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Críticas 172
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
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17 de diciembre de 2024
29 de 32 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dieces por aquí, ochos por allá, pero no escuché a nadie recomendarla, realmente. Onírica esto, jugada aquello... que no es para cualquiera, que el estilo personalísimo, sin reglas, puede desconcertar o abrumar, pero también fascinar... Incluso hay un delirante que puso "si logran entrar en el tono...", o que "el grado de libertad incomoda". Para poder entrar, debería haber "un tono". Y para ejercer la libertad, hay que tomar decisiones. Acá no hay ni lo uno, ni lo otro.

El Jockey es una sucesión de escenas filmadas, actuadas, escritas e iluminadas sin criterio, y por lo tanto, sin gracia ni ganas. Alguien prendió una cámara, alguien se paró frente a ella. No hay nada más. No se engañen, esto no es cine experimental, ni uso artístico del lenguaje, ni una historia original (apenas una pequeña anécdota narrada a desgano). Los momentos "dialogados" son paupérrimos, la puesta en escena no llega ni a producción de Pol-ka, resulta insulsa y deslucida; el guion es impotentemente conducido por algunos diálogos explicativos dispersos cada tanto, y que vienen a enterarnos que el protagonista debe plata, o se está drogando mucho, o tiene una oportunidad única, etc. El supuesto tono "ascético" de las actuaciones funciona más bien como un salvoconducto que disfraza la falta de criterio en la dirección de actores, y otorga al esnobismo algo de qué aferrarse al momento de asumir esto como, al menos, una supuesta "película rara". Los momentos de lógica videoclip pop, casi siempre algo canchero y estúpido que incluyen para perfumar "con onda" una mala historia, vienen siendo lo "mejor" que ofrece El Jockey. Imagínense lo demás...

El hijo de Palito Ortega usó la cámara para grabar, solamente. No se enteró que existen infinitas maneras de componer un cuadro, de hacer interactuar elementos dentro del mismo, de angular, de usar la profundidad... en fin, sabe que la cámara graba pero desconoce eso que llaman cine. Ni hablemos ya de un montaje tal o cual. Esta película no es que lo hace mal, directamente no hace nada. Quizás por eso, tal vez, resulte para algunos difícil de criticar. La mayoría, humildemente, asume no haberla entendido.

Pero incluso aquellos entusiastas parecen no haberla entendido, y se los ve enredarse en vericuetos argumentales para intentar explicar sus altas puntuaciones. Están intoxicados de información, pervertidos de hype, alienados de tanto esnobismo. Aterrados quizás, como todo esnob, de quedarse afuera de algo que podría tener algún tipo de valor cultural... en el fondo, la película los dejó fríos, como a todos, pero quizás los asuste esa voz en la cabeza que les susurra "no seas ridículo, que en verdad no la has entendido".

No se preocupen, ustedes no están ciegos, es el Rey que está desnudo. Si, aunque estén todos intentando describir su precioso traje nuevo...
26 de octubre de 2022
60 de 100 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Una película necesaria", sentenciaron unos. "Me lloré todo en el cine", presumieron otros, postulándose para campeón en el torneo de "buenismo" tan de moda últimamente. Por otro lado, estuvieron los que reprocharon la ideología, el recorte histórico o incluso la tergiversación, pero aclaran, eso si, que "técnicamente es buena".

Me parecen debates delirantes, porque habiendo visto esta película con ganas, me pareció realmente es mala, en el más estricto sentido cinematográfico. Creo que básicamente no hay película, porque todo te lo cuentan. La producción de capitales argentinos (entre otros) más cara del año redunda en un montón de guita que se lleva Darín para parlotear 2 horas y media. Su perorata les ahorra a los cineastas la difícil tarea de hacer cine. ¿Para qué filmar la escena de la hija que, parece, andaría noviando con un espía miltar, si te lo puede contar Darín y ya? ¿Para qué te van a hacer una buena escena de Alfonsín, si pueden poner a Darín contándole a la mujer que estuvo con Alfonsín y le dijo esto y aquello? Como esos hay mil ejemplos más. Da la sensación que los que filmaron este guión se hicieron todos los goles en contra ellos solitos: proponen buenas ideas, pero luego no las filman. La película se podría escuchar por radio, y casi sería lo mismo. Pero ojo, hay más, mucho más.

No contentos con reemplazar el cine por un parloteo constante, hay que escuchar esos diálogos. No son aptos para mayores de 12 años. "Papá, vas a meter preso a Videla!" la primera vez que lo dicen te sabe horrible; ya la tercera vez que dicen esa misma estupidez te querés martillar un huevo. Para colmo, las demagogias Woke, como cuando la mujer del Fiscal Strassera escucha a un tipo justificar la represión y acota "pero este tipo está culpando a la víctima!" Es una subestimación tan brutal hacia el público que enseguida pasas de la bronca a la depresión.

Encima, todo este sumiso radioteatro, atenta contra la obra, que entonces carece de clima de época, de ambiente pesado, de peligrosidad. Casi no hay amenazas, porque te las cuentan. No hay brutalidad policial. Los milicos son cuatro tipos que aparecen en un auto 3 segundos, que encima es un Torino verde!!, ni siquiera tuvieron la dignidad de usar un icónico Ford Falcón. Ya se, es una pavada esto último, pero lo que de verdad me disgustó, peor que la falta de cine en el cine (podría ser una buena película de diálogos, pero estos no aportan), es esa falsa emotividad argento-identitaria propia de las publicidades de Cerveza Quilmes. Y no las que hacen cada cuatro años para el mundial de fútbol, que al menos tienen de donde agarrarse; si no las otras, las de las minitas lindas y felices y el locutor que cancherea complicidad con el "pueblo argentino". A esto sabe, a radioteatro parlanchín mezclado con Quilmes, el sabor del encuentro. El Secreto de sus Ojos es El Padrino al lado de esto. Imaginemos que, en vez de la escena con la hinchada de Racing en la cancha de Huracán, hubieran puesto a Darín contando que estuvo en la cancha. Si hasta Granizo resulta con más contenido cinematográfico que esto.

Y Darín... no hay caso con Ricardo ya. Parece que hay que pedirle perdón por verlo actuar. Todo el tiempo con cara de orto y expresión del tipo "uf, me están rompiendo las bolas...", que lentamente va virando a "uf, ya me rompieron las bolas, los voy a tener que salvar". Es infumable. Cómo se extraña al garca de barba candado de Nueve Reinas. Tuvo tanto éxito que desde entonces tenemos que soportar a este personaje que "nos sufre" a los argentinos pero es tan superior que nos termina salvando o enseñando alguna pelotudés. Y hay que pagarle un dineral para que nos narre todo aquello que podría estar filmado.

Ya está, yo creo que el país está subdesarrollado por culpa de Darín y su cachet. No me quedan más dudas.
18 de septiembre de 2023
31 de 44 usuarios han encontrado esta crítica útil
"...vamos por partes...", dijo El Descuartizador de Barracas, mientras despojaba de extremidades un torso tibio. Siguiendo esa inteligencia, hago la primera y más importante división: esto es cine de autor, arte y ensayo; y para nada pueden suponer que la temática vampírica o el tono satírico hacen de ésta una película de género, sea comedia o terror.

Más cerca de Buñuel que de William Lusting o Larry Cohen, El Conde plantea un absurdo con tintes metafóricos (Pinochet no muere, sigue vivo vampirizando a Chile a través de sus desfalcos), a partir del cual se plantean divagues filosófico sobre la historia reciente de Chile. Un absurdo, al mismo tiempo horroroso y tragicómico, para abordar las heridas sangrantes de la post dictadura o transición democrática. Y perdonen que le encuentre el pelo al huevo (de la serpiente), pero me parece que este dictador como un monstruo aislado de la sociedad, es una narrativa que sirve de tapadera para todos sus secuaces y beneficiarios: básicamente, la clase alta chilena, el empresariado, la oligarquía, la clase dirigente de aquellos años oscuros... en otras palabras, a la propia familia Larraín, allegados y amigos. Acá tenemos al talentoso Pablito, rasgándose las vestiduras: "¡pero qué monstruo ese Pinochet!, ¿cómo pudo hacernos esto?"

En fin, como dice El Chavo en referencia a su jugo de limón, que en realidad es de jamaica pero sabe a tamarindo: esto parece una denuncia o sátira política, pero está hecho de tapadera cómplice y sabe a trasgresión módica.

Lo más sorprendente es que, aún con esas imágenes muy resultonas del dictador sobrevolando Santiago de Chile en busca de corazones frescos para comer; el hermoso y sombrío blanco y negro; o la divertida aparición de personajes históricos que no sería justo espoilear, la película entusiasma cinco minutos y aburre una hora.

Una vez que terminó, me quedé pensando en artistas chilenos que me gustan. Me acordé de esa gran canción que dice:

"Quiero que recuerdes
que tu protesta sólo vale si desprecias
Si la sobreabundancia
a ca para da
provoca
la justa arcada.

Mírame a los ojos,
no sea cosa que hayas estado fingiendo
Que no es tu anhelo ver el
tro no que ar de
y en cambio
quieres sentarte

No... nunca pierdas la... capacidad... de despreciaaar"
18 de febrero de 2025
30 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una más para engordar la temática "problemas con la IA". Entretenida, bien filmada, bien escrita, bastante original, esquiva en su tono, curiosa en su anécdota. Historia bastante terrible, pero narrada con liviandad (escaso dramatismo, y casi nada de cursilería). Con énfasis en los devenires y la aventura, más que en el suspenso o el terror. Su forma me recordó a películas como La Cacería (Craig Zobel, 2020), Sick (John Hyams, 2022), Soft and Quiet (Beth de Araujo, 2022) y alguna otra de semiterror con temática actual. Yo siempre celebro estos intentos, porque utilizan un vehículo de entretenimiento como es el cine de género e impacto, cortito y divertido, pero abordan cuestiones contemporáneas y que están en pleno debate público. Doble valor. Y, siendo cine de género (es decir, cine no ambiguo), este tipo de relatos construyen un discurso nítido, cerrado.

La Cacería nos habla de cómo las redes componen una progresía violenta e hipócrita, y una ultraderecha estúpida e inconsciente; Sick nos muestra la locura persecutoria que conllevó la cuarentena; Soft and Quiet nos ilustra los riesgos de los discursos de odio y la hipocresía de sus promotores; etc. A mi modo de ver, independientemente de las virtudes cinematográficas de cada obra, esos discursos las vuelven divertidas o aburridas, desafiantes o complacientes, valiosas o engañosas, etc. ¿De qué nos habla "Compañera perfecta"?

Aunque interesante, virtuosa y bien realizada, Compañera Perfecta ve su nota herida por el discurso que trafica. Una anécdota que explore los riesgos de utilizar un robot de compañía (sexual, emotiva) "inteligente" es bienvenida, siempre. Sin embargo, acá sólo se habla del manido y re-manido "empoderamiento femenino". Lo digo entre comillas, porque se lo aborda de modo grotesco, amarillista, torpe, cansino. Puros estereotipos y lugares comunes, donde los novios son todos malos y los únicos hombres potables son homosexuales. Una más, y van...

Y, para peor, el engaño de la (anti) ciencia ficción actual: los humanos son malos, y los robots buenos. Menuda ideología que nos quieren hacer creer el puñadito de humanos que manejan a todos los robots del universo.

Hasta no hace mucho, el futuro se imaginaba robótico, amenazante y problemático. Ahora que el futuro llegó, robótico, desplazándonos, nos explica que el problema somos nosotros, los humanos.

¿Alguien más para ir a la guerra santa?
26 de marzo de 2024
25 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya bastante mal escribo, y bastante ignorante soy, como para intentar un bosquejo acerca de lo que son los géneros cinematográficos, los subgéneros, las tendencias, etc. Tema éste muy tratado por grandes autores, de los cuáles lejos estoy de formar parte, ya que sólo soy un estúpido y anónimo forista sin mayores pretensiones que la de hacer carburar el cerebro e intentar conectar con alguien allá afuera, mediante estos torpes intentos de escritura.

La película en sí, creo, no deja mucha tela para cortar. Pero si me hizo pensar, justamente, en la cuestión de géneros y tendencias de la industria: ¿Qué pasa con éste, el subgénero biopic empresarial? ¿qué nos motiva a nosotros, humildes trabajadores/consumidores, a excitarnos y apasionarnos con las peripecias de los empresarios en torno a un producto tal, a un logo cual, o a una megamultinacional? ¿Dónde estamos parados, en el mapa de la organización social? ¿qué somos, socialmente? Si nos vemos como consumidores, pareciera que tenemos un rol activo, y la capacidad de elegir. Si, en cambio, nos vemos como trabajadores, pareciera que somos esclavos condenados a trabajar para otro, a no elegir. La idea de "consumidor" parte desde el negocio y, por lo tanto, nos otorga la ilusión de libertad, de elección. La idea de "trabajador", en cambio, parte desde la producción, y reconoce nuestro esforzado aporte a la sociedad, nuestro rol, nuestra utilidad.

Yo consumo, claro que consumo. Mucho cine, como verán, pero no me reconozco consumidor. O, en todo caso, reconozco que sólo desde el punto de vista del negocio soy un consumidor. Pero mi identidad la mido y categorizo, en todo caso, por el rol social que cumplo. Yo trabajo todos los días, y recién luego consumo, con la tranquilidad de haber hecho un aporte, para disfrutar luego del trabajo de los demás. En este caso, de quienes hacen películas.

Entonces, de trabajador a trabajador les pido, por favor, dejen de hacer estas películas de temática empresarial. Romantizando, con actores lindos y música pop, la actividad de frívolos y amorales (por no decir meros hijos de p...) Ceos y sus aventurillas por hacerse o no más millonarios.

Creo que la culpa de todo la tuvo La Red Social (David Fincher, Columbia, 2010), película que desató el interés de la industria por reproducir más películas de este subgénero empresarial hasta darle entidad como tal, y que funciona como retrato generacional: ya no seríamos trabajadores, ni siquiera seríamos clientes. Ahora apenas seríamos usuarios, sin derechos ganados, ni reclamos posibles, de un sistema tecnológico que se postula natural, para que, por lo tanto, naturalicemos sus salvajadas.

Cada tanto se nos permite, sintonizando este despreciable subgénero de biopic de marcas y ceos, saborear el autodesprecio de clase, besándole las sucias y sangrientas, pero bien fotografiadas, manos del amo.

PD: no, decirle a las cosas por su nombre no te vuelve comunista.
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