El día que descubrí el talento del director de esta película, no fue el sábado, cuando entré a ver su debut en el largometraje. Por eso no me sorprendieron esos diálogos bien equilibrados entre el lirismo y la cotidianidad (si quieren un ejemplo más o menos cercano de desequilibrio vease "Princesas", de Fernando León), por eso no me extrañó ese agradable cóctel entre drama y comedia, tan bien construído en guión, o el hallazgo de un actor como Quim Gutierrez, o una planificación que sabe ser espectacular cuando debe serlo (vease la primera escena) e invisible cuando la historia lo requiere.

Si no conociese el talento de Daniel, más que demostrado en sus cortometrajes, hubiese salido del cine sorprendido de lo que había visto, y alegre de que una primera película española me sorprendiese por su eficacia (aunque ciertas situaciones, actuaciones y planteamientos me fallen o directamente me resulten previsibles, me mantuvo con interés hasta el final).

Por eso no salí del cine ni sorprendido, ni aburrido, salí contento. Contento por comprobar que Daniel ha aprobado con nota su examen y que ya tiene el carnet de director de largos, contento por colaborar con mi entrada a que una película como ésta continue en cartel, en los tiempos que corren, contento de que cineastas de treintaytantos tengan voz propia, de que tengan suerte de que el público llegue a oir esa voz y sobre todo, de que tengan talento, mucho talento.