Qué difícil va a ser escribir esta crítica sin hacer spoilers.

He esperado demasiado para escribir una crítica de esta película. No será por el número de veces que la he visto. La vi en su momento, cuando tenía tan solo unos 18 años e inevitablemente me sentí identificado con una Charlotte que se encuentra en ese momento extraño de su vida. Las interpretaciones de Giovanni Ribisi y Anna Faris marcan esa forma de ver la vida que nada tiene que ver con Charlotte y que de alguna forma nada tenían que ver conmigo a esa edad. Bon Harris, aunque a una edad muy diferente siente esa huella o lastre que la vida que lo sitúa emocionalmente a un nivel muy parecido al que sufre Charlotte.

La película envejece dentro de ti. Con 34 años ya no te sientes tan identificado con Charlotte, algo extraño ocurre y tu fijación se concentra en Bob, creando una sensación de incertidumbre dentro de ti que hace temblar los cimientos en los que se basa la vida. Esa conversación con los dos tumbados en las cama te deja sin aliento en un aletazo de honestidad que sorprende tanto a las interpretaciones como a nosotros el público.

La sutileza de miradas, dialogo no escrito y escenas desdeñadas de vivencias vacías de ambas personas forman un cocktail esencial del que Sofia Coppola se nutre para crear una obra maestra que no tiene parangón. Todo esto aderezado con una banda sonora perfectamente macerada para cada escena. Sinceramente, mi película favorita.