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Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
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4
16 de agosto de 2012
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Prometheus es un espectáculo vacuo, carente de alma y de fuerza narrativa. Su propuesta hace un flaco favor al género de la ciencia ficción e invita a pensar acerca de cómo un director que creó una obra maestra como Alien, puede perpetrar un film que le equipara a los realizadores más inexpertos e intrascendentes del cine actual.

La decepción es fuerte aunque esperada por los comentarios y reacciones que habían ido llegando en los últimos dos meses. Ridley Scott y sus guionistas elaboran una propuesta tramposa y zafia donde se abusa de la puesta en escena sin conseguir que los fuegos de artificio nublen la impresión de que estamos ante un film que no tiene propósito ni objetivo. Su carencia de conclusión argumental es la mayor de una gran lista de debilidades. Solo al inicio se atisban algunos de los rasgos que convirtieron al director británico en uno de los más solicitados a principios de los ochenta. Pero el guión es insustancial porque se plantea un reto ambicioso que nunca es capaz de desarrollar ni de concluir. Mostrar cual podría ser el origen de la vida biológica en el universo es un propósito tan enorme y exigente que excede la capacidad intelectual de Jon Spaiths y Damon Lindelof, autores del libreto.

En consecuencia, la película naufraga en su intento de trascender porque su argumento es superficial y carente de garra. Seguro que ellos creyeron en la bondad del proyecto y en su capacidad de conseguir una gran historia pero lo único que han logrado es demostrar su pretenciosidad y mediocridad.

Ridley Scott ha fracasado al crear un film de gran escala sobre una base muy débil y eso le descalifica enormemente como realizador. Revisando su trayectoria, comprobamos que dio lo mejor de sí mismo en sus inicios pero después empezó a caer en una especie de letargo creativo que solo nos ha permitido apreciar su notable técnica visual en pinceladas. Gladiator (2000) pareció ser el film que le iba a reflotar pero no lo consiguió del todo puesto que es un film con numerosos errores de planteamiento que afloran cada vez más con el paso del tiempo. Además, su propuesta de visualización de la violencia ha sido ampliamente superada y mejorada en años posteriores.

Un director que dispone de recursos tan grandes a su disposición, no puede seguir desaprovechándolos por esta especie de fiebre que le invadió al entrar en el siglo XXI y que le lleva a acometer un proyecto tras otro sin apenas tiempo entre ellos. Esa precipitación en la elección y desarrollo de sus trabajos está lastrando su trayectoria y, si fue capaz de crear una de las aventuras épicas más decepcionantes de los últimos años (Robin Hood), ahora consigue lo mismo en su regreso a la ciencia ficción.

Afirmo que, en mi opinión, Prometheus es una película innecesaria que generará alguna que otra secuela que no va a mejorar lo presente. En las notas de producción que ha distribuido 20th Century Fox, Scott declara que el film contiene amplias reflexiones sobre cuestiones existenciales. Pero, una vez vista la película, uno se plantea ¿ dónde está todo eso?

Lo que tenemos es una clásica historia de misión espacial fallida, con personajes que no tienen entidad ni desarrollo y que se engloban en un film que tiene más de rutinario que de creativo. Me es dificíl hablar de los personajes porque cosnidero que ninguno está a la altura de las circusntancias en cuanto a desarrollo se refiere, ni tan suquiera el androide David. Las interpretaciones de Fassbender, Rapace, y Theron son buenas pero no pueden hacer demasiado con unos papeles que no ofrecen material suficiente para el lucimiento.

Lo mejor del film es su diseño de producción, a cargo del siempre genial Arthur Max, y la visualización de los escenarios en el satélite LV-223. La factura técnica es impecable y, en ocasiones, maravillosa pero lo que le rodea está más cercano a subproductos como Event Horizon.

Podría decir más pero me niego. La indignación vence a la reflexión porque, además, creo que la cinta no merece un mayor análisis. Su destino deberá ser el de añadirse a una larga lista de proyectos esparanzadores que, en última instancia, demostraron no ser dignos de la expectación recibida.

Crítica completa y más reflexiones en "El Cine de Hollywood" http://nestorcine.blogspot.com
@CinedeHollywood
21 de julio de 2012
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las calles de Gotham disfrutan de una paz y tranquilidad sin precedentes desde hace ocho años. La reducción de los actos delictivos se debe a la entrada en funcionamiento de la Acta Dent, una legislación municipal coercitiva que implica un fuerte endurecimiento de las penas de prisión e incluso la negación de algunos derechos constitucionales de apelación y revisión de sentencias. Pero el Comisario Jim Gordon sigue sin estar tranquilo y mantiene un control firme sobre el cuerpo de policía. Quiere que no se baje la guardia y que no se de un paso atrás en lo conseguido. Aunque hablando de esto solo arañamos la superficie. En realidad, el buen Comisario arrastra un enorme cargo de conciencia tras el acuerdo al que llegó con Batman para que el enmascarado asumiera las cinco muertes perpetradas por Harvey Dent tras el atentado que le desfiguró. El Joker no podía socavar la credibilidad del único funcionario público íntegro que había tenido Gotham en décadas. La ciudadanía confiaba en él y descubrir la verdad sobre el caballero blanco habría significado destruir la moral de una población necesitada de esperanza.

Pero la mentira conlleva consecuencias. Gordon no puede seguir ocultando la verdad y, ocho años después, empieza a pensar en hacerle justicia a su amigo, el protector vigilante que decidió hacer un gran sacrificio personal para que Gotham siguiera adelante. Pero, al igual que Gordon acarrea las consecuencias de esa polémica decisión, Bruce Wayne también ha caído en la desdicha más profunda. Lastrado por heridas físicas y emocionales que ya no es capaz de sobrellevar, ha decidido retirarse del mundo recluyéndose en su mansión. Convencido de que su presencia ya no es necesaria, ha optado por dar rienda suelta a su remordimiento paseando por el ala Este, como una misteriosa figura que solo mantiene contacto con su inseparable mayordomo Alfred Pennyworth.

Los acontecimientos, sin embargo, están a punto de cambiar diametralmente el panorama. Una nueva amenaza se cierne sobre la ciudad y será una atractiva ladrona quien presagiará su llegada. Ante esta situación, Bruce Wayne tendrá que volver al gran juego y todos aquellos que sirven a la ciudad deberán movilizarse de nuevo en un choque de voluntades épico que exigirá que vuelvan a dar lo mejor de ellos.

Ante una premisa argumental como ésta, no hay otra opción que presentar la rendición y convertirse en un audaz espectador de unos acontecimientos apasionantes. Christopher Nolan concluye su periplo, como responsable de las adaptaciones del superhéroe murciélago, con un tercer acto imponente que configura, junto a las dos películas precedentes, un tríptico de gran unidad formal y coherencia narrativa. Gracias a la realización de esta saga memorable, ha conseguido situar a Batman en un lugar de prestigio dentro del mundo del cine trasladando lo mejor de su excelente trayectoria en los cómics y añadiéndole la visión personal de un director que siempre ha apostado por una adaptación realista, dotando a los personajes de esencia y trayectoria, y haciéndoles moverse por escenarios reales, sin fuegos de artificio ni fantasías góticas innecesarias. Esa consideración que tiene ahora era algo largamente esperado puesto que nadie antes había conseguido trascender tanto adaptando al Caballero Oscuro. Nolan partió de cero defendiendo una idea que Warner Brothers decidió sufragar. Afortunadamente, el éxito cosechado con esta propuesta, destierra para siempre otras versiones decepcionantes que casi acabaron por completo con la existencia de Batman en la pantalla grande.

A lo largo de esta trilogía que ahora termina, Nolan y sus co-guionistas (su hermano Jonathan y David Goyer) han dotado a Batman de la mayor complejidad y profundidad conferida nunca a un superhéroe en el cine. En The Dark Knight Rises, la visión personal y realista junto al tono adulto del guión, configura un desenlace emotivo a la par que sombrío. La sensación crepuscular invade el metraje y se mantiene agazapada en todo momento, dominando el tempo y transmitiendo esa idea en la mente del espectador avezado.

Tras ver el film, creo firmemente que El Caballero Oscuro (The Dark Knight) mantiene su hegemonía como el mejor film de esta saga y quizá como la mejor adaptación al cine de un superhéroe de cómic. En ella todo encajó tan perfectamente que resulta prácticamente imposible igualarla. Pero ello no es óbice para afirmar que The Dark Knight Rises es un excelente film. Caracterizado por un argumento oscuro, siniestro, y lleno de matices, la película avanza con paso firme hacia un final en la cumbre.
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Obviamente, la película también tiene pequeñas deficiencias que le impiden llegar al nivel supremo de su predecesora. En el desenlace del film hay algunos elementos que quizá no acaben de funcionar y, en general, la trama es tan intrincada y compleja que puede exigir más concentración de la habitual en el espectador que va a la sala de cine a disfrutar de la parte más superficial. La duración del film es extensa y eso siempre suscita la duda de si una mayor contención podría sido beneficiosa. Aunque, en este tema, yo estoy completamente a favor del director porque se ha ganado el derecho a trasladar a la pantalla la historia tal como ha sido concebida.

Dicho esto, me gustaría destacar, una vez más, la labor del espléndido reparto de la película empezando por un magnífico Christian Bale, inconmensurable de nuevo a la hora de reflejar la pesada carga emocional que le acompaña. Interesante el rumbo que toma Michael Caine como Alfred y las reflexiones que evoca ante la idea de Bruce de volver a las calles. Gary Oldman y Morgan Freeman se mantienen en el alto nivel que les caracteriza y entre todos ellos forman el mejor colchón posible para la entrada de nuevos miembros. En este tema, debo poner un énfasis especial en Joseph Gordon-Levitt, quien tiene a su cargo un papel formidablemente escrito que gana credibilidad a medida que avanza la película y que tiene una evolución extremadamente interesante. Este John Blake, un honrado e íntegro policía que es capaz de remover las convicciones de Jim Gordon porque le recuerda a él mismo cuando empezaba en el cuerpo, es uno de los grandes aciertos de la película. En cuanto a Anne Hathaway, debo decir que su presentación al universo fílmico como Catwoman es sumamente interesante. Tal como estamos acostumbrados, Nolan ha mantenido las señas de identidad del personaje complementándolo con rasgos de femme fatale aunque siempre controlando para que la cosa no se escape de los parámetros de realismo establecidos. El resultado es acertado y la interpretación de Anne Hathaway responde a lo exigido superando un reto que muchos creían que no sería capaz de afrontar con credibilidad. El caso de Marion Cotillard y su Miranda Tate es otro tema.

Punto y aparte merece el villano de la función. El Joker de Ledger siempre será un referente pero es sensacional comprobar como han sido capaces de conseguir que el hercúleo Bane se convierta en un auténtico icono. Nolan quería a un antagonista muy diferente, necesitaba a alguien muy físico para esta conclusión y escogió a Bane porque además le garantizaba otros elementos. La dificultad para Tom Hardy ha sido máxima porque, además de aumentar brutalmente su presencia física, ha tenido que canalizar su interpretación gestual solamente con los ojos. Su voz es opresiva y tenebrosa, un auténtico tesoro que solo podrán descubrir en versión original. Y, enfundado en el chaleco de este misterioso mercenario, encontraremos a un coloso de imponente fuerza pero que también destaca por su gran inteligencia. Sus maquinaciones pueden resultar más peligrosas que la mismísima fuerza de sus puños y su inquebrantable determinación solo puede ser entendida al conocer su origen. Alguien que ha nacido y crecido en las sombras, con graves privaciones, siempre será capaz de desatar una ira inigualable incluso para aquellos que han experimentado una gran tragedia. Pese a la perversidad de sus actos, la manera como desata el terror en la ciudad es digna de reconocimiento.

En definitiva, The Dark Knight Rises es una película magna y ambiciosa. Sus debilidades son compensadas por su espectacular conjunto y, aunque Nolan y Bale no quieren volver a la franquicia, se deja el camino abierto a la especulación. Algo que nunca debe faltar en este tipo de películas.

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@CinedeHollywood
10 de septiembre de 2014 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia de cuatro jóvenes de Jersey que, gracias a su tenacidad y talento, consiguieron entrar en la historia de la música bajo el nombre "The Four Seasons", lleva más de nueve años años representándose con éxito en medio mundo. Su adaptación a la gran pantalla llevaba tiempo en el cajón de proyectos de Warner Brothers hasta que fue desencallada por Clint Eastwood. El maestro quería realizar un film musical desde hacía tiempo y Jersey Boys constituía una magnífica oportunidad tras descartar una nueva versión de A Star is Born.

Eastwood se planteó la película como una forma de expandir y abrir la historia de los Jersey Boys. En el montaje teatral, por razones obvias, todo debe ser muy práctico y funcional a nivel escenográfico. La gran pantalla permite situar a los personajes en multitud de espacios reales dotando a la narración de un contexto más rico y realista.

Por supuesto, estamos ante un musical cinematográfico que incorpora las necesarias licencias artísticas, pero es fácil reconocer en la cinta una ambientación que nos recuerda a Uno de los Nuestros (Goodfellas, 1990), A Bronx's Tale (1993), o Sleepers (1996).

La mejor de la película es que tiene frescura, dinamismo, y mucho entretenimiento sobre la base de una maravillosa caracterización de época. Eastwood se adapta al tono ligero del libreto aunque no por ello pierde énfasis en mostrar los momentos difíciles en las vidas de los personajes, particularmente en lo que se refiere al protagonista: el solista Francis Castelluccio, más conocido como Frankie Valli. Esta profundización en el corazón de los personajes es una de las grandes aportaciones del director a la consolidada trama.

Eastwood decidió que era imprescindible la presencia de John Lloyd Young en el papel de Valli. El joven actor acumula una gran carrera sobre los escenarios y ha interpretado a Frankie durante más de dos años entre Broadway y el West End londinense. Se le galardonó con el premio Tony, en 2006, como reconocimiento al brillante trabajo realizado en la obra teatral. Su identificación con el cantante es enorme y esa asunción del papel tan interiorizada se nota en cada una de sus escenas. Su sólida formación, en canto y expresión corporal, ejerce de imán sobre el público. Al igual que ocurría cuando Valli interpretaba las míticas canciones de la banda en los 50 y 60, la audiencia se centra en él y los otros tres miembros disponen de un mayor margen de acción para no desentonar.

Jersey Boys es una pieza coral, un musical que reverdece el encanto de una época marcada por la inocencia y la perversión a partes iguales. No se le puede pedir a la película que sea un retrato absolutamente fidedigno de la sociedad del momento porque no busca eso. Se debe al formato del libreto musical concebido por Rick Elice y Marshall Brickman que, a su vez, está inspirado en las vicisitudes de los Four Seasons. Por consiguiente, la cinta nunca debe perder ese aire desenfadado y distendido.

El clasicismo que caracteriza el estilo fílmico de Eastwood resulta idóneo para esta propuesta. Su aportación, por consiguiente, al género musical del siglo XXI me resulta plenamente satisfactoria. Incluso hay espacio para pequeñas notas de genialidad. Destacaría la escena que concluye con la grabación del clásico "Can't Take My Eyes Off You" y la utilización de "My Eyes Adored You" en momentos de fuerte intensidad emocional.

La ruptura de la cuarta pared también está perfectamente insertada y, además de ser un guiño al lenguaje teatral, también es la mejor manera para explicar una historia en la que abundan los puntos de vista diferentes y, en ocasiones, opuestos. En cuanto a la secuencia de los títulos de crédito finales, realizada en el backlot de Warner Brothers, hay que descubrirse por su elegancia y concisión. Una pequeña joya que incluso los que abominan el género musical deberían reconocer.

Considero que esta cinta no es merecedora de las críticas destructivas que está sufriendo por parte de ciertos opinadores endiosados. Se trata de un film honrado y disfrutable. Consigue todo aquello que Eastwood buscaba cuando decidió dirigirlo.

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8 de noviembre de 2012 2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Though much is taken, much abides; and though
we are not now that strenght which in old days
moved earth and heaven, that wich we are, we are;
One equal temper of heroic hearts,
made weak by time and fate, but strong in will
to strive, to seek, to find, and not to yield.”

Fragmento del poema épico "Ulises", escrito por Lord Alfred Tennyson en 1833.

En su comparecencia ante el Comité Ministerial de Seguridad e Inteligencia, M (Judi Dench) realiza un brillantísimo discurso en el que expone cual debe ser la posición de las grandes potencias occidentales ante las nuevas amenazas del siglo XXI. "Nuestros enemigos no están circunscritos en un mapa", afirma con vehemencia defendiendo una idea que deja patente en una intervención anterior: "ellos se mueven entre las sombras preparando el siguiente golpe que van a asestarnos y es allí donde debemos luchar". Y como conclusión a su poderoso alegato, recupera las palabras del gran poeta inglés, Lord Tennyson, en lo que supone un órdago épico que acaba con cualquier resistencia que pudiera albergar un comité de burócratas encabezado por una ministra que no ve más allá de lo que puede comprobar en una hoja de papel. El montaje paralelo de la secuencia, que combina la comparecencia con la persecución que se está produciendo en el metro y en las calles de Londres, en la que Bond va tras la pista de un villano a punto de irrumpir en la sala donde se está celebrando dicha audiencia, convierte ese momento en una escena de gran calibre que nunca antes habíamos visto en un film de la saga 007.

Creo que este es el gran valor de Skyfall como película. Su propuesta es un éxito porque logra combinar los elementos clásicos, que nunca pueden faltar en la franquicia, con otros que son totalmente nuevos y que la convierten en un gran film que, por momentos, consigue trascender más allá de lo esperado.

Skyfall es la suma de muchos aciertos. Tener a un director de la categoría de Sam Mendes al frente del proyecto, ofrece un extra de calidad que se nota especialmente en lo que consigue de los actores y en la apuesta por escenas de profundización regadas siempre con interesantes diálogos. Mendes afronta el film como un thriller psicológico marcado por un tono oscuro e introspectivo. Se atreve a llevar a Bond hacia nuevos territorios, forzándole a transitar por caminos nunca antes recorridos y además le rodea de personajes que, tanto si están en su bando como si no, consiguen mostrarnos las diferentes aristas de un agente secreto cada vez más complejo.

Técnicamente, Mendes nunca había estado vinculado a una película con un nivel tan alto de acción pero eso no ha sido un inconveniente porque ha sabido delegar en los técnicos para llegar a donde él no podía. Teniendo a su lado a un excelente director de segunda unidad, Alexander Witt, y apoyado en la inmensa labor del equipo de efectos especiales de Chris Corbould, Mendes ha podido concentrarse en dotar a la película de un rasgo distintivo en los terrenos que domina: la dinámica entre personajes y la propuesta argumental. Estamos ante una maquinaria de precisión que además se ha visto beneficiada por el entusiasmo de un director de actores, que siempre ha sido un gran admirador de la saga Bond, y que se ha implicado realmente. Marc Forster encaró Quantum of Solace como un simple encargo y eso se notó en la calidad del producto final. Sam Mendes, por contra, fue contratado poco después y supervisó la escritura del guión incorporando además a John Logan, quien ha sido el artífice de los mejores pasajes del libreto.

El camino que se inició en Casino Royale, reiniciando y reactivando una saga que sufría las consecuencias de un encasillamiento formal acuciante, ha llegado a su cénit con Skyfall. Daniel Craig ha logrado definir al nuevo Bond del siglo XXI, respetando las esencias pero aportando rigurosidad y contundencia a un personaje que necesitaba de un fuerte impulso. A su alrededor, la saga está pasando por su mejor momento creativo y no cabe duda que el futuro de la franquicia está asegurado bajo el fuerte liderazgo que le caracteriza como 007.

Lo que vivimos en Skyfall es un viaje personal de reivindicación y reafirmación del propio Bond. Dado por muerto al término de la trepidante escena inicial en Turquía, 007 regresa a Inglaterra cuando su país y su agencia están siendo amenazados por una organización ciberterrorista liderada por alguien que parece conocer muy bien las interioridades del MI6. Su lealtad sigue siendo firme y decidirá "resucitar" para ponerse al frente de la respuesta al ataque recibido. Su vuelta al trabajo refleja la enorme confianza que M deposita en él. Más allá del sarcasmo formal que preside su relación, ella sabe que es el único hombre que podrá detener la amenaza que se cierne sobre ellos y, a pesar de que no esté aún en las mejores condiciones tras su retiro involuntario, 007 vuela a Shanghai tras la pista del misterioso sicario al que no pudo neutralizar en Istanbul cuando había logrado apoderarse de la lista encriptada con todos los operativos de la OTAN que trabajan infiltrados en las diferentes redes terroristas del mundo. Al tirar de la cuerda, Bond descubre que el cerebro de la operación es un ex-agente del Servicio Secreto Británico, destinado al área de Hong Kong años atrás, a quien le perdió su propia ambición. M acabó entregándolo a los chinos para librarse de sus constantes desafíos. Pero Raoul Silva ha renacido de sus cenizas con una fortaleza inusitada. Convertido en el ciber-terrorista más hábil del mundo, ha conseguido unos recursos inagotables que van a alimentar directamente su sed de venganza contra la traición de M.
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En la interpretación de Javier Bardem encontramos, de nuevo, esta tendencia al psicodrama que caracteriza al film. Su primera aparición es absolutamente antológica y su declaración de principios le convierte en un villano de altura porque su objetivo no es el de dominar el mundo, en una especie de fiebre megalómana. Silva es un villano adaptado a los tiempos, al igual que ya sucedió con LeChiffre y la organización Quantum. Por consiguiente, sus objetivos son más "realistas", no hay que destruir el mundo sino sacar el mayor provecho del mismo sin salir de las sombras.

Y la venganza personal contra M focaliza extraordinariamente la tensión dramática del film. Esa es otra de las ventajas argumentales que ofrece el guión. Y Sam Mendes le ha dado mayor envergadura al explorar con Bardem las diferentes opciones que daba el personaje, construyendo una versión final bastante rica en matices. Incluso se rompe el tabú de la orientación sexual cuando queda clara su ambigüedad en este terreno. Y, en cuanto a la cuestión física que tanto había dado que hablar en trailers y avances, se vuelve a demostrar que hay que esperar a ver la película para emitir determinados juicios. Esta es una reflexión libre de spoilers pero, obviamente, todo encaja cuando conoces cual es el background del siniestro Raoul Silva.

Así pues, teniendo a Bond en un momento sumamente interesante dentro de su trayectoria vital, un brillante enemigo, y una M más dedicada y excelsa que nunca, presenciamos un gran espectáculo, equilibrado en trama y acción. EL MI6 estará en jaque también a nivel interno, sometido al continuo escrutinio del Gobierno a través de Gareth Mallory (Ralph Fiennes), un burócrata sólo en apariencia, que acabará mostrando cuales son sus verdaderas lealtades. Desde luego que será muy interesante verle en el futuro. El choque de voluntades que caracteriza a la propuesta tendrá la eclosión en un tercer acto que tiene la virtud de mostrarnos algo nunca visto anteriormente. El clímax final se desarrolla donde todo empezó para Bond, y en ese mismo escenario deberá concluir un nuevo capítulo de su vida, con grandes implicaciones emocionales de por medio.

Obviamente, la película también tiene sus debilidades. Sin embargo, no estoy de acuerdo con aquellos que acusan al film por un excesivo metraje. A mi no me sobraron minutos porque estaba disfrutando con la historia, una sensación parecida a la aún más larga The Dark Knight Rises. Quizá lo que ocurre es que la película plantea situaciones de relación entre personajes y secuencias de diálogo que, en algún momento, sorprenden dentro del sub-género 007. Y esa adecuación es difícil cuando el público está habituado a una fórmula conocida y, de repente, las conversaciones se alargan algo más de lo habitual.

En definitiva, Skyfall es un film de gran mérito y, además, nos depara unas interesantes sorpresas en su tramo final que ya nos sitúan ante el futuro de la saga. Un futuro que parece volver al clasicismo pero sólo en apariencia porque James Bond no regresará a los años 60 de repente ni terminará sus misiones esquivando el seguimiento del MI6 mientras se escapa con la chica de turno. El cambio es irreversible y es genial que sea así. Pero, tal como aludía al principio del artículo, siempre es bueno combinar tradición y modernidad. Y en eso los responsables de la saga han acertado de pleno. 007 está mejor que nunca.

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