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5.7
11,958
7
15 de abril de 2012
15 de abril de 2012
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenemos ante nosotros un caso extraño: el de una excelente película familiar (de hecho, es la primera película que recuerdo haber visto en mi vida, con unos cuatro años) que resulta ser, al mismo tiempo, una horrible adaptación del libro que posteriormente marcaría mi infancia.
Comparándola con la obra maestra de Jack London, de la cual proviene la cita que da título a esta crítica, la película no tiene nada de especial, o mejor dicho: no tiene el carácter feroz ni la crudeza que me impactó tanto en el libro, el cual, dicho sea de paso, leí gracias al interés que me suscitó el producto manipulado y edulcorado (estos adjetivos se los añado ahora, porque durante muchos años esta peli me pareció lo más de lo más) de Randal Kleiser.
Al pensar en esta película, no puedo evitar sentir dos cosas: la primera, agradecimiento, porque le debo la pequeña investigación que llevé a cabo en el teletexto y en la biblioteca de casa inmediatamente después de ver por segunda vez "Colmillo Blanco", que me condujo a un libro maravilloso que hizo nacer en mí el amor por la lectura, que aún no se ha desvanecido (ni creo que lo hago nunca); la segunda, un inmensa pena, porque en otras manos podría haber sido fiel al libro y haberse convertido en una película memorable.
Sin duda, esta película me hizo a crecer y correr hacia la luz. Es por eso por lo que no entiendo que muchos me digan que no es una película adecuada para niños. De hecho, esta "es" una película para niños, y las pocas escenas violentas (spoiler) que contiene hacen más contra el maltrato animal que mil campañas de concienciación.
Si es usted padre y duda sobre ponerle esta película a su hijo, ahí va mi consejo: no dude más. Está tan pensada para ellos que incluso puede que usted se aburra, y con eso lo digo todo. Además es perfecta para conseguir algo, pienso, indispensable en la infancia y crucial en el desarrollo de un individuo mental y moralmente sano: el amor por los animales y la Natualeza o, como mínimo, la asimilación de su (id)entidad y la inexistencia de deseo de hacerles daño. Yo la vi Navidad sí, Navidad también durante nueve o diez años, y siempre abrazada a mi querido perro... Sí, ese perro al que aprendí a querer antes incluso de que entrara en mi vida.
Comparándola con la obra maestra de Jack London, de la cual proviene la cita que da título a esta crítica, la película no tiene nada de especial, o mejor dicho: no tiene el carácter feroz ni la crudeza que me impactó tanto en el libro, el cual, dicho sea de paso, leí gracias al interés que me suscitó el producto manipulado y edulcorado (estos adjetivos se los añado ahora, porque durante muchos años esta peli me pareció lo más de lo más) de Randal Kleiser.
Al pensar en esta película, no puedo evitar sentir dos cosas: la primera, agradecimiento, porque le debo la pequeña investigación que llevé a cabo en el teletexto y en la biblioteca de casa inmediatamente después de ver por segunda vez "Colmillo Blanco", que me condujo a un libro maravilloso que hizo nacer en mí el amor por la lectura, que aún no se ha desvanecido (ni creo que lo hago nunca); la segunda, un inmensa pena, porque en otras manos podría haber sido fiel al libro y haberse convertido en una película memorable.
Sin duda, esta película me hizo a crecer y correr hacia la luz. Es por eso por lo que no entiendo que muchos me digan que no es una película adecuada para niños. De hecho, esta "es" una película para niños, y las pocas escenas violentas (spoiler) que contiene hacen más contra el maltrato animal que mil campañas de concienciación.
Si es usted padre y duda sobre ponerle esta película a su hijo, ahí va mi consejo: no dude más. Está tan pensada para ellos que incluso puede que usted se aburra, y con eso lo digo todo. Además es perfecta para conseguir algo, pienso, indispensable en la infancia y crucial en el desarrollo de un individuo mental y moralmente sano: el amor por los animales y la Natualeza o, como mínimo, la asimilación de su (id)entidad y la inexistencia de deseo de hacerles daño. Yo la vi Navidad sí, Navidad también durante nueve o diez años, y siempre abrazada a mi querido perro... Sí, ese perro al que aprendí a querer antes incluso de que entrara en mi vida.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Sin duda las mejores escenas, las más crudas y mejor conseguidas de "Colmillo Blanco", son las de las peleas organizadas entre perros, debido a la abundancia de sangre y a que Kleiser las filma con tanta precisión y honradez que no podemos evitar sentirnos impotentes ante esta matanza de inocentes. Actos despreciabes que quedan tan bien retratados en la película como en libro y que convierten (al menos durante un rato) a la película de Kleiser en un bello alegato a favor de los derechos de nuestros peludos amigos. Son estas escenas una tortura visual que recoge el mensaje que London quiso transmitir en su día: este abuso se produce sin que lo veamos ni lo queramos ver, y se alimenta de odio y desconocimiento.
Por último, he de dedicarles unas líneas al perro adulto y al adorable cachorrillo que, juntos, dan vida a Colmillo Blanco. Estos preciosos y soberbios animales brillan con luz propia y eclipsan a sus compañeros de reparto humanos sin grandes dificultades y, por supuesto, sin proponérselo. Dulces, maravillosos y magníficos: así es como yo los recuerdo.
Por último, he de dedicarles unas líneas al perro adulto y al adorable cachorrillo que, juntos, dan vida a Colmillo Blanco. Estos preciosos y soberbios animales brillan con luz propia y eclipsan a sus compañeros de reparto humanos sin grandes dificultades y, por supuesto, sin proponérselo. Dulces, maravillosos y magníficos: así es como yo los recuerdo.
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