Vampira humanista busca suicida es una entrañable historia que habla sobre el paso a la edad adulta.
Sasha y Paul son dos personajes peculiares. Ella es una vampira adolescente de 68 años que se niega a matar para alimentarse y él un chico de 17 con vocación de suicida. Sasha debería resultar temible por su poder y Paul, trágico por su sufrimiento, pero no son más que un par de inadaptados que despiertan ternura.
Vampira humanista busca suicida es una de esas películas de bajo presupuesto en las que se cede casi todo a los personajes. Y se agradece. Es fácil cogerles cariño a esas dos almas perdidas y entender sus dudas y sus temores. Y es fácil disfrutar de esta historia acerca de la importancia de encontrar tu lugar y de aprender a sacar los colmillos para sobrevivir en este mundo.
Recuerda a The End of the F*cking World y tiene momentos que parecen sacados de un spin off de What we do in the shadows. Es una comedia ligera, sin grandes risas pero muy entrañable, que deja un poso optimista que, en estos tiempos, se agradece.
No tiene la carga dramática de Déjame entrar ni la tensión latente de A girl walks home alone at night, pero a quienes les gusten las historias de amistad entre vampiros y humanos, o de inadaptados que se adaptan perfectamente el uno al otro, estoy seguro de que les va a encantar.

Pese a que el diablo está presente hasta en el título, ésta una película que no precisa de elementos sobrenaturales para dar miedo.
Agnes, fantásticamente interpretada por Anja Plaschg, es una pobre chica cristiana que no aspira a nada más que a llevar una vida sencilla de esposa. Todo cuanto Agnes quiere es tener un hijo al que amar, algo que espera que Wolf, su recién estrenado marido, le proporcione pronto.
Desde esta simple premisa se nos presenta una historia de caída a los infiernos. A Agnes la van empujando poco a poco hacia el abismo, a base de menosprecios, de rechazos y de incomprensión. Agnes descubre que no puede ganar de ninguna manera., ni tan siquiera con algo tan sencillo como el lugar en que quiere dejar las sartenes en su propia casa. Le roban todas las posibilidades y, no contentos con eso, la culpan de no cumplir con los roles que, como mujer, le han sido impuestos. Ni siquiera con su propia madre y su hermano encuentra refugio.
Condenada a una vida sin esperanza, Agnes sólo ve una salida. Pero, para una chica cristiana como ella, ni siquiera ésa le está permitida.
Y ahí, en el colmo de la desesperación, llegamos al clímax de la película en el que los directores nos obligan a ser jueces. No podemos exculpar a Agnes por lo que hace pero la entendemos. ¿Cómo no entenderla si está rodeada de bestias disfrazadas de personas civilizadas?

“El baño del diablo” es un fantástico ejercicio de tensión, en el que la desesperación se cuece a fuego lento, y con una extraordinaria fotografía que entremezcla imágenes de una gran belleza con otras, sencillamente, sobrecogedoras.
Muy recomendable tanto para aquellos a los que les gustaron “Goodnight, Mommy” y “The Lodge”, como para los amantes del Folk Horror reciente que disfrutaron de “La Bruja” o de “Midsommar”.