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Críticas ordenadas por utilidad
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10
19 de mayo de 2010
19 de mayo de 2010
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Seguramente, El año pasado en Marienbad (L'anée dernière à Marienbad, Alain Resnais, 1961) es uno de los films más complicados de ver y, sobre todo, de entender a partir de un único visionado. Cuando hablo de entender, me refiero a saber exactamente en que momento del tiempo se encuentran el caballero (X) y la dama (A) a la que intenta convencer. No sabemos si estamos en el presente o en el pasado, es decir, el año en que "se conocieron" o el año del "reencuentro" o, incluso, hemos retrocedido algún año más. Y creo que es ahí, principalmente, donde reside la belleza y la genialidad de la obra. Resnais huirá de dar saltos mediante elipsis para moverse de un año a otro, de unas vacaciones a otras; estos complejos movimientos en la escala de tiempo pasarán desapercibidos gracias a un travelling hipnotizador que, durante toda la película, nos mostrará el hotel, sus jardines y sus fuentes. Además, los raccords de aprehensión retardada (Noël Burch) serán, principalmente, los encargados de desplazar al espectador en la línea del tiempo de la manera más bella posible. Todo ello acompañado por algunos planos muy sutiles de un marido (M) y su peculiar juego al que nunca pierde que acabará provocando en el espectador una tensión más acusada.
Pero tras un gran montaje y un fabuloso guión también encontramos una cuidada fotografía, que junto al guión, es lo más destacable de la película. El blanco y negro aporta una seriedad y una elegancia propia del cine clásico, al que se le añade, claramente, esos toques innovadores de la Nouvelle Vague. También podríamos hablar de un guiño, por parte de la fotografía, al parnasianismo y su "arte por el arte", pues los cuidados encuadres y los meditados travellings crean, en cada fotograma, un perfecto encuadre compuesto por una iluminación realmente acertada.
Pero tras un gran montaje y un fabuloso guión también encontramos una cuidada fotografía, que junto al guión, es lo más destacable de la película. El blanco y negro aporta una seriedad y una elegancia propia del cine clásico, al que se le añade, claramente, esos toques innovadores de la Nouvelle Vague. También podríamos hablar de un guiño, por parte de la fotografía, al parnasianismo y su "arte por el arte", pues los cuidados encuadres y los meditados travellings crean, en cada fotograma, un perfecto encuadre compuesto por una iluminación realmente acertada.

5.0
2,300
6
13 de mayo de 2010
13 de mayo de 2010
5 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sólo quería comentar un tema que he leído varias veces por aquí y no es otro que el de las víctimas de la dictadura argentina. Yo entiendo y asumo que es un tema duro y que a muchísimas personas les puede tocar de manera más directa, incluso a alguna puede llegar a herirle... Pero señores (y señoras), estamos en el siglo XXI y creo, y no soy el único, que la libertad de expresión es algo que todo el mundo busca hoy en día. Estoy prácticamente seguro de que Cabezas no pretendía ofender a nadie ni burlarse de ningún aspecto relacionado con estos trágicos sucesos, todo lo contrario, presenta una crítica, empaquetada en un thriller psicológico, de todo lo ocurrido. A mi parecer, y siguiendo el criterio de algunos: "es un hecho muy reciente", sería más dura la mención al atentado del 11-S que se hace en la parte final del filme. Pero vuelvo a repetir, estamos en el siglo XXI y creo que toda manifestación artística requiere libertad de expresión, siempre y cuando no se ofenda a nadie, y yo creo que aquí no se hace. Habrá gente que lo haya vivido más de cerca y le afecte más, pero sólo eso. Y si no veamos Apocalypse Now o Rambo con su relación con la Guerra de Vietnam, ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú y la Guerra Fría, La vaquilla y la Guerra Civil Española, El gran dictador, Pearl Harbor o La lista de Schindler y la Segunda Guerra Mundial, United 93, World Trade Center, Reign Over Me o la reciente Recuérdame y su relación con los atentados de las Torres Gemelas. Un 10 por la efectividad en la crítica de Cabezas (una buena crítica siempre levanta polémicas), pero como película no le puedo dar más del 6 porque, sobre todo, el ritmo de la narración y el fuerte contraste entre las focalizaciones entre los distintos personajes me lo impiden.
16 de mayo de 2010
16 de mayo de 2010
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Asombroso trabajo de Gondry en el que introduce una vuelta de tuerca más al género drama-romance dotándolo de una estructura narrativa bastante compleja pero atractiva.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Ese comienzo "In ultimas res" le da un regustillo final al filme que lo hace tan especial; pues si suprimiésemos este tipo de estructura anacrónica tan peculiar, la película sufriría un bajón considerable. Tendríamos una más, de tantas, pelis romanticonas y simplonas con algunos puntos de especial genialidad en el guión, nada más.
Por su parte, Jim Carrey, vuelve a dejar ver que su sitio es el melodrama y no la comedia facilona, algo que ya demostró en alguna otra obra como El Show de Truman (The Truman Shows, Peter Weir, 1998).
Fabuloso el trabajo de scrip y montaje en una película con una estructura tan llamativa que complica enormemente su realización. Por otra parte, el paso del tiempo no hace que directores como Gondry dejen de prestar atención a todas aquellas herencias que dejó la Nouvelle Vague en Francia a mediados del siglo pasado. Algunas escenas, como la inicial del tren, la que permite que Joel y Clementine (en ese momento, con pelo azul) se "re-conozcan", muestra muchas de aquellas innovaciones en los tipos de cortes de los planos, en la forma de estos y en el temblor que provoca la técnica de cámara en mano, produciendo en el espectador esa sensación de inseguridad, nerviosismo y expectación.
El juego que se trae el personaje de Clementine con el color de su pelo ayuda enormemente a guiar al público en su comprensión de la historia, algo que se agredece.
En fin, un trabajo magistral que no llega al diez, pero por muy poquito.
Por su parte, Jim Carrey, vuelve a dejar ver que su sitio es el melodrama y no la comedia facilona, algo que ya demostró en alguna otra obra como El Show de Truman (The Truman Shows, Peter Weir, 1998).
Fabuloso el trabajo de scrip y montaje en una película con una estructura tan llamativa que complica enormemente su realización. Por otra parte, el paso del tiempo no hace que directores como Gondry dejen de prestar atención a todas aquellas herencias que dejó la Nouvelle Vague en Francia a mediados del siglo pasado. Algunas escenas, como la inicial del tren, la que permite que Joel y Clementine (en ese momento, con pelo azul) se "re-conozcan", muestra muchas de aquellas innovaciones en los tipos de cortes de los planos, en la forma de estos y en el temblor que provoca la técnica de cámara en mano, produciendo en el espectador esa sensación de inseguridad, nerviosismo y expectación.
El juego que se trae el personaje de Clementine con el color de su pelo ayuda enormemente a guiar al público en su comprensión de la historia, algo que se agredece.
En fin, un trabajo magistral que no llega al diez, pero por muy poquito.
15 de mayo de 2010
15 de mayo de 2010
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
El clásico papel de hombre mujeriego le va como anillo al dedo a Woody Allen. En esta ocasión, el cineasta jugará con un guión cargado de comedia con algunos retazos del cine negro; aunque no podemos afirmar que sea un gran guión en lo que a innovaciones se refiere, pues peca de su simplicidad y de clásicismo.
El humor que desprende no defraudará a ningún amante del cine de Allen: el humor negro e inteligente se muestra durante toda la película sin perder en ningún momento el ritmo narrativo, aunque siempre suele ser el personaje principal el que dote a la película de este humor del que hablamos, favoreciendo, como ya digo, el ritmo de esta y su dinamismo en la narración. Este interés por buscar la comicidad lleva a no cuidar ciertos detalles como la puesta en escena, demasiado simple, o la fotografía, que también peca de clásica y convencional.
El humor que desprende no defraudará a ningún amante del cine de Allen: el humor negro e inteligente se muestra durante toda la película sin perder en ningún momento el ritmo narrativo, aunque siempre suele ser el personaje principal el que dote a la película de este humor del que hablamos, favoreciendo, como ya digo, el ritmo de esta y su dinamismo en la narración. Este interés por buscar la comicidad lleva a no cuidar ciertos detalles como la puesta en escena, demasiado simple, o la fotografía, que también peca de clásica y convencional.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
Un punto que se podría haber considerado algo más sería el final; pues un final de este tipo, creo, empobrece enormemente la obra en su conjunto. Allen nos propone el clásico final en el que el protagonista se queda con la chica; chica con la que al principio de la película no puede ni mirarse. Es, por tanto, el final que el público querría, un final facilón y previsible que, como ya digo, provoca una bajada del nivel de la película en su último tramo.

7.2
93,254
9
18 de mayo de 2010
18 de mayo de 2010
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una vez más, Soderbergh dirige una obra maestra que arrasa en taquilla, hecho que no debería extrañarnos si observamos el reparto de la película. George Clooney vuelve con uno de sus mejores papeles, encarnando a Danny Ocean, un tipo carismático, seductor, elegante, irónico y seguro de sí mismo, para llevar a cabo un ambicioso plan que ha preparado durante su estancia en la cárcel: robar los tres casinos más importantes de Las Vegas. Para ello se rodeará de los más expertos timadores de todo Estados Unidos, entre ellos Rusty Ryan (Brad Pitt) y Linus Caldwell (Matt Damon). Otro punto a considerar por Danny (Cloony) es que el poderoso magnate a cargo de los tres casinos mantiene una relación sentimental con Tess (Julia Roberts), ex-mujer de Danny.
Lo primero que llama la atención del filme de Soderbergh es la frescura y el aire desenfadado que este adopta ya desde un primer momento; a ello contribuye el uso que se hace de los planos, algunos verdaderamente currados en cuanto a iluminación -sobre todo los referentes al casino con luces de neón-, y otros que hacen pequeños guiños a algunas películas históricas -hablo del plano desde la parte trasera del coche de Rusty y Danny, muy similar al que empleó Godard en Banda Aparte (Bande á Part, Jean-Luc Godard, 1964)-. Mucha culpa de la frescura de la obra la tiene la música; mucho se ha hablado de la virtud de cineastas como Scorsese o Tarantino a la hora de escoger sus temas para crear las bandas sonoras, pues en este caso Soderbergh no se queda atrás, ya que algunos temas, como por ejemplo el de Elvis Presley, le van como anillo al dedo a la obra.
Si hablamos del montaje, tampoco hay ningún pero que ponerle, pues el empleo, en ocasiones, de ciertas transiciones no tan convencionales continúan ensalzando el filme. Incluso, Sodebergh, llega a atreverse con el falso raccord de aprehensión retardada (término empleado por Noël Burch) en un cambio de plano con Brad Pitt; este es utilizado para saltar de la mesa de póquer, donde acaba de sentarse a jugar con Clooney, a la barra del local.
Por último, añadir que cualquier cinéfilo, al ver en la cartelera una peli en la que aparecen juntos Brad Pitt, George Clooney, Julia Roberts, Matt Damon, etc. lo primero que piensa es en una peli "super-comercial", una película de "palomitas y Coca-Cola". No es lo que ocurre en este caso, pues Soderbergh alcanza un doble objetivo: construir una peli de "palomitas" y crear una gran obra que no tiene nada que envidiar a otras enormemente sobrevaloradas.
Lo primero que llama la atención del filme de Soderbergh es la frescura y el aire desenfadado que este adopta ya desde un primer momento; a ello contribuye el uso que se hace de los planos, algunos verdaderamente currados en cuanto a iluminación -sobre todo los referentes al casino con luces de neón-, y otros que hacen pequeños guiños a algunas películas históricas -hablo del plano desde la parte trasera del coche de Rusty y Danny, muy similar al que empleó Godard en Banda Aparte (Bande á Part, Jean-Luc Godard, 1964)-. Mucha culpa de la frescura de la obra la tiene la música; mucho se ha hablado de la virtud de cineastas como Scorsese o Tarantino a la hora de escoger sus temas para crear las bandas sonoras, pues en este caso Soderbergh no se queda atrás, ya que algunos temas, como por ejemplo el de Elvis Presley, le van como anillo al dedo a la obra.
Si hablamos del montaje, tampoco hay ningún pero que ponerle, pues el empleo, en ocasiones, de ciertas transiciones no tan convencionales continúan ensalzando el filme. Incluso, Sodebergh, llega a atreverse con el falso raccord de aprehensión retardada (término empleado por Noël Burch) en un cambio de plano con Brad Pitt; este es utilizado para saltar de la mesa de póquer, donde acaba de sentarse a jugar con Clooney, a la barra del local.
Por último, añadir que cualquier cinéfilo, al ver en la cartelera una peli en la que aparecen juntos Brad Pitt, George Clooney, Julia Roberts, Matt Damon, etc. lo primero que piensa es en una peli "super-comercial", una película de "palomitas y Coca-Cola". No es lo que ocurre en este caso, pues Soderbergh alcanza un doble objetivo: construir una peli de "palomitas" y crear una gran obra que no tiene nada que envidiar a otras enormemente sobrevaloradas.
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