Christopher Nolan haciendo lo de siempre:

Cuidando los detalles técnicos (y de la historia) como solo él, su maestro Kubrick y muy pocos más han sabido o saben hacer.

Naufragando totalmente en reflejar la pasión en las relaciones y en conseguir que el público empatice con los personajes.

Y alargando los clímax unos veinte pueblos hasta conseguir el efecto contrario de lo que pretende.

Creo que la narración es buena y algunas escenas y diálogos están muy bien filmados/escritos, las actuaciones son bastante correctas, pero no creo que la historia de Oppenheimer sea tan interesante como para traspasarla al lenguaje cinematográfico, seguramente fuese más adaptable al formato documental. Por tomar ciertos riesgos y no incluir alguna protagonista negra trans, también merece cierto aplauso Nolan, pero, en general, he tenido que revolverme en la butaca buscando varias posturas porque la atención por momentos decaía.

Esta película es un insulto a la inteligencia del espectador, no tanto por su nominación a mejor película que solo obedece a que es un panfleto político del Hollywood actual sino más por su elaboración, totalmente preocupada de cumplir con todas las correcciones políticas por encima de la búsqueda de calidad.

Empezando con un guion demasiado previsible (incluso en sus giros), tanto que podría considerarse adecuada para que antena 3 la pusiese un sábado por la tarde, siendo generosos. La estrechez de miras a la hora de escribir semejante ordalía, hace que todas las situaciones se vean forzadas y queden en un término medio de discurso serio y humor negro. No convence ninguna de sus premisas ya que para considerar serio su discurso debería cargarse de razones menos maniqueas y más reales, y el supuesto humor ni está ni se le espera.

Como thriller de venganza puede funcionar en algún momento, pero no ceja en su empeño de caer en el ridículo y la previsibilidad en cuando ves de qué va el panfleto.

Los actores secundarios jamás han tenido un trabajo más fácil ya que no han necesitado el más mínimo matiz, simplemente exagerar su estereotipo y a correr.

Carey Mulligan está recibiendo muchas críticas positivas, algo que me sorprende. Si bien es cierto que por una parte es ella (y solo ella) quien lleva más o menos de forma digna el peso de la película, por otra parte ocurre algo parecido con los secundarios. Aunque es un personaje menos plano, se pasa la película alternando entre rictus de loca triste con sed de sangre y muchacha enamoradiza. No cuadra, hace lo que puede, pero el guion no da para más.

Vivimos en una sociedad tan adoctrinada e infantilizada -el cine "usano" tiene gran culpa de ello- que no se da cuenta de la falta de lógica y las incoherencias en las que suele caer.

Respecto al fondo, esta película lanza a sus espectadores un mensaje peligroso; desde un discurso totalmente maniqueo, defiende la violencia y pretende cargarse un pilar del derecho tan básico como la presunción de inocencia, un retroceso legal y moral en toda regla.

¿Se imaginan una película donde todos los negros fuesen gente malvada que merece ser asesinada a sangre fría sin un juicio justo y con solo la palabra de un blanco? Seguramente fuese vilipendiada y censurada en medio mundo, pues ahora cambien la palabra negro por hombre y tendrán el infame mensaje de este filme propagandístico.

En la forma es una vulgar película de venganzas, con pretensiones y muchos colorines, en el fondo es un deplorable alegato a la superioridad moral de unas ideas rancias que creíamos superadas: que hay malos y buenos en función de alguna razón racial, sexual o religiosa.