Por un simple motivo: para sufrir, empatizar con mafiosos, desvivirse en 24 horas, admirar las recreaciones históricas, contemplar los secretos de las escuchas de agentes antidroga, o el drama y la violencia de un distrito de L.A., hay otras series, enormes también. Pero lo que hace a Frasier mejor, es su cercanía, su capacidad de reconfortar, de hacer sentir bien en medio de un mar de hilaridad, humor ácido y brillante, situaciones paradójicas, pensamientos freudianos... o de cómo no poder separar la sonrisa de tus labios en los 22 minutos que dura cada episodio.
Si bien es cierto que a partir de la sexta temporada existe un evidente bajón, en cualquier momento aparece otro gran episodio y te descubres muerto de risa por uno de los golpes del enorme Niles Crane, o las salidas de tono del padre, Martin, o el siempre pedante y extremadamente competitivo Frasier. Buen papel de las chicas, Daphne y Roz, y secundarios legendarios como Bob Bulldog Briscow, Noel Shemsky o Gail Chesterton.
Imprescindible, eso sí, para paladares finos.