Sed con Dios, hermanos en Cristo
As-Aalam Aleikom

Me presento: me llamo Rodrigo Díaz de Vivar, también conocido como "Sidi Roudrigh" entre los musulmanes y también como el "Campeador" por los cristianos o "Sidi Campeador", término este último -según me contó un culto abad del Monasterio de Santa Esperpenta de Picio- deriva del latín "campidoctor", que era algo así como "el señor del campo de batalla". Y es que durante años me gané la vida atravesando tripas y cortando cabezas en las tierras de Castilla, Aragón, Zaragoza, Valencia, Arkansas (uy, no, perdón, eso fue en una encarnación posterior) y tierras circundantes a mediados de la decimoprimera centuria del nacimiento de nuestro Señor Jesucristo.

Me veo obligado a interrumpir mi bien merecido descanso eterno debido a la polémica que en tierras hispanas está surgiendo sobre una relectura de mi vida y milagros de la mano de una "serie de televisión" (todavía no acabo de entender cómo funciona eso, del mismo modo que tampoco entiendo cómo puedo estar escribiendo todo esto en un idioma que desconozco y en un pequeño ingenio asaz extraño y diabólico que la gente lleva en su faldriquera). Al final, le he pedido a un colega del Purgatorio, un tal Charlton Heston, que me preste su tele celestial para ver esta serie. Al principio el hombre se resistía y se empeñaba en que viera otra producción del mismo título, pero tras un breve intercambio de espadazos le he convencido.

Y qué queréis que os diga: la serie me ha gustado. El chaval que hace de mí está fornido y se maneja bien con la espada, amén de saber cabalgar. La sangre salpica en el campo de batalla, las cabezas ruedan, las amputaciones de extremidades son parecidas a como las recuerdo, aunque se echa de menos el hedor de los muertos despanzurrados, de la sangre medio seca, de la visión de las tripas de los caballos y de los caballeros tiradas por ahí, de los excrementos de unos y otros... Tampoco he visto rematar a heridos, y es una pena, porque era asaz divertido, como lo era yacer de grado o por la fuerza con la primera moza campesina que se pusiera por enmedio, que por cierto, no eran fermosas como las que aparecen en la pantalla. También he notado que la gente va algo más limpia que en mis tiempos, cuando solo nos bañábamos cuando nos parían y cuando nos moríamos (no importaba mucho, a fin de cuentas todos y todas apestábamos), aunque a veces, cuando visitabas una ciudad mora, no te quedaba otra que pasar por los baños.

Pero vamos, dejando de lado esos detallitos, la serie se merece una buena nota. Quizás no el 10 que le he plantado, pero sí un 7. Pero le doy la nota máxima solo por dar por saco a los necios que le han puesto notas absurdamente bajas.

Y ahora, me vuelvo a mi rincón del Purgatorio.