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7.0
20,358
8
4 de mayo de 2025
4 de mayo de 2025
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película ofrece una temática infalible para atraer todo tipo de público: la Iglesia Católica. Desde el primer minuto sabemos lo que se viene: enredos, mentiras, chantajes… política. Porque sí, las instituciones religiosas también son estructuras de poder. Y no es que ahora lo sean más que antes, sino que, gracias a los escándalos destapados en la última década y a la creciente pérdida de fieles —especialmente católicos—, hoy hay más espacio (y necesidad) para la crítica.
El reparto es excelente. Ralph Fiennes está impecable en su rol del cardenal Thomas Lawrence, que representa no sólo la duda, el cuestionamiento de su fe y, como él mismo menciona, de su oración, sino también el de todos quienes componen la institución. Su tarea es dirigir el cónclave para elegir un nuevo Papa, pero rápidamente se ve atrapado en un mar de sospechas, ambigüedades y verdades incómodas.
Cónclave no tiene miedo de recordarnos que esos “hombres santos” no son más que hombres comunes: débiles, vulnerables y profundamente pecadores. Cada uno es una pieza de un engranaje corroído, donde la espiritualidad ha sido reemplazada por ambición, intrigas y secretos. En medio de tanto humo negro, sin embargo, también hay destellos de luz: una posibilidad de redención, de volver a creer.
Surge entonces una figura distinta, íntegra, que encarna aquello que muchos han perdido: la fe auténtica, no manipulada por el poder. “¡No quiero tu voto!”, le grita en un momento Lawrence. “Aun así, lo tienes”. Esa frase lo resume todo: el poder de quienes aún creen, incluso rodeados de corrupción. Esa fe sencilla y firme se convierte en una especie de humo blanco, que insinúa que aún hay esperanza, aunque parezca ingenuo pensarlo.
El final es profundamente simbólico: una apertura hacia algo distinto, más humano, más real. Porque el cine también sirve para eso: para mostrarnos lo que aún no somos capaces de imaginar como posible.
Quiero cerrar con el majestuoso soliloquio de Lawrence sobre la certeza. Personalmente, sus palabras describen lo que ha sido la historia de mi fe, y quizás la de muchos que, pese a tantas decepciones, queremos seguir siendo parte de una institución profundamente cuestionable. “Incluso Jesús dudó: ‘¡Elí, Elí! ¿lemá sabactani?’”. Palabras que me inundan de profunda compasión, y que me recuerdan que somos fallidos, equívocos y tremendamente humanos. Que la duda no invalida la fe, sino que la hace más real, más encarnada.
El reparto es excelente. Ralph Fiennes está impecable en su rol del cardenal Thomas Lawrence, que representa no sólo la duda, el cuestionamiento de su fe y, como él mismo menciona, de su oración, sino también el de todos quienes componen la institución. Su tarea es dirigir el cónclave para elegir un nuevo Papa, pero rápidamente se ve atrapado en un mar de sospechas, ambigüedades y verdades incómodas.
Cónclave no tiene miedo de recordarnos que esos “hombres santos” no son más que hombres comunes: débiles, vulnerables y profundamente pecadores. Cada uno es una pieza de un engranaje corroído, donde la espiritualidad ha sido reemplazada por ambición, intrigas y secretos. En medio de tanto humo negro, sin embargo, también hay destellos de luz: una posibilidad de redención, de volver a creer.
Surge entonces una figura distinta, íntegra, que encarna aquello que muchos han perdido: la fe auténtica, no manipulada por el poder. “¡No quiero tu voto!”, le grita en un momento Lawrence. “Aun así, lo tienes”. Esa frase lo resume todo: el poder de quienes aún creen, incluso rodeados de corrupción. Esa fe sencilla y firme se convierte en una especie de humo blanco, que insinúa que aún hay esperanza, aunque parezca ingenuo pensarlo.
El final es profundamente simbólico: una apertura hacia algo distinto, más humano, más real. Porque el cine también sirve para eso: para mostrarnos lo que aún no somos capaces de imaginar como posible.
Quiero cerrar con el majestuoso soliloquio de Lawrence sobre la certeza. Personalmente, sus palabras describen lo que ha sido la historia de mi fe, y quizás la de muchos que, pese a tantas decepciones, queremos seguir siendo parte de una institución profundamente cuestionable. “Incluso Jesús dudó: ‘¡Elí, Elí! ¿lemá sabactani?’”. Palabras que me inundan de profunda compasión, y que me recuerdan que somos fallidos, equívocos y tremendamente humanos. Que la duda no invalida la fe, sino que la hace más real, más encarnada.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
spoiler:
El nombre elegido por el nuevo Papa es Inocencio, porque eso representa Benítez dentro de este juego de tronos: una figura que no entra al poder por ambición, sino por pureza. Benítez es humo blanco.
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