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Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
Críticas ordenadas por utilidad
8
11 de marzo de 2015 4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Milos Forman y Peter Shaffer supieron saltarse las “normas” de lo que podría haber sido un biopic al uso. En lugar de eso, Amadeus es una fantasía capaz de arrojar luz sobre algo que se antoja demasiado oscuro y terrenal: la envidia, la mediocridad y la soberbia.

En los primeros minutos de la película, Salieri (F. Murray Abraham), se escabulle entre los invitados de la corte para probar si el don de un genio puede atisbarse en su rostro. Lo que esperamos ver en Mozart es algo elevado, elegancia, belleza. Nada de eso. El Mozart de Forman y Shaffer (Tom Hulce) es un hombrecillo infantil, alocado, demasiado inocente y vulgar. Esas cualidades son las que mueven la frustración del atormentado Salieri, que ha ofrecido al mismo Dios su castidad y laboriosidad con la esperanza de que éste le confiera un don como el de Mozart. Incapaz de ver que Dios no negocia con la virtud, Salieri se niega a aceptar la voluntad divina y se convierte en un diablo dispuesto a acabar con el amado por Dios (Amadeus).
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La lucha que mantienen ambos protagonistas a partir de entonces es maravillosa. Mientras Salieri se va consumiendo por el odio y la envidia –ni que fuese el mismísimo Darth Vader–, las humildes preocupaciones del pobre Mozart son sobrevivir a la quiebra, recuperar a su esposa y honrar a su difunto padre. Para él la música es algo que no puede evitar hacer, a veces como un castigo en lugar de como un don. Y lo que persigue con ella no es otra cosa que expresar Amor.

La escena en que ambos terminan de escribir el Réquiem es una de las más emocionantes del cine. Mozart, le pide perdón a Salieri por haber creído que no apreciaba su música. Y Salieri, paradójicamente el único que parece experimentar la presencia divina ante la música de éste, es testigo de cómo su propio genio (el de Mozart), le devora hasta la muerte.
11 de marzo de 2015 1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Badii (Homayoun Ershadi) recorre los suburbios de Teherán en busca de un buen hombre que acepte enterrarlo a la mañana siguiente. A falta de una explicación, o tan siquiera una mirilla al pasado de Badii, Abbas Kiarostami nos obliga a preguntarnos si hay algo que justifique el suicidio, sin importar los motivos que conduzcan a él.

En una realización austera, de pocos planos, acompañamos al protagonista durante una tarde en el asiento del copiloto. Los largos planos secuencia dilatan la acción y hacen que esa última tarde en la vida de Badii sea lenta, apurando las gotas de esperanza hasta el más mínimo segundo. La pureza de la realización y el montaje, en parte debido a los escasos medios de producción, nos hacen vivir la película en un tiempo muy presente, como en directo. La fotografía, de Homayon Payvar, es como el paisaje, monocromática y áspera. Para el protagonista, lo que le rodea es un cementerio: las excavadoras se alzan sobre las colinas ocultándolo todo con polvo y tierra. Todo ello, sumado al carácter anónimo de los actores, parece traer al Teherán de 1997 un nuevo neorrealismo mezclado con dosis de road movie, ya que supone un viaje interior hacia el final de la vida.
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En un viaje sin giros ni nuevos obstáculos, el pico más alto llega cuando un taxidermista turco (Abdolrahman Bagheri), pone en serias dudas la decisión de Badii: la vida es capaz de volver a brillar cuando abres los ojos y la dejas entrar. Para este personaje tan franco, ese cálido resplandor surgió del sabor de unas cerezas, y de unos niños deseosos de probarlas junto al árbol donde él mismo pensaba ahorcarse.

El Sabor de las Cerezas es un dibujo minimalista, de línea limpia, pero gruesa y firme que no da lugar a equivocaciones: a Badii ya no le importa el sabor de las cerezas, ni el color de los campos, ni el fulgor del amanecer. Dando a entender que el protagonista cumple finalmente su objetivo (o mejor dicho, no dando señales de lo contrario), a la mañana siguiente, la vida en las afueras de Teherán sigue. Y sigue de manera tan inevitable y cruda que finaliza con Kiarostami dando por concluido el rodaje.
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