La historia, relatada con parsimonioso detalle y registrada con la delicadeza y vigor propios de un japonés (me refiero al director y a los actores), de este Samurai cuyo clan de origen, sumido en la pobreza, no le ofrece ninguna garantía de supervivencia para su familia, es la historia de un hombre que encarna la valentía, la fortaleza y la perseverancia de una manera impecable, como corresponde a un guerrero impecable.
La película nos va mostrando por retazos la compleja personalidad de este Samurai, hasta que al final, terminada la última batalla, podemos unir todo y comprender el profundo alcance de la ética del Bushi-Do.
Algunas críticas hechas por mis amigos y escritas en este sitio desvalorizan la supuesta "lentitud" del final, su aparente "sensiblería", y su incomprensible extensión en el tiempo. Pero sugiero amablemente que, antes de ver la película, antes, por favor (y también durante), nos detengamos a pensar que es una película no occidental que habla sobre un tema no occidental, aunque pertenece de lleno a la Historia Universal, es decir la problemática humana en su más profunda esencia. Esto independientemente de que sea una ficción, ya que la función de este tipo de ficción es acercarnos a la realidad en su más pura esencia.
La lentitud (que desaparece si logramos la actitud adecuada) tiene que ver con el registro de lo profundo y serio del tema abordado; los sentimientos (maravillosos, sublimes, de ninguna manera sensibleros... ¿Alguien podría sostener la sensiblería ante la muerte?) tienen que ver con la finalidad última de las acciones del guerrero, tan difíciles de comprender, aún para sus compañeros; la extensión es necesaria para que algún rincón de nuestra alma se vea tocado, y no sólo el gusto por la acción, la aventura o el romanticismo (¡que los hay!). Recomiendo, para esta película, disponerse a "ver" y a "sentir". Recomiendo, si es posible una contemplación el mejor estilo Zen, lo mejor que le salga, inténtelo.