotros”, y simboliza la perversión a la que la soledad puede llevar al hombre que no tiene el arraigo ni el soporte del “nosotros”.
Y esto es lo que más me ha gustado del planteamiento de Interstellar, porque plantea un debate que cobra una fuerza absoluta en la época de la globalización: si alguna vez el hombre podrá amar al “nosotros todos” por encima del “nosotros”, o es una motivación etnocénrica moral, es decir, una adecuada forma de amar al “nosotros” que conozco, la única de vía de acceso a un posicionamiento globocéntrico de amor al “nosotros todos”; claro, que primero, antes de motivaciones etnocéntricas o globocéntricas, esta sociedad cuya representación colectiva corresponde al “gustar a otros”, debería de romper ese modelo que le lleva mayoritariamente a estúpidas “conciencias acordadas”…pero eso sí que da para una tesis doctoral.
En lo que a mi respecta, al final de la película recordé a García Márquez, al que una vez le oí decir que, en realidad, escribía para que le quisieran su familia y sus amigos. A lo mejor es así, el hombre por el amor al “nosotros” es capaz de crear algo tan maravilloso como Cien años de soledad, y quizás, por el mismo “nosotros”, entrará y saldrá de los agujeros negros. Es sólo una inteligente propuesta de debate de los hermanos Nolan.
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